¿Embajador de excepción?
- Antonio Tenorio Adame
Los fragores de la guerra de Ucrania llegan hasta los pasillos de San Lázaro donde el embajador Ken Salazar, reconviene a los representantes del pueblo de México por la formación de un Grupo de Amistad con Rusia, como si tal fuera un acto a favor de su flanco de batalla.
No siempre ha sido así, los gobiernos de ambos lados de la frontera norte han coincidido en las administraciones de Juárez –Lincoln y de Cárdenas- Roosevelt, además en época de Carranza–Wilson, la diplomacia mexicana brilló con destellos propios.
En cambio, en las etapas oscuras de esta relación, a manera de un matrimonio obligado, se ha registrado la presencia de embajadores que se asumen como “procónsules del Imperio”.
Por la negativa
El representante de los Estados Unidos, Ken Salazar, acudió a San Lázaro en calidad de invitado la instalación del Grupo de Amistad México-Estados Unidos. Durante su estancia se animó a pedir al gobierno mexicano muestre su solidaridad con el pueblo de Ucrania; señaló: “Tenemos que estar en solidaridad con Ucrania, en contra de Rusia. Ayer el embajador ruso estuvo aquí haciendo un ruido, que México y Rusia están tan cercanos. Eso, perdón nunca puede pasar, nunca puede pasar”.
¿Su calidad de Embajador incluye la de censor de la política mexicana?
La recomendación de su excelencia puede sonar extrañas si acaso no se recuerda o no se conoce el comportamiento de su primer antecesor, Joel Roberts Poinsett en 1822 retirado por petición de México, al igual que su sucesor inmediato,
Desde los inicios de las relaciones con los Estado Unidos, al arribar Poinsett procedente de una larga estancia en Rusia y pasando por Chile y Argentina, llegó a nuestro país con un bagaje y experiencia de vasto dominio de espionaje político que le permitió ahondar en los conocimientos del interés de su país en los preparativos de expansión sobre nuestros territorios.
Por lo general, este personaje es sujeto a un juicio partidista, porque se le censura más por su afinidad y promoción de la masonería que por anticipar el despojo de nuestro territorio..
La participación de Poinsett en la política mexicana fue tan intensa como de amplios horizontes, en especial como impulsor de la formación de logias masónicas del rito yorkino. Al escribir a Johnson el 23 de febrero de 1828, le confería: “El general Guerrero, que será el próximo Presidente, si es que vive, me ha hecho grandes ofrecimientos; pero yo no renunciaría a mi país para convertirme en emperador de México”. (J Fuentes Mares 1960, 233)
Por la afirmativa
En el largo discurrir de las representaciones diplomáticas de EE. UU. en México, resalta la del diplomático Henry Lane Wilson, durante el gobierno de Howard Taft, quien se asumió como responsable de la paz social quebrantada por desórdenes contra el presidente Francisco I. Madero, de suerte que propició el crimen contra el Presidente y el Vicepresidente (13 febrero 1913), ocasionado un gran daño a la Nación.
Otra muy distinta fue la relación promovida por Josephus Daniels, cuya representación como embajador de Estados Unidos, se extendió durante el régimen de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1940. Al decir de expertos, este embajador junto con el entonces presidente de la Unión Americana, Franklin Delano Roosevelt, participaron en la invasión de los marines yanquis en 1914 en el Puerto de Veracruz, con la diferencia que entonces el subordinado era quien llegaría ocupar la Casa Blanca en Washington. Durante el mandato de Roosevelt se aplicó la política del New Deal para la recuperación de la economía norteamericana; en complemento a la política exterior se promovió un trato a México con la política de Buenos Vecinos, y se dio entonces un trato de cooperación internacional en ambos sentidos.
El acuerdo diplomático de los Estados Unidos a nuestro país ha sido variable dentro de un contexto de presión al débil para recordarle a México la diferencia enorme que genera la asimetría e inequidad. Desde luego el punto más tenso ha sido mostrado durante el Guerra de 1848, cuando los Tratados de Guadalupe Hidalgo sustrajeron la mitad del territorio nacional.
Hubo momentos de grandes tensiones que se manifestaron con la suspensión de relaciones. El embajador de la Casa Blanca entre 1916 y 1919 fue Henry Prather. Con posterioridad no hubo embajador hasta 1924, con la firma de los Tratados de Bucareli en la época de la Revuelta del Plan de Agua Prieta, que otorgara el poder presidencial al grupo sonorense, que levantó el embargo del reconocimiento al presidente Álvaro Obregón. La firma de los Tratados declaraba la inaplicabilidad del Artículo 27 constitucional sobre las propiedades norteamericanas en nuestro territorio, con el añadido del mensaje del congelamiento de ventas de armas, anuló el riesgo de revueltas contra el gobierno, lo que originó la paz priista de alrededor de ocho décadas.
Así también ocurrió en la época del gobierno de Miguel de la Madrid. La actividad hiriente del embajador estadounidense John Gavin y el presidente Reagan llevó a la firma del Tratado del GATT. Además, otro mecanismo de presión para imponer sus objetivos es por medio de la regulación de las normas del comercio binacional, ahora extendida con la aplicación de la normatividad del TEMEC.
Para efectos constitucionales
La extensión de este texto ha sido inevitable, a pesar de que es sólo un vistazo, ni siquiera una cronología completa. Faltaría espacio para anotar los buenos oficios diplomáticos que favorecieron la recuperación de El Chamizal, territorio que fue sustraído por los desbordamientos de torrentes del Río Bravo.
Este breve apunte ha querido brindar un acercamiento a las complejas relaciones con los Estados Unidos, en las que los atropellos del embajador Kent son por demás conocidos, y ya las hemos toreado antes.
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Licenciado en Economía por la UNAM, y docente en la BUAP. Fundador de la Academia de Historia y Crónica Parlamentaria y cofundador de la Asociación de Periodistas Democráticos junto con Renato Leduc. Ha sido diputado federal en diversas legislaturas, desde donde ha impulsado la apertura democrática.