"Magnífico rector", con esta expresión suele saludarse a los rectores en Francia, del mismo modo que a los cardenales se les dice "eminencia" y a los ministros de algún culto "su excelencia". Y es de entender que los rectores universitarios de Francia tengan ese tratamiento honorífico puesto que al abolir los galos el antiguo régimen, los títulos nobiliarios fueron sustituidos por los honores civiles, así que los rectores, que no ostentan ninguna nobleza, sine nobile diría el poeta, ostentan la magnificencia, y apelando a este don que encarnan los rectores, cuyo ejercicio consiste en escuchar y conceder, y además tomando en cuenta que, como en Francia, el Antiguo Régimen está periclitando, apelamos a que el rector sea el gran actor de una nueva universidad que se vislumbra abierta:

            Por primera vez en varias décadas, la universidad no se encuentra bajo el control del Gobierno del Estado, este control a veces significaba la sumisión de la propia universidad y otras veces la libertad con un buen presupuesto, dependiendo de las veleidades del jefe de gobierno en turno, ese ogro filantrópico al que aludía Octavio Paz que, manisuelto, otorgaba los dineros a la Universidad y, boquiabierto, la devoraba hasta el tuétano. Creo que este es un momento especial —momentum llamaban los filósofos antiguos al hecho de que se presentara una gran oportunidad— para que la universidad, más libre que nunca, tome los rumbos del diálogo democrático y abierto con la comunidad universitaria, con toda la comunidad, pues ya no hay un ogro en casa.

            Esta es también la primera vez en muchas décadas que el rector, y qué bueno, no jugó la doble agenda de hacer bien las cosas dentro de la universidad para conseguir un cargo de elección. Es decir, por primera vez, la ambición de poder no le quitó el sueño al rector, no tenía que ser rector de día y conspirador de noche, no vivió la doble vida del programa académico y la propaganda política, la esquizofrenia del acta de calificaciones y el acta de escrutinio, el delirio de confundir alumnos con votantes, campus con distritos, cubículos con casillas y profesores con mapaches. No, esta vez no ganó la locura. Y esperemos que esa edad de la locura no vuelva nunca más a la universidad.

Rector, bajo la cordura que ha vuelto a la Universidad, es que es posible encontrarnos de nuevo todos, insisto todos, en el ágora académica, y desde esta cordialidad reconstruir la universidad abierta y libre, la universidad del futuro que logró quitarse dos terribles ataduras: el asedio del poder del Estado y la sed de poder de los rectores. Empecemos, Rector, por incentivar los diálogos por la universidad.

Carthago delenda est: Ingreso universal sin menoscabar la calidad.

maldonado.miguelangel@hotmail.com

Miguel Maldonado nació en Puebla, México, en 1976, cuenta con un doctorado en Teorías de la Cultura por la Universidad de las Américas en cotutela con la Sorbona. Maestro en Ciencias Políticas por la BUAP y la Universidad McGill, Montreal. Premio Nacional de Poesía Joven Gutierre de Cetina 2006 y Premio Nacional Joaquín Xirau 2016, otorgado por la Secretaría de Cultura Federal y El Colegio de México; ha publicado más de una docena de libros y ha sido traducido a una decena de idiomas, entre ellos el chino, el griego el japonés y el árabe. Ha sido Secretario General de la Universidad de las Américas, Presidente de El Colegio de Puebla, Director General del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Puebla y agregado cultural en la Embajada de México en Kenia; también ha alternado la función pública con la docencia en diversas universidades y fundó en 2012 la editorial Destrazas. Tiene estudios certificados en inglés, francés, chino y ruso. Actualmente dirige la revista de pensamiento y cultura de la Benemérita Universidad del Estado de Puebla, Unidiversidad y es colaborador de El Heraldo de México. Entre las distinciones y membresías, destacan la Legión de Honor de México y ser miembro de la Academia Mexicana de Derecho Internacional.