¿Cómo nos formamos?
- María Teresa Galicia Cordero
A veces nos preguntamos qué es lo sucede en nuestra sociedad y muchas veces no analizamos cómo es que se están formando los sujetos sociales en la actualidad el por qué se desprende su actuar.
Una sociedad es interiorizada como una realidad por los individuos a través del proceso de socialización, en la cual según algunos teóricos de la construcción social de la realidad, como Berger y Luckmann ( 2013) existen dos tipos claramente diferenciadas: la socialización primaria y la socialización secundaria.
La primera es por la que atraviesa el individuo en la niñez y es la base para las socializaciones secundarias. En nuestra niñez nuestros familiares más cercanos padres, tíos, abuelos, son los primeros encargados de nuestra socialización, ellos seleccionan y filtran cierta información que depende de su posición social y su estructura biográfica.
Este proceso que se inicia desde nuestro nacimiento y que empiezan a formar nuestro mundo exterior e interior, es el que va formando nuestra identidad personal, en tanto internalizamos los roles y las actitudes de nuestros familiares más cercanos, para que poco a poco vayamos construyendo una imagen de nosotros mismos.
Si lo anterior es así, podríamos entender la magnitud de la influencia que tenemos de nuestra familia de origen y que explica de alguna manera que existan personas frustradas, sin autoestima y hasta violentas cuando nuestro contexto familiar no ha sido el mejor.
Además, si entendemos que la socialización secundaria se determina tomando en cuenta la distribución social del conocimiento que incluye nuestra escolarización , los saberes construidos en la experiencia cotidiana y la complejidad del mundo del trabajo, entenderemos el impacto sobre nuestras capacidades y comportamientos en nuestra vida.
Así, los seres humanos afrontamos una diversidad de socializaciones secundarias que son la base para edificar nuestra identidad y experiencia social. Si reflexionamos en el tipo de escolarización por la que transitamos, los saberes que vamos construyendo en nuestra experiencia de vida y lo que se va abonando en nuestras diversas trayectorias laborales, no siempre el resultado es una persona feliz, realizada, íntegra y compasiva.
Por eso es básico repensar el proceso de formación que vamos teniendo, que según Cullen ( 2014) implica la búsqueda de ser único e irrepetible y no la imposición de un modelo de sujeto que no permita la diversidad y la tolerancia en un mundo cada vez más complejo y que además, resista con inteligencia responsable a un pensamiento único de formación en el que descansa esta sociedad en la que vivimos, en donde la competencia se convierte en un bien colectivo, en donde ya no se toman en cuenta los valores éticos universales.
Así, es necesario aceptar el riesgo o la apuesta de entender la formación como praxis, experiencia y responsabilidad en nuestra socialización, con todos los seres que cultivan conceptos y afectos, con inteligencia y emoción en relación con los demás.
Buena época para reflexionar. ¡Felices fiestas desde Alemania!
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Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.