Los sismos y las escuelas

  • María Teresa Galicia Cordero
Relevancia de los protocolos de seguridad y de su implementación como cultura de prevención.

El sismo del pasado 19 de septiembre  que se sintió en nuestro estado, especialmente en las regiones del sur según información del Servicio Sismológico Nacional (SSN) del 20 de septiembre de 2017,  tuvo una  magnitud de 7.1 grados y  estuvo localizado en el límite estatal entre   Puebla y Morelos, a 12 km al sureste de Axochiapan, Morelos, y a 120 km de la Ciudad de México.

Nuestro país se encuentra en una zona de alta sismicidad debido a la interacción de 5 placas tectónicas: La placa de Norteamérica, la de Cocos, la del Pacífico, la de Rivera y la placa del Caribe, por lo que no debería sorprendernos  la ocurrencia de sismos. EL Servicio Sismológico Nacional reporta en promedio la ocurrencia de 40 sismos diarios; este en particular fue un sismo intraplaca ocasionado porque la región de la Placa de Cocos subduce por debajo de la placa de Norteamérica.

Aún con la información disponible, no deja de ocasionar espanto y múltiples consecuencias, porque  cuando ocurre un sismo de magnitud considerable las rocas que se encuentran cerca de la zona de ruptura sufren un reacomodo, lo que genera una serie de temblores en la zona: las réplicas, que pueden variar desde unos cuantas hasta cientos de eventos en los próximos días o semanas de ocurrido el temblor principal. Hasta la fecha no se cuenta con técnicas científicas en ninguna parte del mundo que puedan determinar cuándo o dónde ocurrirá un sismo, tampoco se puede saber qué tan grande será y mucho menos los daños que causará.

Las escuelas, considero, son de los lugares más susceptibles de dañarse, tanto en términos humanos como físicos,  ya que concentran en sus instalaciones a numerosas personas que están expuestas a los impactos de eventos naturales, por lo que  todas las comunidades educativas de los diversos niveles y modalidades deben de preparase para las emergencias, desastres o accidentes que puedan ocurrir. Desde hace ya bastante tiempo, existe  un programa de protección civil para que la comunidad educativa en su conjunto esté  preparada ante un acontecimiento adverso y pueda disminuir  los impactos del mismo.

Todos vimos lo sucedido  en el Colegio Rébsamen de la ciudad de México, donde lamentablemente se perdieron vidas de alumnos, maestros y personal administrativo. Esta escuela  contaba con preescolar, primaria y secundaria. La información posterior al sismo fue que casi todos los 315 estudiantes de primaria y secundaria pudieron salir de un edificio, pero más de 20 niños, maestros y personal administrativo no. La parte derrumbada era un edificio de tres pisos en donde se  encontraban las aulas de preescolar  y primaria.

Dado que a la hora del temblor estaba dentro del horario de clases, se estaba realizando el protocolo de evacuación; bajaban ya por las escaleras, pero la ruta de evacuación prevista estaba bloqueada. En ese momento  fue que  ocurrió el derrumbe y quedaron sepultados;  en su mayoría pequeños de menos de seis años.

No termino de entender qué pasó en realidad con la información sobre este caso en particular, porque durante mucho tiempo una televisora estuvo  trasmitiendo el lugar y relatando  que estaba una niña, “Frida Sofía”, sepultada,  pero que hablaba con los rescatistas. Se llegó a decir que ella les había informado que estaban más niños y buena parte de la población estábamos al pendiente de ese rescate. De pronto, vino la declaración del Subsecretario de Marina desmintiendo tales hechos y agregando que  ya habían  hecho el recuento y ningún niño seguía bajo los escombros.

Llama la atención que en toda esa jornada el “rating” de la Televisora de las estrellas tuviera sus niveles más altos desde hace tiempo y que el propio Secretario de Educación Pública  estuviera solicitando la localización de los padres de la pequeña. Es terrible que aún en la desgracia, sigan presentes los intereses de unos cuantos por encima de los comunitarios, lo que, especialmente ahora,  es lamentable e indignante.

Una comunidad escolar preparada puede hacer la diferencia al momento de una emergencia, no solamente entre la pérdida o no de vidas humanas, sino también en los procesos de rehabilitación y reconstrucción de su comunidad.

Existen manuales  para orientar y ayudar a los miembros de la comunidad educativa en la concepción, elaboración e implementación de protocolos escolares de emergencia. En la entrevista a uno de los alumnos de la escuela Rébsamen,  él mencionó que en el momento del derrumbe estaban  realizando el protocolo de evacuación.

 Un  “protocolo” es el  “conjunto de decisiones que la comunidad escolar toma en momentos de tranquilidad, sobre la manera de proceder de cada persona en situaciones de crisis” (Unicef, 2015). Los protocolos escolares de emergencia son elaborados dentro del  proceso de construcción y/o actualización del documento denominado “Plan Escolar de Gestión de Riesgo”  que permite reaccionar frente a una situación de emergencia inminente o declarada.

Hasta donde sé, todas las escuelas cuentan con él, lo que permite  salvaguardar la integridad física de los miembros de la comunidad escolar (bienestar, lesiones y vida) y/o asegurar el derecho a la educación (continuidad, reanudación de proceso de enseñanza-aprendizaje).

Sabemos de muchas escuelas donde se realizó este  protocolo de evacuación, pero no sin problemas, dado que las situaciones de pánico en tiempo real no siempre pueden ser controladas. Los maestros hicieron bastante en este sismo, dado que buena parte de las escuelas  aún contaban con  alumnos en sus salones clase. Con la presión y el susto por el movimiento sísmico tuvieron que anteponer  su propia angustia sobre el estado en el que se encontraban sus familias, para poder entregar sanos y salvos a los alumnos de sus escuelas. No fue fácil, sobre todo cuando la disciplina, la organización y la comunicación no fluyen adecuadamente. Tareas pendientes quedan para todas las comunidades educativas ante eventos de este tipo.

Queda muy claro que la prevención y la mitigación de las consecuencias requiere de la participación inclusiva de toda la ciudadanía, en coordinación con las autoridades y las instancias que participen en ellas así como el   diseño e implementación de un plan de seguridad, no solo escolar, también en  las familias, con los vecinos y con la ciudadanía en general. Básico es identificar los riesgos derivados de la ubicación geográfica de la familia, la escuela y la comunidad como sismos, actividad volcánica, ciclones, inundaciones, deslaves, hundimientos, contaminación ambiental, entre otros.

Tal vez ahora, para quienes nunca toman en serio los simulacros que se realizan, tomen muy en cuenta que su importancia radica en  la promoción de acciones formativas,  preventivas y con sentido de comunidad  que hoy más que nunca, siguen  haciendo  la diferencia. 

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María Teresa Galicia Cordero

Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.