Administrar pasiones e intereses

  • Víctor Reynoso
Limón Maurer, administrador de pasiones en el PAN de los 60's. UNEC vs. ACJM el dilema.

La reciente biografía de Ignacio Limón Maurer (Mauricio Limón Aguirre, El poder del militante) puede ser leída desde la definición de política que considera a esta actividad como “el arte y la artesanía de administrar las pasiones y los intereses de una sociedad, empezando por los propios”. Según el biógrafo, Limón Maurer llega a la presidencia nacional del PAN en 1968 porque el presidente en funciones, Adolfo Christlieb Ibarrola, renunció porque consideraba que Limón podía hacer lo que él no podía: unificar a los dos grupos en que estaba dividido el partido, los “unésicos” y los “acejotaemeros”.

Los hechos y los testimonios en torno a quien fuera presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN en 1968 y 1969 coinciden en que era una persona equilibrada, tranquila, positiva, siempre sonriente. Se le considera con otros adjetivos menos comunes: “objetivo” y “natural”. ¿Tienen estas características algo que ver con la política? ¿Ayudó la personalidad de Limón Maurer a sacar al PAN de su pequeña crisis de fines de los sesenta?

La respuesta a las dos preguntas es sin duda positiva. La sociedad es un mar de pasiones e intereses. Mal administrados, acabarían con la propia sociedad. En buena medida se administran mediante reglas no escritas y escritas (el “orden social”). Pero requieren también de la política y de los políticos. Un político incapaz de ordenar sus propias pasiones, de regular sus intereses, difícilmente va a generar bienes públicos.

Limón Maurer lo hizo: resolvió sin mayor problema la crisis interna; presentó, junto con los diputados panistas, una posición frente a la actitud del gobierno ante el movimiento estudiantil que hoy consideraríamos más que aceptable; cerró bien la difícil herida que había quedado en la relación de su partido con el presidente Gustavo Díaz Ordaz.

La división interna en el PAN en esos años era en parte cultural y en parte de estrategia. Por un lado estaban los “unésicos”, que habían formado parte de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos. Grupo cercano a los jesuitas y con posiciones que podrían ser consideradas abiertas y progresistas. Christlieb era un claro representante de este grupo. Limón Maurer también. Pero el primero era menos hábil para la administración de sus emociones políticas. Por otro los “acejotaemeros” venían de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, que dependía de la jerarquía de la Iglesia y era más conservadora que los anteriores (son los célebres “meadores de agua bendita”, bautizados así por Christlieb).

La estrategia también dividía a los dos grupos. Los unésicos apoyaron la estrategia de Christlieb de acercamiento al gobierno, primero cuando Díaz Ordaz era secretario de Gobernación y luego cuando fue presidente. Este acercamiento dio lugar a los “diputados de partido”, que caracterizarían al sistema electoral mexicano por seis legislaturas, dieciocho años  (1964-1979). Los acejoatemeros se opusieron a este acercamiento.

Alonso Lujambio ha caracterizado a este proceso como una “transición fallida”: Díaz Ordaz entreabrió un cambio electoral que no pudo o no quiso culminar. Es paralelo al parecer al esfuerzo del priista Carlos Madrazo, que también falló. Que la estrategia de Christlieb había fracasado fue claro para todos en la elección local del Baja California en 1968, marcada por el fraude. De ahí su renuncia y la llegada de Limón Maurer, entonces Secretario General. De ahí también los ánimos exaltados dentro del partido.

Christlieb era un individuo de inteligencia privilegiada. Basta leer sus escritos para constatarlo. Pero su inteligencia emocional era inferior a su inteligencia racional. Era irascible, de “mecha corta”. Por eso cedió su lugar a una persona que lo superaba en la capacidad de administrar sus propias emociones. No sé a qué se refieran los testimonios que consideran a Limón Maurer como “natural”, “excepcionalmente natural”. Creo sí entender a qué se refieren cuando lo califican de “extraordinariamente objetivo”: podía ver las cosas como son. Los intereses y las pasiones de sus adversarios, las de su propio grupo, las suyas. Y analizarlas y procesarlas para tomar decisiones y resolver problemas.

Por lo anterior, y en su muy peculiar circunstancia, hizo lo que pedimos hacer a todo buen político: generar bienes públicos, resolver problemas. Quizá no realizó una obra de arte, pero sí un buen trabajo de artesano.

Notas:

La definición de política presentada es una adaptación de lo escrito por Héctor Aguilar Camín en su libro La ceniza y la semilla. Aguilar no pretende definir la política, sino hacer ver que los políticos deben ser administrados en sus propios intereses y pasiones con reglas externas a ellos mismos. Es decir, con lo que conocemos como el entramado de reglas conforman la rendición de cuentas.

[El autor es Profesor de la UDLAP]

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.