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Formar en el compromiso social, sello de universidades jesuitas
Como muchas áreas de la vida, la educación vive un momento de transformación mientras la humanidad hace frente a la COVID. Cada vez suman más los cuestionamientos al modelo basado en competencias: durante los últimos 30 años se ha promovido una formación universitaria pragmática que privilegia la empleabilidad y movilidad en el sistema laboral. Aunque necesarias, estas habilidades no son suficiente.
En contraposición a este enfoque se sitúa la formación humanista que caracteriza a las instituciones de tradición pedagógica ignaciana: educar ciudadanos activos para transformar la sociedad acorde a la misión social de las universidades. La Dra. Flor Lizbeth Arellano Vaca, coordinadora de Ciencias de la Educación del ITESO, expuso sus reflexiones al respecto en un seminario web de la Red de Homólogos de Educación AUSJAL.
Desde la educación jesuita, la formación para el compromiso social entiende que el acercamiento del alumnado a contextos distintos a su realidad es la vía para desarrollar sensibilidades. Esto se ve atravesado por el pensamiento crítico y el compromiso constructivo para la transformación.
Un paradigma que comparte afinidades con la pedagogía ignaciana es la educación para la ciudadanía mundial, la cual busca combatir la injusticia atendiendo a las causas. Ambos modelos ven en el servicio social un espacio privilegiado para el contacto intercultural, pues conlleva la participación activa de los jóvenes en proyectos para la solución de problemas sociales.
Para Arellano Vaca, la reflexión es el eje gravitacional que promueve y concentra el contexto de aprendizaje, la experiencia cognitivo-afectiva, la acción interiorizada y la evaluación integral. “La reflexión es un discernimiento que lleva a los estudiantes a hacerse conscientes de sus acciones y a desarrollar sensibilidad con las poblaciones más marginadas”.
El compromiso social se entiende como una decisión consciente y libre basada en la experiencia constante, la participación activa y la reflexión, donde los estudiantes comprendan que su trabajo debe conducir a un bien mayor. Para ello, es necesario contar con un acompañamiento docente ético que empodere a las personas y las conduzca a una construcción compartida del sentido social.
La justicia social es parte medular de la agenda de los jesuitas. Con el Pacto Educativo Global promovido por el papa Francisco se recuerda que la educación es una forma de poner herramientas al servicio de la sociedad que contribuyan a erradicar las desigualdades. “La misión social de las universidades jesuitas busca la excelencia académica para promover la justicia social”, sintetizó la investigadora.
Alumnos para el mundo
Lizbeth Arellano compartió los hallazgos de una investigación acerca de las formas en las que el servicio social transforma el pensamiento del estudiantado de las universidades confiadas a la Compañía de Jesús. Con entrevistas y grupos de enfoque en los que participaron 43 docentes, se buscó comprender los procesos de acompañamiento integral de los profesores a los proyectos de servicio social.
Para detonar el compromiso social en sus alumnos, los profesores recurren al cuestionamiento constante, el refuerzo de las habilidades profesionales, el acompañamiento mutuo y la convivencia afectiva. En consecuencia, el joven comprometido desarrolla habilidades profesionales con sentido humano: sensibilidad social, responsabilidad, proactividad, criticidad, creatividad y gusto por la información.
La formación del compromiso social debe darse en libertad; los estudiantes han de contar con las facilidades para decidir en qué causa desean involucrarse. La coordinadora llamó a ver a las universidades como el eje de la conciencia crítica de la sociedad.
La investigación, parte de la tesis doctoral de Arellano Vaca, busca reinterpretar el modelo de educación jesuita y crear acciones puntuales para incorporarlo en la práctica docente más allá de las instituciones de la Compañía. Concluyó la catedrática: “la preparación de los estudiantes como ciudadanos del mundo es un proceso gradual. La pandemia de la COVID-19 nos llama a la unión como educadores para formar para el bien común”.