Breviario del Escarnio

  • Juan Carlos Canales
La carga de los flagelos. El proyecto morenovallista pesa. Viabilidad de la resistencia civil

Por más que se intente ocultar, la alarmante situación de Puebla tiene nombre y apellido, y ese nombre es el de Rafael Moreno Valle. Desde luego, no estoy suponiendo que el exgobernador sea el causante de todos los problemas que atraviesa el Estado ni que, en estricto sentido jurídico, sea el único responsable. Pero es innegable que, moralmente, sí lo es como lo son hoy por hoy los que gobiernan Puebla cobijando la continuidad del proyecto morenovallista y los más mezquinos intereses que se han cernido sobre Puebla desde el sexenio pasado. Al vertiginoso endeudamiento y el crecimiento del Huachicol, el aumento en los costos de la Obra Pública, los niveles de marginación que alcanza la Ciudad de Puebla, el bajo desempeño de la Cámara de Diputados, la opacidad para el otorgamiento de Notarías, se suma hoy la terrible noticia de la caída de Puebla -el municipio- del lugar cuarentaitantos al noveno -de un total de 2446 municipios en México- en materia de homicidios. Lo subrayo: el Municipio de Puebla ocupa el noveno lugar en homicidios a nivel nacional. ¿Y? No se trata nada más de destapar la cloaca como más o menos dijo Antonio Gali al referirse al Caso del Huachicol con motivo de sus 100 días gobierno, sino de fincar, con puntualidad, responsabilidades.

 

Sin embargo, ¿alguien puede pretender que el actual gobernador de Puebla o el mismo alcalde de la Angelóplolis destapen la Caja de Pandora cuando fueron -y todavía son- piezas claves de la construcción del proyecto morenovallista, cuando el propio exgobernador se hizo eco de otros tantos mezquinos intereses federales en la región? ¡Por supuesto que no!

Pensarán algunos que la vía ideal para premiar o castigar un ejercicio de poder es la electoral. Sin embargo, la vida democrática no puede reducirse a ésa, máxime cuando las instituciones encargadas de cuidarla han sido, justificadamente, cuestionadas. La democracia se extiende -además de los procesos electorales- a un permanente ejercicio de rendición de cuentas, a una real separación de poderes, al irrestricto respeto a la opinión pública y, sobre todo, a la demarcación del decisionismo político, elementos que han estado ausentes de nuestra vida pública durante los últimos años.

¿Qué nos queda entonces? La Resistencia Civil y su posterior traducción a nuevos mecanismos legales. Resistencia sin la cual este país y este Estado no podrán salir del atolladero en el que la clase política los ha hundido.

Desgraciadamente, cualquier forma de Resistencia ha quedado subsumida y desligitimada por el tabú de la violencia cuando, paradójicamente, ese mismo tabú ha fomentado otras y peores formas de desorden como la corrupción, la pobreza, la impunidad, la exclusión; en fin, la lógica de la última forma de un capitalismo que arrastra consigo todo límite legal, poniendo fin a la construcción imaginaria del liberalismo respecto al mercado. Hablo de un capitalismo al que sólo se le puede calificar de depredador.
Dice un entrañable amigo que el más claro signo de nuestro tiempo no es la apatía sino el temor. Y tiene razón: nuestra propia cobardía acabará por arrebatarnos y destruir lo que es nuestro.

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Juan Carlos Canales
Poeta y ensayista, nació en Puebla. Estudió Maestría en Literatura española en la UNAM. Posgrado en Teoría psicoanalítica. Actualmente es catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP