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Rememoran estudiantes marcha universitaria contra la violencia
La noche del 23 de febrero de 2020, los estudiantes Ximena Quijano, José Antonio Parada, Francisco Javier Tirado fueron asesinados en Huejotzingo. Dos días después, la facultad de Medicina de la BUAP marchó hacia Casa Aguayo para exigir justicia bajo la consigna #NiUnaBataMenos.
El 28 de febrero se conformó la Asamblea Universitaria 25/02, ente que convocó a la megamarcha a la vez que hizo público un pliego petitorio que sería entregado al gobernador Miguel Barbosa durante el acto masivo. El 5 de marzo, cerca de 100 mil universitarios tomaron las calles del Centro Histórico de la capital poblana para exigir mayor seguridad y el esclarecimiento del caso en cuestión.
Durante un foro organizado por estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la IBERO Puebla, algunos de los protagonistas reconstruyeron el camino hacia la movilización a propósito del primer aniversario.
La noticia fue impactante debido a la falta de información sobre los hechos. El enojo y la impotencia se nutrieron del hecho de que se trataba de tres estudiantes universitarios (dos de origen colombiano). “Queríamos que estas tres muertes no se quedaran ahí. Se sentía la rabia por parte de toda una comunidad estudiantil”, comentó Paloma Fernández Peña, estudiante de Comunicación Digital de la Universidad Jesuita.
Antes del evento cumbre, el alumnado de la IBERO Puebla organizó una movilización interna que terminó con el cierre intermitente del boulevard del Niño Poblano. Lo propio hizo el Tecnológico de Monterrey - Puebla, para quienes los feminicidios de Ingrid Escamilla y Fátima Cecilia semanas antes habían encendido el hartazgo, particularmente en las alumnas.
Rubén Eduardo González Amaro, estudiante de Medicina de la BUAP, compartió con Javier por cinco años en la facultad; lo consideraba una persona capaz de llegar lejos. La noticia de su muerte lo impactó de manera diferenciada: “me indigna mucho recordarlo. Nadie sabe cómo manejar la muerte de un compañero, más cuando fue tu amigo”, reconoció.
La efervescencia del movimiento fue impulsada por el cansancio que se gestó en cada institución con base en su realidad particular. En las mismas fechas, una alumna de Medicina de la Anáhuac sufrió un intento de secuestro. Además, se llevó a cabo una protesta de silencio por un caso de abuso. “Que esto ocurra a gente que conoces te genera un fuego interno y dices ‘ya [basta]’”, sintetizó Natalia Rodríguez Fernández.
Germina idea de marcha conjunta
Cuando se consolidaron las intenciones de celebrar una manifestación conjunta, el estudiantado sostuvo un diálogo con las autoridades de cada colegio. Si bien la intervención de los rectores dividió opiniones entre los jóvenes, para Alexis Murillo Corona, alumno de Ciencias Políticas de la UDLAP, representó un aliciente para que muchas personas marcharan por primera vez.
Así, se solicitó a la parte rectoral un acompañamiento simbólico que no traspasara el diálogo que el nuevo Comité Estudiantil Interuniversitario sostendría con el ejecutivo estatal. Una de sus integrantes, Daniela Huerta Hernández, consideró que la marcha cumplió cabalmente su objetivo en tanto que envió un mensaje contundente: “fue un acto político porque somos ciudadanos y nuestro actuar sí tiene un impacto”.
Cada universidad conformó comitivas encargadas de dar asistencia y garantizar la seguridad de los contingentes durante el acto civil. En algunos casos, como reconoció Paloma, hubo un respaldo importante por parte de las universidades en cuestiones logísticas y de insumos.
A un año: lo que sigue
La marcha permitió que los jóvenes expresaran su descontento ante la violencia normalizada y la apatía de las generaciones anteriores. Sirvió también, como señaló Rubén, para que la opinión pública reflexionara sobre los derechos de ocio y recreación del personal de salud.
Para Daniela, el 5-M fue un hecho que impactó a la comunidad estudiantil de Puebla al igual que casos como los de Mara e Irlanda, jóvenes universitarias que fueron víctimas de la violencia machista. Se trató, además, de un movimiento capaz de ejercer su propia identidad gracias a la unión interinstitucional y su rechazo categórico a cualquier intento de politización.
Una movilización de tales magnitudes supuso también el desmantelamiento de muchas burbujas de privilegio, pues muchos estudiantes decidieron salir a las calles a hacer algo. Alexis recordó que las protestas pueden venir acompañadas de propuestas concretas: “este fue un gobierno que entró con mucho apoyo social y decidió tirarlo por la ventana. Nos ignoran porque saben que tenemos razón”.
En ese mismo tenor, Paloma percibió que la marcha marcó el inicio de un gran cambio que tiene que ser preservado y continuado. Al mismo tiempo, advirtió: “el 5 de marzo fue una postal de la marcha más limpia de Puebla. No debe quedar solo en que hubo compañerismo y unión”.
Los alumnos coincidieron en el valor de generar memoria colectiva para conocer las diferentes lecturas de un hecho sin precedentes que logró generar comunidad y empoderar a una generación de jóvenes universitarios. “Las redes universitarias son nuestro más grande triunfo. Si no pueden, que renuncien: aquí estamos nosotros”.