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Analizan en la IBERO papel de la escuela en la pandemia

  • Redacción e-consulta
El abandono de planteles y campus para migrar hacia las computadoras conduce a cuestionar los alcances de la educación
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¿Qué es la escuela?, ¿el edificio o lo que ocurre en él? El abandono de los planteles y campus para migrar hacia las computadoras (en el mejor de los casos) conduce a cuestionar los alcances de la educación como concepto y práctica, así como el rumbo que debe tomar en el regreso presencial.

 Esta y otras cuestiones fueron exploradas en el XIX Foro del Campo Estratégico de Acción en Modelos y Políticas Educativas (CEAMOPE), organizado por la IBERO Puebla. El encuentro de este año busca compartir los resultados de diferentes estrategias empleadas desde la educación para contener los estragos de la pandemia.

 La virtualidad no solo se convirtió en la respuesta obligada, sino en el catalizador para diversos instrumentos y técnicas de innovación en el proceso de enseñanza y aprendizaje. “El escenario es tan complejo que sin el concurso de los diferentes actores sociales no podremos enfrentarlo”, señaló la Dra. Lilia Vélez Iglesias, directora general Académica, durante la inauguración.

En tiempos de realidad líquida e inestabilidad, la Dra. Inés Dussel entiende la escuela como el espacio en el que se construyen relaciones. Es una institución tan administrativa como laboral, de encuentro intelectual e interpersonal. “La escuela es un lugar de trabajo que pasa por cierta organización del tiempo”.

La mayoría de las dinámicas del aula como escenario social quedaron fragmentadas, a veces de forma literal, en la educación a distancia. Tanto las videoconferencias (Zoom) como los sistemas de mensajería grupal (WhatsApp) demandaron al profesorado encontrar nuevas formas de configurar una pedagogía grupal. La cátedra llegó, si no a su fin, a una metamorfosis obligada.

 Una concepción de la escuela de finales del siglo XIX se caracterizó por la delimitación espacial provista por los salones de clase y la presencia de una figura (el profesor) que distribuye conocimientos y confirma que su audiencia (el alumnado) los adquiere. El pizarrón se convirtió en la herramienta por excelencia para la organización de la información, mientras que el cuaderno fue el soporte individual de la apropiación del conocimiento.

En la antropología de la escuela se entiende también que los colegios son lugares en donde se suspenden las dimensiones espacio-tiempo en favor de las propias dinámicas de clase o de convivencia extraacadémica: la escuela era una burbuja ajena al mundo. Esta aura nunca ha estado exenta de agentes disruptivos, siendo las tecnologías de la comunicación el principal distractor en tiempos actuales.

 Diferentes posturas del siglo XX abogaron por nuevas formas de transmitir conocimientos. Una de ellas planteaba la erradicación de los anfiteatros para pasar a experiencias mucho más individualizadas. Escéptica frente estas ideas, Dussel reflexionó: “De acuerdo con McLuhan, las escuelas matan la creatividad, cuando lo que tendrían que hacer es seguir la corriente de las fuentes de entretenimiento”.

Aquellas tendencias tienen especial relevancia en estos tiempos. Las escuelas se enfrentan a una nueva ontología de la presencia: la virtualidad obliga a las personas a existir en el plano físico y en el virtual de manera simultánea. El fenómeno ya comenzaba a causar estragos en la atención antes de la COVID, cuando el profesorado fue lentamente desplazado por el teléfono inteligente y sus posibilidades infinitas.

El encierro ha generado amplios debates sobre la posibilidad de estar presentes a la distancia. A decir de Inés Dussel, se ha diluido la presencia entre los distractores del entorno y las limitaciones propias de la tecnología. Aseguró la investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV: “La escuela es un espacio de entre cuerpos y artefactos. La pandemia visibilizó la copresencia como una parte importante de la escolarización”.

Estudiar en línea ha permitido explorar otros rostros de la presencia. Tal es el caso de la cátedra asincrónica, una modalidad ya ejercida en las universidades que promueve que cada estudiante repase los contenidos de clase cuando le sea conveniente. Sin embargo, el proceso de aprendizaje puede verse mermado por las cada vez más reducidas capacidades de atención de las juventudes.

En un ejercicio aplicado a diferentes escuelas del país, estudiantes de nivel básico dibujaron su experiencia en la pandemia. Las ilustraciones se caracterizan por reflejar soledad, desesperación y una reapropiación de los espacios individuales. “La escuela es aprender a mirar al mundo. Esto aquí no se ve”.

Inés Dussel aseguró que las escuelas se reafirman como espacios irremplazables para el saber. Entusiasta del modelo del aula como lugar de encuentro con lo común, concluyó: “La presencia [del maestro] es implicarse, saber someterse al juicio de los demás. Estamos aquí, y nuestra palabra tiene que tener un valor”.

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