Cuarta Transformación, victoria contundente y estratégica

  • Carlos Figueroa Ibarra
Uno de los peligros de la contundencia de la victoria es que Morena olvide algunos de sus ideales

El domingo 2 de junio de 2024, la Cuarta Transformación, articulada en la coalición de partidos encabezada por Morena Sigamos Haciendo Historia, obtuvo una contundente victoria en las elecciones generales en las que se eligieron Presidente de la República, senadores, diputados federales, ocho gubernaturas y una jefatura de gobierno, alcaldías de la capital del país, congresos locales, presidencias municipales, regidurías y sindicaturas. Un total aproximado de 20,000 puestos de representación popular por los cuales contendieron 70,000 candidatos y candidatas. Dentro de un padrón de 99.3 millones de electores, la elección fue concurrida pues votaron el 60.2% de dicho padrón.

La victoria de Morena y de sus aliados fue contundente. Claudia Sheinbaum, la candidata presidencial de la 4T, obtuvo entre 58 y 60% de los sufragios (cifras aproximadas del conteo rápido de votos) lo que podría implicar que aproximadamente 34-35 millones de mexicanos votaron por ella, convirtiéndose en la candidatura presidencial más votada de todos los tiempos, más aún que la del propio Andrés Manuel López Obrador que en 2018 ganó con 30 millones de votos y el 53% de los sufragios.

Morena, el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista conjuntaron respectivamente 45.1, 6.0 y 7.3%, en total 58% de los sufragios contra 28% de la coalición Fuerza y Corazón por México integrada por el PRI-PAN-PRD y 10.5% de la tercera fuerza Movimiento Ciudadano. El PRI, otrora poderoso partido hegemónico, obtuvo en lo individual 9.7% de los votos lo cual lo relega en el cuarto lugar de las votaciones de partidos considerados individualmente. El PRI continúa así la ruta descendente que lo podría llevar a la extinción, mientras que su aliado PRD con el 1.8% de los votos prácticamente ha culminado su extinción.

La contundente victoria de la 4T involucra una importante victoria en la Ciudad de México, pues Morena y sus aliados ganaron con Clara Brugada la Jefatura de Gobierno con una votación de entre 49 y 52.8% de los votos con una diferencia aproximada de votos de 12% con respecto a su oponente de la derecha. Asimismo, la coalición encabezada por Morena recuperó terreno pues ganó 10 de las 16 alcaldías que componen a la capital del país, sumando tres más a las que había obtenido en las elecciones de 2021. De las ocho gubernaturas y una jefatura de gobierno en disputa, Morena y sus aliados ganaron siete, incluyendo la de Yucatán (con una diferencia de 5%) que había sido un bastión de la derecha. En Chiapas y Tabasco la victoria la alcanzó con porcentajes de entre 78 y 83%. Con esta victoria, la 4T consolida su control de 24 de las 32 gubernaturas que existen en México. A través de todos estos triunfos, Morena refrenda con creces lo que ha sido los últimos seis años: ser un partido hegemónico de gran envergadura.

Pero la victoria de Morena y sus aliados, es también una victoria estratégica para la 4T. Ha logrado un objetivo que parecía muy difícil de alcanzar: conseguir la mayoría calificada en la Cámara de Diputados con aproximadamente 365 de 500 diputados y en la Cámara de Senadores con 82 de un total de 128. En este caso le faltan tres escaños para lograr la mayoría calificada de 85, objetivo que es perfectamente alcanzable con una adecuada política de alianzas. Al lograr la mayoría calificada (llamado coloquialmente el Plan C), la 4T estará en condiciones de realizar reformas constitucionales y con ello profundizar el proceso de transformación iniciado en 2018.

El presidente López Obrador ha expresado ya que se pondrá de acuerdo con Sheinbaum para explorar la posibilidad de empezar con dichas reformas constitucionales incluso en el último mes de gestión de Andrés Manuel (septiembre).

El 5 de febrero del año en curso planteó 20 reformas constitucionales entre las cuales probablemente la más urgente e importante es la reforma al descompuesto y faccioso Poder Judicial, aun cuando hay otras reformas también importantes como la reforma energética y la reforma electoral. Si el proceso de reformas constitucionales comienza en el último mes de gestión de López Obrador, serían estas tres las prioridades, pero sobre todo la reforma judicial. Y esto es así, porque el Poder Judicial se ha convertido en la principal trinchera desde la cual se frena a las transformaciones que busca la 4T. Otras reformas son las de adscribir la Guardia Nacional a la Secretaría de Defensa Nacional y las reformas constitucionales referentes a pensiones; salarios mínimos; salarios mínimos a maestros, médicos, enfermeras, policías y militares no menor al de los asegurados en el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS); becas a estudiantes en todos los niveles; atención médica gratuita y universal; pueblos originarios; becas estudiantiles; derecho a la educación y al trabajo; fracking;  maltrato animal.

Esta agenda legislativa, además de las cien medidas propuestas por Claudia Sheinbaum desde su campaña electoral, constituirán el llamado “segundo piso de la 4T”. Constituyen pues los elementos integrantes de la hoja de ruta de los próximos seis años, hoja de ruta que con la victoria conseguida el 2 de junio, es perfectamente viable.

La derecha aglutinada en la coalición integrada por PRI, PAN y PRD ha sido derrotada en más de un sentido. Electoralmente se encuentra en ruinas y tiene un escabroso sendero para poder reconstituirse. Ha sido derrotado por la mayoría del pueblo mexicano su proyecto de nación, ese proyecto que nunca pudo definir claramente, porque se reducía a volver a un pasado neoliberal que hoy es ampliamente repudiado. El triunfo contundente de la 4T implica que la inmensa mayoría de los mexicanos y mexicanas aceptan con entusiasmo la voluntad posneoliberal. También fueron derrotados los planes golpistas, que se instrumentarían a través de crear un conflicto judicial poselectoral que lograra anular los comicios. La contundencia del triunfo obligó a la oposición prianista a reconocer el triunfo de Sheinbaum después de que asombrosamente en dos ruedas de prensa declararan que habían ganado la presidencia y seis de las nueve gubernaturas en disputa. Finalmente, la celebración de unos comicios pacíficos y sin alteraciones esenciales derrotó la narrativa derechista de un proceso electoral sumido en el caos de la violencia.

El triunfo de Morena y sus aliados es estratégico también porque expresa que se está logrando uno de los objetivos del cambio de régimen buscado por la 4T: “la revolución de las conciencias”. Los analistas de la derecha reducen los motivos del triunfo de la coalición Sigamos Haciendo Historia a la popularidad de las políticas sociales. En palabras de uno de estos analistas citado por Andrés Manuel, el triunfo de Morena y sus aliados se debería a que una mayoría de sufragantes “votó con la panza”.  En efecto, el triunfo contundente de la 4T implica el que dos tercios del pueblo mexicano considera justos y necesarios los programas sociales implantados en estos casi seis años.

Pero no deja de tener un halo de elitismo despectivo esta interpretación. Detrás del triunfo de Morena y sus aliados, hay un crecimiento de la politización de los mexicanos y mexicanas. Un crecimiento de su capacidad de discernimiento con respecto a las bondades de la 4T y de conciencia de los niveles de corrupción y voracidad del capitalismo neoliberal. Esta politización y discernimiento fueron encarnados por el imaginario popular en la figura honesta y austera de Andrés Manuel López Obrador. He aquí el origen de su irrepetible liderazgo carismático, esencial en la explicación del éxito electoral de la 4T.

El triunfo contundente y estratégico de la 4T este 2 de junio, también se explica por los éxitos logrados por el gobierno de López Obrador: las decenas de millones de beneficiados por  las políticas sociales; el aumento en 113% del salario mínimo; la disminución de la desigualdad y la pobreza; los notables logros macroeconómicos en materia de estabilidad del peso, inversión extranjera, recaudación fiscal (efecto de una imagen de honestidad), crecimiento económico, reservas monetarias,  control de la inflación. Y aun en el asunto de la violencia delincuencial que es un pendiente de gran importancia: la disminución de los homicidios, feminicidios, robo a combustible y la mayor parte de las acciones delincuenciales.

El triunfo electoral del 2 de junio es histórico porque no solamente le otorga a la 4T otros seis años más de tiempo, sino también la correlación de fuerzas para profundizar la transformación del país a través de las reformas constitucionales. Morena no solamente ha logrado otro período de gobierno más, sino también un poderío político que termina de reconfigurar el escenario nacional. Uno de los grandes peligros de la contundencia de la victoria es que Morena se olvide de algunos de los ideales con los cuales nació: no ser un partido de Estado y sí ser un partido movimiento.

 

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Carlos Figueroa Ibarra

Sociólogo, profesor investigador de la BUAP, especializado en sociología de la violencia y política. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue integrante del Comité Ejecutivo Nacional de Morena (2015-2022).