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Corrida en Apizaco: no todo lo que brilla es oro
La corrida de Apizaco terminó perdiendo seriedad porque don Mario Sosa, el juez de plaza, concedió el indulto a un burel chico, que no peleó en varas, con una debilidad desesperante, soso, huidizo, sometido por la muleta de José Mari Macías. No fue el número 206 como se anunció en el pizarrón, se trató del 356, el segundo reserva, que correspondía a Roca Rey.
Se lidiaron toros de la ganadería de Villa Carmela que fueron débiles, huidizos, rajados, sin una pizca de emotividad. Algunos fueron protestados por su presencia. Con animales así no es posible emocionarse. El indulto fue inmerecido.
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Actuaron José Mauricio quien salió en camilla por un encontronazo al tirarse a matar a su segundo. Roca Rey con una oreja protestada en uno y en el otro, salida al tercio con fuertes pitos y abucheos. José María Macías con dos orejas exageradas en el primero y absurdos trofeos simbólicos en el cierraplaza. Poquito más de tres cuartos de aforo. Se rindió un minuto de aplausos al ganadero y escritor Héctor González, “El hachege”, fallecido hace unos días.
Fue grato ver a José María Macías salir a jugársela, sin achicarse, peleando las palmas con todo lo que tiene, fue una gran tarde, aunque los abundantes premios que recibió, son polvos de otros lodos. Según la tarjeta de sorteo el tercero de la tarde, primero de Macías, indicaba que le correspondía el número 317, en su lugar salió el 388, anotado como sexto. Algo no checaba.
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El huamantleco estuvo bien con el capote tanto en lances de recibo y quite. Inició de rodillas en el último tercio, luego un par de buenas tandas; en su deseo de agradar José Mari alargó la faena con un animal bobo, sin transmisión. Entusiasma al público con un par de dosantinas y lasernistas ajustados. Estocada tirándose con todo, se concede una oreja. La petición es insistente, como si tratarán de castigar al torero peruano; usía suelta la otra.
Se anuncia en el pizarrón al sexto, el número 206. Un toro con ese número nunca llegó a la plaza. El que sale tiene en los costillares el número el 356, ése no le tocaba a Chema, estaba reseñado como segundo sobrero, pa´l sudamericano.
Verónicas y gaoneras ajustadas. En el último tercio el toro cae, pero no crea usted que dobla las manos, ¡no!, se echa totalmente en la arena hasta un par de veces. Tiene mérito lo que hace Chema, con la muleta a media altura logra que ya no doble el tal “Ferrocarrilero”.
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Son las 7:30 de la noche, van 3 horas de festejo, la gente no obtuvo lo que quería, no vio triunfar al sudamericano, con cervezas dentro del organismo, empieza a ondear los pañuelos que le dieron al entrar a la plaza, es una forma de solicitar el indulto.
Poco antes del final, el animalito trata de huir, al público no le importa, sigue flameando pañuelos. José Mari le echa habilidad, hace la finta como si fuera a matar, la gente grita que no, el juez muestra el pañuelo verde. Un indulto así no corresponde a una fiesta con seriedad, parte del público feliz porque vio un indulto.
Innegable que Roca Rey derrochó voluntad. Sucede que, si el burel no embiste y cuando lo hace sólo pasa, pos no hay triunfos.
Sale el segundo de la tarde, primero de Roca Rey, es fuertemente protestado por falta de trapío, se toca un clarinazo, se ejecuta la suerte de varas, pero se cambia al toro. Sale el primer reserva, el número 320, francamente no es muy grande, nuevamente se protesta, con todo y eso se pica, se coloca el primer par de banderillas, el toro remata en el burladero se rompe el pitón. Tendría que seguir la lidia así, la empresa echa pa´lante y lo regresa.
No hay tantos toriles, es evidente que el segundo sobrero estaba en las corraletas. Para agilizar sale el que sería el quinto de Roca Rey, el número 328.
Nuevamente hay reprobaciones por la presencia del cornúpeta. Nada relevante en varas y banderillas. Un pase cambiado por la espalda, otro por alto, repite por la espada, así es el inicio. Hay voluntad del torero, destellos, pero el animalito no va a la muleta. Mala estocada que provoca abundante derrame, se concede la oreja que es fuertemente protestada.
Como quinto de la tarde debió salir el 356, el segundo reserva, pero no. Anuncian al 317, según la tarjeta de sorteo se trataba del primero de Macías. Este tiene trapío, no fue protestado. Si hubiera salido el 356, que era chico, el público se come vivo a Roca. Supongo que es la razón del cambio de toro.
En el pecado llevó la penitencia, nada le pudo hacer. “Demuestra lo que vales”, el torero voltea hacía donde le gritaron; trata de justificarse, pero con eso de Villa Carmela, no hay forma. Se pone pesado con la espada, le suenan un aviso. Sale al tercio, hay palmas, también pitos y abucheos.
José Mauricio quien estuvo en torero con momentos importantes, sobre todo con el capote. Con su primero, al que aplaudieron por su trapío, lances de recibo, gaoneras y ante la muleta el “Misericordioso” embestía con calidad, pero sin transmisión, iba paso a pasito, sin fuerza. La gente acomodándose en sus lugares, no hubo resonancia en el tendido. Pinchazo, luego estocada trasera. Sale al tercio, palmas al toro.
En el cuarto no cambió el panorama, voluntad del diestro. A la hora de matar José Mauricio se tiró con todo, salió rebotado, cayó a la arena, no se movía, suponíamos lo peor. Se lo llevaron en una camilla. El parte médico inicial informa de fractura de costillas.
Como fin de fiesta, Roca Rey huyó por el callejón, no salió cruzando el ruedo, la categoría de figura la dejó en casa. A José Mari lo sacaron en hombros, le dieron las orejas y rabo de un toro que no mató, les dicen simbólicas, deberían comprender que cuando un toro regresa vivo al corral, se va con las orejas y rabos en su lugar. Incomprensiblemente al hijo del ganadero también lo izaron en hombros, creí que estaría escondido por el comportamiento de sus reses.
Nos encanta darnos coba, engañarnos, es la realidad de nuestra fiesta. Esa fiesta que nos dicen que debemos salvar con firmas y no sé qué tanto más. Sí, salvémosla… de nosotros mismos.