La 4T y el modelo de universidad

  • Rafael Alfaro Izarraraz
Falta un proyecto educativo universalista pero enraizado en la historia cultural de nuestra nación

Las entrevistas que la candidata de Morena a la presidencia, Claudia Sheinbaum, ha concedido a medios convencionales y digitales, así como en sus primeros eventos públicos, nos ha ofrecido la imagen, incluidos los cien puntos, de lo que veremos de manera concreta en su etapa como presidenta, de acuerdo a la lógica de los resultados de las encuestas: Claudia será la futura presidenta. Entonces, escuchar lo que distinguirá a su mandato nos ofrece proyecciones concretas de lo que, igualmente, serán las particularidades de su programa en la lógica de la obra iniciada por Obrador.

En entrevista que concedió a Los Periodistas (Páez y Delgado), Sheinbaum expresó que quiere que se le recuerde como la presidenta de la educación. Los Periodistas le insinuaron que, de la ciencia y la cultura, y ella asintió. Más tarde, en Chihuahua, manifestó que la Universidad Rosario Castellanos será un proyecto nacional de lo que será su gestión a partir del primero de octubre de este año, aunque en Guadalajara alabó a la UdeG. Existe un acuerdo con Hagamos (UdeG). Habrá que preguntarse: ¿cuál es el proyecto universitario de la 4T?

El impulso a nivel mundial de las instituciones universitarias de corte liberal desde el siglo pasado y hasta los setentas del XX, de carácter público, autónomo y social, universalista, fue una respuesta a un proceso de mundialización de la sociedad capitalista con el sello particular que se le imprimió en América Latina, y en general en la periferia mundial, asociado con proyectos nacionales. Tal es el caso de México, en donde en todas las entidades se crearon universidades públicas, teniendo a la UNAM modelo central.

Sin entrar en un debate acerca de este proyecto y hacia qué circunstancias ha derivado -no es el motivo de esta columna en este momento-, lo cierto es que, por un lado, la 4T se ha desmarcado de aquel proyecto universitario inspirado en movimientos culturales o, en su defecto, ha decidido no tocarlos y mantener una mirada de respeto a su autonomía. En particular, Obrador decidió promover las universidades Benito Juárez García. Es un proyecto que respondió a la idea de cubrir aquellos espacios que, ante la centralidad citadina, de los proyectos universitarios, en general, descuidaban pueblos y comunidades.

En un contexto de privatización neoliberal de la educación, que venía de instituciones privadas como públicas, la propuesta de la Universidad Rosario Castellanos (hasta antes de 2023, Instituto de Estudios Superiores de la Ciudad de México, Rosario Castellanos) podrá expandirse hacia otros puntos del país. Creo que, en la 4T, existe claridad acerca de un proyecto de largo plazo universitario, pero como un proyecto que atiende la demanda no la cultura. En dos sexenios tendremos dos proyectos: el proyecto de la Benito Juárez y la Rosario Castellanos.

Aclaro y entiendo que es muy probable que, debido a la temprana actividad de la exposición del programa de Sheinbaum, este punto podrá ser aclarado en un futuro. De momento, creo que la propuesta de AMLO de las Benito Juárez García y la propuesta de Claudia, va por el mismo camino de atención la demanda, pero sin un sentido espiritual del proyecto que en el pasado se asoció con la idea de los promotores de un proyecto nacional de universidades asociado con la consolidación de una nación sustentada en la “raza de bronce”, que era el espíritu de la época posrevolucionaria.

Por supuesto, que no estoy diciendo que se repita, sino que se redefina en función de los tiempos, desde el punto de vista de un proyecto universitario que es un proyecto cultural, como lo es la revolución de las conciencias. Lo anterior, en un contexto en el que, a la propagación de proyectos universitarios de corte privado durante la era neoliberal, que apuntan a la privatización de la educación, es pertinente actualizar el proyecto educativo nacional. El modelo neoliberal se plasmó claramente en la educación en México

Ahora bien, creo que la importancia de los proyectos educativos promovidos por la 4T, incluida la Rosario Castellanos, en la Ciudad de México, y las universidades Benito Juárez, aunque responden a la necesidad de ofertar espacios educativos a los jóvenes mexicanos, carecen del espíritu que sí tuvo el proyecto de universidades nacional y estatales del pasado, cuyo espíritu se extravió. Decía: “Por mi raza hablará el espíritu”, que implicaba el impulso de un proyecto de tendencias libertarias en el marco de un proyecto nacional y universal.

Ahora bien, tanto la revolución humanista como de las conciencias están desconectada del conjunto del modelo educativo. Me parece excelente que, dentro de las cien propuestas expuestas por Sheinbaum en el zócalo, se incluya el reivindicar las becas, extenderlas, incluir la educación física y artística, entre otros propósitos. Pero, en tanto que en los libros de texto existe un proyecto que ha renovado el espíritu educativo, se carece de él en los proyectos de las universidades Benito Juárez García y la Rosario Castellanos que siguen respondiendo a la demanda y no a un proyecto cultural.

Por supuesto que no se trata de reproducir antiguos modelos homogeneizadores de las conciencias de los pueblos, pero en la actualidad en Latinoamérica y el Caribe, la educación superior se ha convertido en un mega negocio de empresas, asociados o no, a corporativos de multinacionales de la educación. A estos proyectos educativos no les interesa algún proyecto cultural porque son afines a las maquinarias de “producción” de profesionistas. Ya Conahcyt ha logrado regresar a la educación los millones de dólares que financiaba a multinacionales.

Para que tanto las Benito Juárez y Rosario Castellanos puedan inscribirse en la lógica cultural de la 4T por lo menos falta que el humanismo obradorista se plasme en disciplinas universales y locales que permeen sus programas educativos. Tal y como ocurrió en la era de las universidades liberales de principios y mediados del siglo XX en México y en la periferia mundial, latinoamericana y caribeña, que incluyeron el estudio de las ciencias sociales y humanas, la filosofía, la sociología, la ética, el marxismo.  

Falta un proyecto educativo universalista pero enraizado en la historia cultural de nuestra nación y del subcontinente, que se abra al pueblo y rompa con los modelos dirigidos a un modelo secuencial que otorga recompensas con propósitos laborales, sin necesariamente romper los lazos entre uno y otro. Existen las herramientas tecnológicas para impulsar el primero, lo que hace falta es pensar en ese proyecto que lleve la revolución de las conciencias allá, al interior de nuestras mentes, donde el conservadurismo se anida para oponerse a la libertad, la democracia, el humanismo y la naturaleza y su vida.

Evidentemente, sin que lo anterior implique entrar en contradicción con la educación orientada a la formación de profesionistas en los campos que la nación requiere y que el mundo tripolar demanda. En esa lógica, retomar el pensamiento regional latinoamericano y local que ha sido un venero de intelectuales y pensadores libertarios. Y en esa lógica, cómo no pensar en el proyecto educativo de Freyre cuyas raíces de su pensamiento debería recoger la Cuarta Transformación, que se acopla al pensamiento de Morelos y lo actualiza.

Que la educación sea un instrumento para la liberación de la mujer y el hombre (y añadimos) del mundo animal y natural.

 

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Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.