Tecnología digital, falacia desde la educación

  • José Guadalupe Sánchez Aviña
Decir que todos tienen acceso a ella, no es real ni exacto. Sectores vulnerables, excluidos de ello.

Característica innegable del nuevo mundo es la expansión del hábitat digital; es pertinente que este reconocimiento nos sea de utilidad para mantenernos alertas y no caer en posturas y acciones que lejos de ayudar perjudiquen el desarrollo de nuestras sociedades.

 

¿Por qué llamarla falacia? Simplemente porque según la RAE implica un “Engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien.” En este sentido, muy particularmente para quienes buscamos una educación liberadora, de calidad, promotora de justicia y equitativa… debemos evitar causar daños mayores a los beneficios que pretendemos. Sabemos que la educación, como se entiende y aplica hoy, con un sentido alejado de la humanización del mundo, ha ensanchado las brechas en el interior de la sociedad: los más pobres cada vez más alejados de los beneficios de ésta.

 

Dudando que estemos en el marco de la noción de sociedad del conocimiento que el sociólogo Drucker, ofrece en los sesenta para comprender la transformación de la sociedad industrial hacia una post industrial. Hoy, cuando se dice que todos tienen acceso y manejan las tecnologías digitales, me vienen a la mente imágenes de innumerables contextos en donde ni luz eléctrica se tiene, ya no se diga señal o posibilidad alguna de adquirir un recurso de ese amplísimo catálogo de productos.

 

Como esta, hay ilusiones peligrosas: más allá de que los nativos manejen esta tecnología para entretenimiento y comunicación y no para el aprendizaje y el conocimiento, más allá de que hay un segmento de la población en pobreza extrema que difícilmente puede comprar un aparato de estos, más allá de las comunidades más alejadas o incomunicadas, casi siempre comunidades indígenas, no cuentan con señal o peor aún, luz eléctrica, más allá de estos aspectos que ya los expertos han tratado, en este momento me ocupa reflexionar sobre el impacto que las Universidades tenemos con nuestras acciones.

 

La eterna ilusión de responder a los requerimientos del mercado laboral, parece impulsar aún a las instituciones de educación superior a crear carreras específicas para lograrlo; coincido con la responsabilidad y compromiso que las Universidades tenemos con la sociedad, es por esto que señalo como punto de especial atención, que al pretender beneficiar a la sociedad, no terminemos afectándola negativamente.

 

¿Y si se combina la falacia y la ilusión, y formamos profesionales que finalmente beneficiarán a un segmento privilegiado de la sociedad? Me explico recuperando aspectos señalados: quienes tienen acceso a la nueva tecnología pertenecen a sectores específicos de la sociedad, los profesionales egresados de estas áreas de profesionalización, se integrarán a empresas que atienden este creciente mercado de la cultura digital ¿Entonces en dónde se localiza el beneficio del esfuerzo de formar a profesionales? No estoy seguro de la respuesta, pero de lo que sí estoy seguro es que difícilmente este esfuerzo educativo se traducirá en beneficios directos para esa población en condiciones de pobreza y marginación ¿Y la equidad?

 

Solo me he referido a la esfuerzos de las Universidades por responder a las necesidades de la sociedad; no está en discusión, por lo menos en este momento, la pertinencia del aprovechamiento de estas tecnologías en los procesos educativos, eso es “harina de otro costal”.

 

[El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla