La simulación triunfalista

  • Ociel Mora
La marcha oficial hay que leerla como una amenaza de que el gobierno no se privará de nada el 2024

Hay muchas lecturas de la marcha o contramarcha gubernamental del domingo, como también es llamada. Muchas de ellas ya contadas, incluso por especialistas y académicos en temas políticos y electorales. Aquí mi recuento hipotético, entre propias y ajenas.

La marcha de las manos vacías. A cuatro de años de haber tomado el gobierno y a menos de dos de dejarlo, el presidente López Obrador no ha cumplido ninguna de sus promesas insignias de campaña, las que harían la verdadera transformación del México corrupto y atrasado a uno moderno y democrático. Esas acciones equiparían al mandatario y su movimiento-partido con las grandes epopeyas del siglo XIX y XX. Ante ese fracaso, la (contra) marcha del gobierno es una muestra de simulación triunfalista. No hay resultados de nada, pero si una apoteósica movilización callejera. Las movilizaciones, lo sabemos, no hacen buenos gobiernos. Sólo sirven para enmascarar la incompetencia.

La contramarcha de la marcha, o del INE no se toca al INE sí se toca. Por alguna extraña razón el gobierno se sintió amenazado por la presencia de varios cientos de miles de personas en las calles con una sola demanda: “El INE no se toca”. Un acontecimiento inédito en contra de los amagos autoritarios y las tentaciones hegemónicas de controlarlo todo. Por primera vez se organizaron protestas concatenadas a nivel nacional en defensa de una institución política. Los ciudadanos salieron a la calle en defensa de que ciudadanos como ellos sigan contando los votos, y sean ellos quienes “califiquen” a los nuevos gobernantes, y no los gobernantes en turno. De manera clara: se trató de una marcha en contra del retorno al pasado espeso de los años de oro del Revolucionario Institucional, cuando la última palabra sobre elecciones era dictada por la Secretaría de Gobernación. Ese fue el gran dilema que hizo de 1988, un año asociado con el mayor fraude electoral cometido en este país en la época moderna. No es el 2006.

La del domingo, manifestación de fuerza. Todo indica que la movilización del domingo es un ensayo de hasta donde el Presidente y su gobierno están dispuestos a llegar con tal de retener la presidencia de la República en el 2024, y los principales puestos de elección popular, comenzando con los del año entrante. Luego de décadas, vimos de nuevo alineados a los tres niveles de gobierno: el federal, el estatal, los ayuntamientos y el legislativo, y las burocracias de cada uno. Fueron ellas las encargadas de la gran movilización de la contramarcha. Amén de la presencia de los secretarios de Estado y funcionarios de alto rango, y notoriamente de quienes el Presidente ha elegido como aspirantes (corcholatas los llama él) a sucederlo en la máxima magistratura de la nación. La concentración convocada desde la presidencia también tuvo sus grandes ribetes de promoción electoral. Las puyas entre ellos también fueron notorias, pues el canciller Ebrard fue victima de la peor bajeza de los usos “cívico-culturales” del partido Morena.

Ante la fatalidad manifiesta, sólo queda la fatalidad. Un autor proscrito por “el lado correcto de la Historia”, cuyo nombre no mencionaré, entiende que los contingentes de acarreados había que ponerlos en un lugar manifiesto, con la sugerencia de que el oficialismo es inevitable, y que frente a él no hay nada qué hacer, más que la resignación, porque la suerte esta echada; y que bueno la conclusión inevitable es que con el gobierno no se puede, y que en todo caso, la marcha oficial hay que leerla como una amenaza de que el gobierno no se privará de nada con tal de imponerse en el 2024.

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Ociel Mora

Es vicepresidente de Perspectivas Interdisciplinarias, A. C. (www.pired.org), organización civil con trabajo académico y de desarrollo económico de grupos vulnerables; y promotora de acciones vinculadas con la cultura comunitaria indígena y popular. Su línea de interés es la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla.