La elección, reafirmaciones y confirmaciones

  • Abraham Bonilla Rojas
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En contra de las pobres en prudencia y poco precavidas proyecciones, se impuso la bien atendida estadística. Las primeras, pronosticaban un abstencionismo del 70 %; la segunda, gritó durante todo el proceso: la participación superará el 40 %.

Al revisar el comportamiento electoral mexicano en elecciones intermedias, el 40 % se convirtió en “el piso” de la participación denominada ciudadana. Una de las personas que logró una mejor aproximación al porcentaje fue –es un buen conocedor del tema y fue presidente del instituto que antecedió al actual- Luis Carlos Ugalde. En efecto, el porcentaje superó al visto en la elección intermedia del 2009: alcanzó esta vez el 47.005 % del padrón, según los datos finales del PREP.

El Instituto Nacional Electoral (INE) enfrentó su primer labor en un complejo contexto nacional y, en casos particulares, entornos locales. En general lo hizo adecuadamente tanto en lo dispuesto por la legislación y lo institucional como en lo técnico y operativo. Existen factores por corregir, enmendar, evitar, erradicar o mejorar.

El desarrollo de un órgano capaz de instrumentalizar elecciones con la mayor participación y confiabilidad posibles, ha sido un procedimiento de más de dos décadas. Los esfuerzos y objetivos obtenidos no pueden menospreciarse ni rechazarse. Una muy breve mención a ello hice en días pasados en este espacio. El INE mostró que en cuanto a la operatividad de sus componentes técnicos y de sus procesos institucionales, tiene la capacidad de hacer una adecuada instrumentalización. A ésta se le deben corregir puntos débiles o aún no suficientemente controlados.

Sin embargo, hay un factor de gran importancia que todavía no puede resolverse, por más voces triunfalistas que haya: la credibilidad y la confianza de la sociedad o de aquellos sectores de la población denominados ciudadanos hacia el INE. Es entendible que ello suceda por la historia de muy diferentes procesos nacionales. Esta tarea no corresponde exclusivamente al INE. Hay órganos que influirían en ella de manera interinstitucional. Pero también los individuos estamos llamados a la faena. La lealtad se construye entre todos.

Puede parecer complicado por los contextos y circunstancias bien sabidas y conocidas, mas esta labor consiste en dos pilares: el referido, es decir, lo competente a las leyes, las instituciones y las personas –todas- con respecto a éstas; y, por las personas con relación a las mismas personas. Alguna otra que se perciba ideal por cuanto libertaria, encausaría a la consecución cíclica de los fenómenos que de alguna manera y por algún motivo deben transformarse.

Los mecanismos están: como todo lo mecánico tiene que contar con mantenimiento. Hay que ponerlos en operación. No se les puede dar si antes no han operado. Su actividad misma permite identificar qué requiere compostura y qué instrumentos o herramientas son las más viables para mantener al mecanismo lo mejor posible.

Muy probablemente cuando ello suceda, pueda abrirse un nuevo panorama en la escena política mexicana: que el buen mecanismo no depende tanto de su conformación como de su operación. Es decir, tal como en el artículo de mi autoría referido en éste manifesté: si las elecciones fueran la solución, cuánto ya habría sido resuelto. ¿Hay acaso otra manera de resolver si no es laboral en la implementación de lo que ha de solucionarse?

Twitter: @JAbrahamRojas

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