Evaluación educativa y equidad

  • Juan Martín López Calva
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Resulta pertinente seguir rescatando los elementos más relevantes del contenido de las conversaciones educativas del XII Congreso Nacional de Investigación Educativa realizado en Guanajuato del 18 al 22 de noviembre pasados.

El análisis del trabajo de esa semana densa en la que se concentran reportes sintéticos de trabajos de largo aliento en todos los niveles educativos y en temáticas muy diversas resulta indispensable, como hemos planteado ya en este espacio, para que el trabajo de los investigadores educativos se vincule con las prácticas docentes y directivas y aporte elementos para el mejoramiento de la formación de las nuevas generaciones.

Una de las conversaciones educativas que generó más expectativa e interés entre los asistentes fue la de evaluación de la educación en la que participaron cuatro de los cinco consejeros del nuevo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), incluyendo a su presidenta, la Mtra. Sylvia Schmelkes del Valle.

La presentación de esta mesa ayudó a despejar dudas y a desarticular ciertos fantasmas que se han creado en torno al tema en el medio de los actores de la educación e incluso en la opinión pública nacional.

En primer lugar, existe la idea -y se ha montado gran parte de la oposición a la reforma educativa en marcha- de que la reforma educativa se centra únicamente en el docente y le asigna a los profesores la responsabilidad absoluta en los malos resultados de calidad educativa en el país. En esta perspectiva, se piensa que el INEE va a diseñar y operar únicamente un sistema de evaluación de la práctica docente ignorando todas las demás dimensiones del sistema educativo.

Esta fue la primera cuestión que se aclaró, puesto que se señaló con toda claridad que el instituto va a encargarse de diseñar e instrumentar el proceso de evaluación general del sistema educativo mexicano, que contempla por supuesto la evaluación docente pero también la evaluación de directores y supervisores, de infraestructura y equipamiento y del funcionamiento del sistema educativo en sus distintos niveles de gestión.

Otra de las ideas distorsionadas que se ha manejado es que la evaluación de los docentes se hará única y exclusivamente a través de pruebas estandarizadas que según los detractores de la reforma plantean con parte de razón, ignora las diferencias profundas de contexto, condiciones y cultura de las diversas regiones del país.

México es un país diverso y heterogéneo y en esto radica en buena parte su enorme riqueza social y cultural. Es indudable que la evaluación educativa tiene que tomar en cuenta estas diferencias y necesita adoptar y diseñar instrumentos y herramientas cualitativas para la evaluación del aprendizaje de los estudiantes y para la evaluación de las prácticas de los profesores.

Esta fue una segunda cuestión que se aclaró en la conversación educativa en cuestión. La evaluación de los profesores del país se construirá combinando las pruebas e instrumentos cualitativos que permitan conocer las diferencias de las regiones, culturas y tipos de escuela y los instrumentos y pruebas estandarizadas que se requieren para valorar los estándares comunes.

En este punto llamó poderosamente la atención de los asistentes la respuesta que Sylvia Schmelkes dio a una pregunta que planteaba una crítica radical para descalificar las pruebas estandarizadas.

Contrario a lo que se maneja en la opinión pública respecto a que la evaluación que utiliza pruebas estandarizadas es promotora de inequidad por no tomar en cuenta las diferencias contextuales, la Mtra. Schmelkes planteó que si bien es indispensable la evaluación cualitativa que brinde información sobre la enorme diversidad de situaciones educativas en el país, existen ciertos mínimos de calidad educativa que deben ser exigibles para todos porque son los elementos básicos que todo niño mexicano en justicia debe aprender para poder tener elementos que le permitan desenvolverse adecuadamente en el terreno laboral  y ciudadano. Estos mínimos son evaluables a partir de las pruebas estandarizadas que permiten comparar entre las distintas regiones y escuelas y tomar decisiones que ayuden a combatir la inequidad educativa.

En efecto, el análisis en el tiempo de la prueba ENLACE mientras se aplicó y de la prueba EXCALE que aplica el INEE desde hace casi diez años muestran claramente que la calidad educativa es mala en todo el país pero que existe una gran inequidad puesto que el nivel de aprendizaje es menos malo en las escuelas de zonas privilegiadas del país y mucho más deficiente en las de sectores desfavorecidos y la evolución y mejora de esta calidad hace cada vez más grande la brecha en lugar de acortarla.

La evaluación educativa tiene que ayudar a combatir la inequidad en el nivel de calidad del aprendizaje que reciben los niños de todo el país y a partir de sus resultados orientar la toma de decisiones de política pública apoyar con mayores recursos a las escuelas que muestran las deficiencias más grandes.

Esta función solamente puede cumplirse a partir de evaluación estandarizada que permita comparar los mínimos de calidad educativa exigibles a todas las escuelas y maestros y de la evaluación cualitativa que brinde información para saber qué tipo de apoyos se requieren en cada situación escolar concreta.

La evaluación educativa debería verse entonces como un mecanismo de transparencia y rendición de cuentas de los maestros y directores como servidores públicos y también como un mecanismo que puede contribuir a la equidad en la educación.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).