Una historia de crecimiento personal en pandemia

  • Eduardo Tovilla
Un relato de autoconocimiento y exploración educativa en medio de la pandemia

El mundo cambió drásticamente cuando la pandemia del COVID-19 se desató en 2020. En ese entonces, me encontraba en Canadá. Ahí, como todos, viví una de las experiencias que nunca pensé que tendría y, también como todos, no tuve más remedio que adaptarme. Como desde pequeño siempre me ha costado quedarme quieto, busqué qué hacer desde casa.

Uno de los sectores que se vio más afectado y por lo tanto tuvo que transformarse fue el educativo. La educación a distancia pasó de ser una opción marginal a convertirse en la norma. Las instituciones en todo el mundo cerraron sus puertas físicas, trasladaron sus aulas a plataformas digitales y las pantallas se convirtieron en ventanas de conocimiento.

Este tipo de educación, sin embargo, trajo consigo desafíos. Los docentes y estudiantes tuvieron que aprender sobre la marcha lo necesario para hacer que funcionara. Se      adaptaron a nuevas plataformas tecnológicas, aprendieron a gestionar mejor su tiempo e incluso a motivarse, ya que la falta de interacción cara a cara también implicó retos en términos de compromiso y participación.

La transición hacia la educación a distancia también destacó la importancia de la igualdad de acceso a la tecnología y a internet. Muchas comunidades, sobre todo en áreas rurales o desfavorecidas, enfrentaron problemas para conectarse y participar en el aprendizaje en línea. Esto puso sobre la mesa la necesidad urgente tanto de políticas como de medidas para asegurar que ningún estudiante se quedara rezagado debido a la falta de recursos tecnológicos.

A pesar de las circunstancias, esta forma de educar también creó nuevas oportunidades. Abrió el debate sobre el futuro de la educación y cómo desarrollar nuevas metodologías pedagógicas y modelos educativos que integraran de mejor manera la tecnología en el aula.  En lo personal, creo que en terreno educativo se ganó mucho, porque también se abogó por un método de enseñanza más adaptable, que pusiera en el centro al estudiante y se ajustara mucho mejor a sus necesidades.

La educación a distancia en pandemia abrió más que una ventana. La flexibilidad de los horarios permitió a los estudiantes acceder a la educación desde cualquier lugar y en cualquier momento, lo que eliminó muchas de las barreras geográficas y logísticas que antes habían limitado el acceso al conocimiento. Estos avances despertaron en mí, Eduardo Tovilla, el interés de sumarme a estos cambios y poner mi grano de arena.

Recibí una invitación para desarrollar un programa sobre Finanzas Públicas en línea, la cual llegó como cosa del destino, ya que tuve la oportunidad de utilizar la experiencia que gané cuando estuve a cargo de la Subsecretaría de Egresos.

Pasé muchas horas planificando y desarrollando el programa. Me encargué del contenido de las materias y tuve particular cuidado en diseñar exámenes y estudios de caso que ayudaran a los alumnos a aplicar la teoría en el mundo real. Busqué que el plan satisficiera las necesidades y expectativas de los estudiantes, y a su vez los hiciera competitivos para el mercado laboral, pero esto no fue nada sencillo.

Entre botes de gel antibacterial y alcohol, entre las cuatro paredes del cuarto que elegí como lugar de trabajo, estuve dos meses aprendiendo y escribiendo. La transición al trabajo remoto no sólo significó cambiar de ubicación física; fue un ajuste completo a mi estilo de vida laboral.

Trabajar desde casa se convirtió en un desafío multifacético para muchas personas. Yo no fui la excepción. Me afectó mucho la falta de interacción directa con colegas, me sentí aislado y desconectado. Mi hogar se convirtió en mi oficina y esto implicó muchas distracciones. Constantemente, me sentía improductivo y estresado. La falta de límites claros entre el trabajo y el tiempo personal resultó en jornadas laborales prolongadas, con muy pocos avances.

En contraste con mi experiencia en la administración pública, donde la estructura de horarios y las reuniones con mi equipo proporcionaban una sensación de orden y enfoque, la pandemia me puso frente a una dinámica de trabajo en la que la disciplina era sólo mi responsabilidad. La exploración del ámbito académico también supuso un cambio radical, porque las exigencias y los procesos eran completamente diferentes, lo que requería un ajuste mental y emocional de mi parte.

Con el tiempo y mucha determinación, logré trazar una planificación prolija y, lo que es más importante, respetarla. Superar las distracciones y mantenerme enfocado en mi trabajo se convirtió en una tarea diaria que al final valió la pena. Me sentí muy satisfecho y contento cuando los revisores del programa en Finanzas Públicas me felicitaron por el resultado. Pude confirmar que el trabajo remoto puede ser igual de productivo y gratificante que el trabajo presencial.

La pandemia marcó un punto de inflexión en mi trayectoria profesional. Aunque preferiría no haber atravesado esta experiencia, debo admitir que, para mí, Eduardo Tovilla, fue una oportunidad para crecer y evolucionar. Estoy convencido de que para muchos fue igual. Demostramos una vez más nuestra capacidad para adaptarnos y descubrir nuevas opciones de desarrollo. En mi caso, me llevó a descubrir una pasión por la enseñanza que nunca había imaginado. Ahora, con renovado entusiasmo, me encuentro escribiendo para ustedes, compartiendo mis experiencias y listo para afrontar los retos por venir.

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Eduardo Tovilla

Economista egresado del ITAM y maestro en Administración de Negocios por la Universidad de las Américas Puebla. De 1995 a 2019 se desempeñó como funcionario público. Su conexión con el pádel se fusiona con una exitosa carrera empresarial y su compromiso filantrópico.