Remembranzas de un carnaval de Mazatlan
- Atilio Peralta Merino
El arribo de las primeras oleadas de migración china a fines del siglo XIX, trajo con consigo una oleada infame de acciones criminales de la sociedad en mexicana, perpetradas en contra de aquella comunidad que buscaba asentarse entre nosotros, erigiéndose en una de las fases más oscuras y vergonzosas de nuestra historia que ha sido mantenida por lo demás, en el más absoluto de los silencio.
El mismísimo Ricardo Flores Magón, ejemplo de adalid de las luchas sociales, llegó a establecer como base de su programa de gobierno la proscripción total de la migración proveniente de China.
Los chinos, que en algún momento habrían sido hacinados por las autoridades migratorias en Tijuana y en Tapachula como puntos extremos de la cartografía nacional, fueron extendiendo su presencia, y con ella sus costumbre, algunas encomiables y otras no tanto, como la que concierne a la ingestión del opio.
Al paso del tiempo, los chinos asentados en Sinaloa llegaron a tener cultivos relativamente significativos de la flor de adormidera.
Pronto aparecerían en el horizonte otras personas interesadas en controlar el negocio del opio y en desplazar a los chinos; México fue un centro importante de actuación del espionaje alemán durante la Primera Guerra mundial, y , posteriormente, desde los días del ascenso de Hitler al poder, los residuos de aquel núcleo de informantes se habrían sumado a la cruzada antisemita del Tercer Reich conformando lo que sería denominado como : “La Quinta Columna”, la cual, de más está decirlo, decidió financiar sus actividades con las utilidades que le brindaba el trasiego de droga a los Estados Unidos.
La “Quinta Columna” contaría en México con la cobertura que al efecto le diera el gobernador de San Luis Potosí Gonzalo N. Santos , quién, por conducto de un aviador de su confianza de nombre Roberto Trawis ,terminaría estableciendo una importante alianza estratégica de negocios con su colega , el gobernador de Puebla, Maximino Ávila Camacho.
El gobierno de Sinaloa a cargo de don Rodolfo T. Loaiza inició entonces una importante campaña de erradicación del cultivo de la amapola, los terratenientes afectados, respaldados por el propio Maximino, llamaron al sujeto que les había servido para someter a los agraristas e impedir el reparto de tierras en la región, un hombre llamado Rubén Valdés que respondía más comúnmente al mote de “el gitano”.
De suerte tal que el lunes 20 de febrero de 1944, se habría dado inicio al trágico Carnaval de Mazatlán, el Coronel Loaiza se trasladó a la localidad en cuestión desde Culiacán para presidir los festejos en su carácter de gobernador de la entidad , y la alegría desbordada de los lugareños lo había contagiado, decidió entonces trasladare con su comitiva al “Patio Andaluz” del Hotel Belmar; ahí su reloj Elgin de oro se paró a las 2 de la mañana menos 10 de minutos del martes de carnaval; tras su asesinato, el gobierno recayó en el General Pablo Macías Valenzuela, quién habría sido el último titular de la Secretaría de Guerra y Marina antes de su transformación con motivo de la declaración de guerra al “eje” y con quién los terratenientes de Sinaloa, por su parte, no volverían a tener la más mínima de las rispideces.
albertoperalta1963@gmail.com
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De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.
Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava