Respuesta a la “desmesura” de declaraciones que no pueden ser reivindicadas por ningún Morenista ni de izquierda ni democrático

  • Samuel Tovar Ruiz
Nada más falso, si es que realmente hablamos de un "clima civilizado" de Estado de Derecho.

Antes de abordar el fondo de este escrito, permítaseme combatir aunque sea brevemente dos “mitos” muy extendidos en nuestro medio social.  Uno tiene que ver con la creencia de que acudir a los tribunales, significa agredir, lesionar los intereses de otro, por ejemplo un demandado o una autoridad cuya resolución es motivo de impugnación.  Es increíble que, incluso, muchos “ilustrados” juristas mantengan semejante posición, semejantes exceso. Nada más falso, si es que realmente hablamos de un <<clima civilizado> de Estado de Derecho.  Desde los mismos jurisconsultos romanos, la mayoría muy preclaros,  quedó claro que la <<mejor metodología>> para dirimir conflictos de intereses:  personales o sociales, era la jurídica; aquella que no sólo hacía uso de reglas sino de jueces, funcionarios con facultad y capacidad para juzgar sobre la aplicación a cosos concretos de leyes generales, abstractas.  Es decir, nada mejor para arribar a un <<clima de convivencia social>> que someterse a la jurisdicción de la aplicación de normas jurídicas impersonales.   De modo que intentar “amenazar” a alguien con aplicarle la ley, en realidad ya, para los antiguos jurisconsultos de roma, no sólo era un despropósito, algo irrisorio, sino muestra de una ignorancia muy, muy gruesa, muy pesada. Propia de quien confundía el “imperio del prejuicio” con el de la ratio legis.

Otro mito, consiste en que quien profiere alocuciones respecto de otro u otros “se crea” con el derecho a que estos se las “traguen”, y que en consecuencia “no sean respondidas” (¡sic!).  Pero quienes sostienen ese modo de pensar “tan atávico”,  lo único que exhiben es que deben ser miembros de una especie de “aldea medieval” y mucho menos de una <<sociedad de conocimiento>>, cuyos supuestos esencialmente no pueden ser otro que los comunicativos, los informativos, los dialógicos.   Estas personas, con semejantes posiciones, están a años luz de lo que Jürgen Habermas caracterizara como <<democracia deliberativa>>, y además señalaba la necesidad de hacer un esfuerzo cooperativo socialmente hablando para <<construir la verdad>> sobre cualquier tema.  Con todo esto, ¿cómo es que hay personas que se atreven a hablar o escribir para el público y luego dogmáticamente se cierran y no aceptan que se les impugne, que se les replique?. ¿Están mal de la cabeza? o ¿qué les pasa?  Desde luego si hablamos de democracia tenemos que entrarle al debate, a la discusión libre de las ideas.  Aquí no hay más autoridad que la capacidad para argumentar o convencer con razones.   Nada de estereotipos, ni de imágenes mesiánicas, ni de superhéroes de la “transa legaloide”.  Decía hace poco Sabina en una de sus recientes giras musicales “Todo lo niego”.  Yo también, si se cae en el abuso, si el poder se cree hipócritamente irredento y con derecho a aplastar a todos,  si se hecha montón a quien no tiene acceso a los medios y sólo apela a su gran fondo social y de verdad.

Pasando a otra cosa.  Apenas hace unos días salió en los diarios y redes sociales una declaración conjunta de Carlos Figueroa y Bracamontes en que acusan al senador con licencia: Alejandro Armenta de “incongruencia”. Toda vez que según los primeros, el segundo habría firmado una “carta de confidencialidad” en el sentido de aceptar los resultados de la “encuesta de Yeidkol”, misma que según los primeros habría de determinar al ganador, y que además para efectos de la elección extraordinaria, que estaría por verificarse, sería el abanderado oficial de MORENA.

Palabras más palabras menos, esa es la acusación que se le hace al senador con licencia. Misma que da pie para que, incluso, Carlos Figueroa, vaya más lejos, y ya hable de la posibilidad (¡pácatelas!), a todas luces excesiva y arbitraria, de expulsar de MORENA (¡sic!) al senador con licencia.

¡Vaya cosa! Pareciera que tantos años de estudio de las ciencias sociales, no le alcanzaron a Carlos Figueroa como para entender que el <<derecho a disentir>> en una institución política, no sólo es principio de toda política democrática altamente civilizada, sino además un derecho humano fundamental, de índole política, ampliamente reconocido entre nosotros (quizá en Guatemala en su lugar, lo que impera es el “dogmatismo sectario”, y de modo muy sintomático Figueroa lo pone en práctica como queriendo quedar bien, a destiempo, con el autoritarismo Chapín (¡sic!)), por nuestra actual carta Magna. Que además ha costado <<siglos de lucha contra el conservadurismo>> que también combate nuestro flamante presidente AMLO.    Por si ello no bastara, tal derecho está consagrado en primerísimo lugar por la mismísima Convención Americana de Derechos Humanos del Pacto de San José De Costa Rica de 1962, y signada por nuestro país en 1982, al final de la administración del Presidente José López portillo. Desde entonces con efectos vinculantes para todas las instancias de poder dentro de nuestro país.

2. Igualmente pareciera, por sus irresponsables alocuciones que no sólo <<el derecho a disentir>>, sino el correspondiente <<principio de Tolerancia>> ha sido reivindicado por toda régimen democrático, significando un claro índice de gran nivel civilizatorio, mientras su negación es propia de “tiranos” y de “mentes obtusas”.  No de balde ya desde la segunda  mitad del siglo XVII  correspondió al politólogo inglés:  John Locke, refutar al “santo patrono” de las tiranías absolutistas: Robert Filmer, sometiendo a demoledora crítica a la obra más representativa de éste: “El Patriarca”.  También no de balde legó, el primero, a la posteridad un hermoso poema sobre el tema: <<Cartas sobre la Tolerancia>>, que debieran leerlo bien nuestro amigos. En esta obra con poderosas razones defiende la idea de desterrar de toda sociedad moderna el cochambre del dogmatismo y el sectarismo, pues con el prejuicio a cuestas  son condiciones ambas, de toda desviación autoritaria y abusiva en el ejercicio del poder.  Emulando su deseo tales cochambres también deben ser desterrados de cualquier institución y práctica democrática.  Ya que preludian diversos rostros de las prácticas del  “fascismo político”.

3. Resulta igualmente sorpresivo que Carlos Figueroa no capte la fácil distinción entre comportamiento imparcial  y aquél que no lo es.  De otro modo ya, por lo menos, le hubiera lanzado un “alegato de oreja” a Yeidkol, en el sentido de que ni él ni ella, pueden, en su calidad de autoridades, “ser juez y parte” en una contienda electoral que por el contrario tienen que arbitrar.  Como todo jurista, medianamente inteligente, sabe, toda intromisión en un proceso contencioso, de la naturaleza jurídica que sea, por parte de quien debe juzgar, arbitrar, motiva desde luego que se “tache”(desautorización legal)  al “funcionario entrometido” , sus intereses en el asunto, al ser ajenos a éste,  son inaceptables para <<el derecho>>, para <<la justicia recta>>.  De modo que el “entrometido”, ya en el momento en que interviene, exactamente con tal despropósito se incapacita para juzgar o para emitir opinión.  Esperamos que Figueroa entienda este sencillo razonamiento y que con Jeidkol y Cía., no den motivos al senador con licencia para que pida su <<tacha>> institucional y legal.  Esperamos que no reincidan, de otro modo, el “vocero de  Barbosa” los estaría observando para blandir seguramente su guadaña legal contra ellos. ¡Aguas!  Por el bien de Morena y la ciudadanía poblana ya no enrarezcan el asunto. Tan sencillo es que demuestren <<la metodología científicamente exacta>> que utilizó Yeidkol para hacer creíble antes, durante y después “los resultados de la encuesta”.   Los Morenistas seguimos esperando que por fin se decidan a darle chance a la razón, a la cordura, a la Verdad.  Lo más fácil es denostar al contrario, a la contraparte. Pero los “improperios” y “denuestos” no sirven para suplir la razón legal y democrática.       

4. Quienes aspiramos a una <<MORENA>> democrática , justa, con rostro humano, jamás avalaremos que por motivos políticos se criminalice a nadie, menos a un militante suyo. Parafraseando la sentencia del gran  Voltaire, simplemente, diremos que: <<Puedo no estar de acuerdo con lo que afirmas sobre tal o cual tema. Pero daría mi vida por defender el derecho que tienes a decirlo>>.  Ser de izquierda <<es tomar partido contra cualquier injusticia, de cualquier índole, y donde quiera que se cometa>>. Ser reaccionario “es la oportunista posición de escudarse en el poder y desde ahí, a mansalva, lanzar improperios, descalificaciones”.   Por cierto,  desde aquí lanzamos la propuesta para una iniciativa de ley que <<proteja el derecho de réplica>> contra cualquier medio.  Y si alguno lo niega, entonces que indemnice a la víctima. No más “monólogos” en los medios. Acostumbrémonos a disputar y debatir nuestras ideas sobre cualquier tema.  Es <<derecho del público>> tomar nota de puntos de vista divergentes.  Desterremos el dogmatismo, el sectarismo, el prejuicio,  sinónimos de la corrupción que día con día nuestro  Presidente de México combate.  Finalmente <<imparcialidad>>, según el diccionario de la Real Academia Española  consiste en: “falta de designio anticipado o de prevención  en favor o en contra de personas o cosas, que permite juzgar o proceder con rectitud.”  Sería bueno y urgente que los directivos de MORENA lo leyeran, reflexionaran y más aún se comportaran en consecuencia.  ¡Salud Camaradas!

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