El espíritu de la enseñanza
- María Teresa Galicia Cordero
“El mundo es un proyecto inacabado,
extendido en el tiempo,
una realidad dinámica y dispareja,
mezcla de orden y de caos,
sustancialmente abierto al futuro”
Pablo Latapí Sarre
En una sociedad como la nuestra, extremadamente polarizada, conformada por grupos sociales que no tienen puentes de comunicación entre ellos, la falta de cohesión social limita la inclusión. Y si a esto le sumamos la espiral de violencia que sigue creciendo en México, la desigualdad continua aumentando.
Ante esta realidad, el espíritu de la enseñanza debiera ser distinto, ya que aún con las reformas que han antecedido a esta que se aprobó, la relación al interior del aula en muchas de nuestras escuelas sigue siendo una actividad mecánica, improvisada y fría.
Los conocimientos son importantes, pero en todos los niveles y modalidades pareciera olvidarse que lo más importante de la tarea de educar es formar. El conocimiento es la vía para desarrollar la capacidad crítica para que el alumno piense por sí mismo y tome una posición adaptada a su realidad con relación a lo que vaya descubriendo.
Aún con los procesos de formación continua, muchos profesores han olvidado, no le interesa o no saben cómo realizar un trabajo docente que además de informar, forme. En este país donde buena parte de los ciudadanos reciben mucha información aún no son capaces de usarla crítica y reflexivamente, a pensar por sí mismos y tomar posición frente a la realidad y al propio conocimiento. Hay que formarlos desde que son estudiantes a producir conocimientos, no sólo a consumirlos, de no hacerlo, seguirán asumiendo como realidad lo que les dicen y trasmiten otros.
A medida que avanzan los niveles educativos, la cátedra se va posesionando del aula, donde el profesor asume el papel protagónico y el alumno le escucha obediente, eliminando el verdadero acto de enseñar y aprender. El asombro es el mejor inicio, de ahí la necesidad de mantenerlo en todo el proceso de aprendizaje. Un estudiante sin asombro, será un ciudadano a expensas de lo que le digan, de lo que le cuenten, vivirá a partir del asombro construido por otros sin construir el propio.
Pablo Latapí afirmaba que el asombro es una apertura de la razón hacia otras formas de conocimiento, un puente salvador que lleva de la ignorancia a la sabiduría (1996). Los maestros, los alumnos y toda la comunidad educativa deberán ser filósofos de la vida en donde el asombro sea el detonador. Educar a otros es despertar en ellos una gran curiosidad y desarrollar su sensibilidad a la sorpresa, por eso, la mentalidad y el corazón del maestro deberá estar abierto a la innovación y al afecto, para crear en su alma un vínculo afectivo con los que le rodean. Despertar en el alumno el gusto y la alegría por aprender si es una tarea exclusiva del maestro.
Porfirio Morán Oviedo escribe que es necesario hurgar en el rostro de la docencia (2007) interrogarla desde su quehacer, desde sus fines, desde la construcción de las personas como seres individuales y sociales. Es preciso saber ¿qué significan las acciones de profesores y estudiantes? ¿Cómo se organiza la vida en el aula? ¿Se enseña por gusto y se aprende por placer? ¿Cómo se relaciona la vivencia de la escuela con lo que pasa fuera de ella? En concreto, es una invitación a retornar al mundo de la escuela para dar cuenta de los valores que se viven, se enseñan y se aprenden en ella, de sus tensiones y conflictos y de cómo las personas llevan a la práctica social esos valores aprendidos.
En disonancia con lo que ocurre en nuestro país en torno a la aprobación casi obligatoria del paquete de Reformas según el ejecutivo y buena parte de los legisladores, es indispensable fomentar en las aulas la pluralidad de ideas y formas de pensar. Suscitar la comparación, la confrontación y el diálogo que trascienda el dogmatismo, para definir qué se debe cambiar y qué debe permanecer dentro de la escuela que tenemos, en la perspectiva de construir colectivamente nuevos modelos de convivencia social basados en una nueva cultura escolar.
La docencia actual, a pesar de los avances de la investigación educativa y de los programas de formación de profesores de los últimos años no es innovadora, por eso y recordando a Don Pablo, una reflexión permanente entre colegas les permitirán tomar conciencia de sus limitaciones y descubriendo su camino hacia otras formas mentales y anímicas que les devuelvan a su oficio de educadores su sentido y pasión .Devolverle a la educación su perpetua novedad requiere otros horizontes qué sólo dará la reflexión sobre el mundo y sobre nuestras limitadas maneras de conocerlo.
Comentarios a galiciat@gmail.com
Fuentes:
- Latapí Sarre Pablo. 1996. “Educar para un mundo inacabado” Revista Proceso.4 de marzo
- Morán Oviedo P. 1999 La docencia como actividad profesional en Cuadernos de Investigación Educativa 2004
Opinion para Interiores:
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Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.