Primera etapa. Admisión 2015

  • Abraham Bonilla Rojas
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La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) dio a conocer, en el marco del proceso anual para admitir a su nuevo alumnado, los resultados de la primera prueba: la de aptitud académica. Esta vez –y por ello me excuso- más que un artículo, ofrezco un simple comentario.

Los procesos y las pruebas de admisión son perfectibles. En mi experiencia, la Prueba de Aptitud Académica (College Board) resultó una sencilla evaluación. Por eso sorprende la cantidad de aspirantes que no logran obtener un puntaje aprobatorio. Considero que es la consecuencia de un sistema educativo deficiente. Ésta es una apreciación general y nada reveladora. Sobre ese sistema –educación de preescolar a preparatoria o bachillerato- no estoy facultado para opinar: es un tema que poco conozco. Contrario a la educación universitaria con la que estoy gratamente familiarizado, aun siendo todavía estudiante de licenciatura. Por ello escribo sobre este proceso anual, sobre nuestra universidad y la manera en que en ella se reciben a los nuevos educados. Sin embargo no toda la responsabilidad es del sistema. Probablemente para los alumnos en condiciones desfavorables, tanto sociales como económicas, efectivamente la causa mayor sea la pobre instrucción recibida. Más aspirantes con mejores situaciones de vida sean casi tan responsables, igualmente o incluso más que el propio sistema. Me refiero a aquellos con posibilidades fáciles o relativamente sencillas de acceder a las diversas fuentes y medios de información e instrucción. Esto no es sin duda alguna excusa para los estudiantes de un nivel socioeconómico desfavorable que dentro de sus limitantes, pudiendo esforzarse por “construir” su lugar en la BUAP, no muestran el interés pertinente por conseguirlo. Si no, no habría –naturalmente- alumnos que viven en condiciones de pobreza incluso profundas.

Están publicados los resultados de la primera prueba. Deseo por el bien de todos, también de quienes no son parte de esta comunidad, que hayan quedado quienes así lo ameriten. No un mérito por un resultado o una puntuación. Que lo ameriten por la vocación y la ambición, en el sentido positivo del concepto: la pasión por crecer en el intelecto y en el espíritu para el bienestar propio y colectivo. Lo deseo porque es la BUAP la institución que más profesionistas da a la sociedad, a Puebla, a México y, como en destacados casos de notables alumnos, también al mundo. Es mi esperanza porque la BUAP tiene que ser la institución líder de la entidad y un referente nacional, apreciada a nivel internacional. Líder no únicamente en instrucción y educación. Que lo sea también en la formación profesional en su más amplia concepción; en su aportación de licenciados, maestros y doctores a las comunidades; en la generación de conocimientos de buen o excelente nivel académico, que de la posteridad sean antecedentes; y, en soluciones complejas a los varios fenómenos que al hombre atañen, sean en ciencias exactas o sociales. No tiene que ser líder por simple orgullo. El orgullo se puede hasta comprar. Que lo sea por ser la Universidad Autónoma de Puebla. Esto es, la universidad que es autónoma en su constitución y régimen interior pero también porque en ella no se establece con rigor un “línea” que se sugiera seguir al alumnado y, por otro lado, la universidad que al ser pública es de todos. Todos, aunque oficialmente no sean parte de la comunidad universitaria, pueden acceder a lo que ella ofrece: sus bibliotecas, librerías y espacios. Tan sólo con estar en el Complejo Cultural (haciendo uso de él como complejo, no tanto como corredor gastronómico), se crea un vínculo con la BUAP. Y quienes somos parte de la comunidad no debemos ser egoístas ni recelosos. Al contrario: la BUAP es de todos los poblanos. Incluso de quien no es poblano. Por eso tiene que ser líder. No así en los números como en lo sustancial. Los números pueden variar, lo sustancial no y es muy difícil medir en números que, si bien pueden obtenerse, no explican la complejidad de la esencia. No es extraño, por el contrario, que un precedente de la percepción de lo esencial sea lo cuantitativo.

Estudiantes y docentes tenemos una enorme responsabilidad siendo parte de la BUAP, por lo expuesto anteriormente. La tiene, asimismo, el cuerpo administrativo. Grande es a su manera según cada perspectiva. Hay que hacer efectivo el lema: Orgullosamente BUAP. En especial me refiero a los aspirantes, algunos de los cuales pronto serán los nuevos miembros de esta comunidad. Los estudiantes sobre quienes hago votos por su ingreso a la universidad son, reitero, aquellos con vocación y una sana ambición. No importa si son de una colonia periférica, pobre y popular o de una con amplias comodidades y aun lujos. Esto constituye un elitismo. No un elitismo económico; uno intelectual. Sobre todo que los aspirantes a estudiantes cuenten con sentido humano.

Siendo estudiante de Derecho y de su Facultad –de Derecho y Ciencias Sociales-, por supuesto que mi mayor interés gira alrededor de la facultad y de la licenciatura. Puebla, México y el entorno internacional necesitan profesionales y profesionistas del Derecho que dignifiquen y enaltezcan la profesión. Nuevamente no es un mero asunto de orgullo ni de poses. Es un error creerlo así, más en Derecho. Se trata de la naturaleza misma de él y, en general, de las ciencias sociales. Son las que más vocación exigen. La razón es tan simple como compleja: su estudio es el humano. Eso es magnífico, en la mayor extensión de la palabra.

Sea este ánimo el que impulse a los aspirantes. Que sea proporcional al que motive a los docentes y a la administración de la universidad. Es tan sólo la primera etapa. Pero es una etapa para toda una generación de profesionistas.

Twitter: @JAbrahamRojas

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