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Desata Mara grito de activistas contra feminicidios en Puebla
Aproximadamente 200 personas exigieron este sábado con mantas en las que destacó el nombre de Mara Fernanda Castilla Miranda, un freno a los feminicidios en Puebla, a la falta de reacción del gobierno, a la violencia de género y, de paso, a la inseguridad que viven todos los ciudadanos.
Para académicos, la cifra fue un buen inicio sobre todo por la premura de la convocatoria y por ser 16 de septiembre. Para feministas que regularmente protestan, haya o no feminicidios como el reciente del chofer de Cabify, es un buen síntoma, pero poco radical.
El asesinato de una universitaria todavía no alcanzó, a un día de encontrar su cadáver, para cerrar calles; no incomodó la vida de la vía pública y apenas se asomaron dos policías de Casa Aguayo –oficina del gobierno estatal- para tomar nota de qué estaba pasando.
Varios hicieron fila para tomar la palabra y de entre ellos una mujer que pidió apoyo para leer una lista larga de nombres de pila. Recordó a los asistentes que la estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP), era sólo un caso de decenas y decenas.
"Efigenia, degollada. Clara, asesinada por sus hijos. Aidé. Dalia. María. Roberta. Fernanda. Mariela. Patricia. ¿Me pueden ayudar a leer los nombre y gritarlos, por favor? Que todos nos den la misma indignación. Yolanda. Tulia. Desconocida. Emilia. Celia", se leyó a la mitad del pase de lista.
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Confrontan ideas inconformes
Las respuestas de por qué se matan cada vez más mujeres en Puebla fueron tan diversas como en las redes sociales. Con y sin las opiniones de si las mujeres jóvenes requieren límites de noche. Se coincidió, sin embargo, en el coraje y la preocupación.
Delfina Castro de 96 años, su hija Enriqueta Jiménez de 60 y la nieta Edith Herrera, estudiante de psicología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), de 23, son el mejor ejemplo de esos contrastes y similitudes.
La primera se preocupa cada que dan las 21:00 horas y la nieta no avisa que ya salió de la escuela. La segunda asegura ser menos radical que su mamá, pero cree que aunque libres, los jóvenes deben salir de fiesta con límites. La tercera cree que estos no deberían existir y que uno podría salir a divertirse siempre.
"Yo no veo mal la diversión, lo más normal sería divertirnos a la hora que quisiéramos porque realmente estamos en un país libre donde todos merecemos igualdad, somos seres humanos y nos deberíamos apoyar todos", explica Edith, desde la voz más joven de su familia.
Toman menores clases de protesta social y feminicidios
Ni cuando se tienen 3 años ni cuando se tienen 14, se aprende en el jardín de niños o en la secundaria por qué se lucha en las calles o por qué los hombres matan a mujeres como Mara Fernanda.
Al menos así lo cree el papá de dos menores de esa edad, Austreberto Chiquito Tepeyahuitl, quien las llevó de la mano a Casa Aguayo pues cree que los cambios empiezan no enajenándose con los medios de comunicación, sino enseñándoles que afuera están los riesgos y que deben luchar contra ellos.
"Quiero que mis hijas vean que hay gente que no se conforma con estarse lamentando, sino que salen a las calles a manifestar su indignación. Ellas están aprendiendo ya desde ahorita que estamos viviendo una situación tremenda, terrible en el país", dijo.
Como Austreberto y sus hijas, a la marcha asistieron decenas de familias con niñas y niños de todas las edades, a ambos, se escuchó entre los grupos, que se les debe educar contra el machismo, a favor de la igualdad.
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Aprenden también de solidaridad
De entre quienes tomaron la palabra resaltó Claudia Ramón Pérez, maestra de Ciencias Políticas en la UPAEP, licenciatura en donde estudiaba Mara Fernanda. Cuando habló hizo esfuerzos para no llorar y cuando dejó el micrófono necesitó que alguien la abrazara.
Mientras se recuperaba le contó uno de los asistentes que llegar a un salón y no ver a uno de sus alumnos, aunque sea con uno de esos con los que más se pelea, es inaceptable. Luego explicó que a la joven veracruzana la conoció de vista entre los becarios y que no le tocó darle clases, pero lo siente.
Apenas en abril, hace memoria, mataron a Rafael Alfaro Espino, estudiante de Medicina Veterinaria de la UPAEP y a su papá. No se recuperaban todavía de eso y ahora vino “el feminicidio de Cabify”. A la comunidad, reconoce, le ha tocado aprender más allá que lo que dice un plan de estudios.
"Yo creo que han aprendido ante todo a la solidaridad, a reflexionar sobre cómo tienen que cuidarse, en ese sentido a sumar, porque no sólo han sido los alumnos de la propia escuela de Ciencias Políticas, se sumaron los de Comunicación, los de otras carreras distintas", dice.
A ella que le toca estar en contacto con los jóvenes, agregó, vive de cerca esas críticas que se hacen a las actuales generaciones universitarias y con su experiencia asegura que no todos son indiferentes, que después de esto ellos insistirán en exigir cada vez más justicia ante los homicidios.
“Chistes que están a un paso del feminicidio”
Las activistas de El Taller A.C. son siempre el color de la protesta con sus tambores y con su irreverencia en las consignas. Hoy sin embargo, se les vio llorar silenciosas y molestas. Y es que aseguran, que no es que este mal que surjan manifestaciones, sino que se trata de un mal a combatir de a diario y no se hace.
En la convivencia entre hombres y mujeres, explica Mónica Ponce, ellos hacen chistes misóginos y ellas, por vergüenza no saben frenarlos y hasta se ríen, sin darse cuenta que esas palabras están a un paso del feminicidio.
"Se dice que es un chiste pero no, no hay que dejar pasar ni permitir ninguna violencia en cualquiera de sus formas, no esperar a que pase un feminicidio, lo que se puede ver. Que hagamos conciencia de que hay muchas formas de violencia y que esas formas de violencia todos los días nos asesinan", agrega Rubí Cervantes.
De la experiencia de Mara Fernanda, coinciden, les queda el coraje de la reacción tardía y protectora hacia un feminicida por parte de la Fiscalía General del Estado (FGE), que se esperó para aprehender a Ricardo Alexis "N", que da varias versiones de un hecho tan serio y que lleva varias muertas negando la alerta de género.
Reflexionan también en la forma en que se organiza la sociedad, en cómo quienes luchan lo hacen desde diferentes trincheras sin darse cuenta de que podrían hacer más juntos y dándole la razón al sistema que los quiere separados.
Ven vínculo con huachicoleros
En el 2001, recordó Ana Lydia Flores Marín, académica del área de ciencias sociales y directora de Comunicación Institucional de la Universidad Iberoamericana Puebla, era Ciudad Juárez la ciudad más insegura.
Los estudios académicos, sin embargo, han demostrado que la descomposición social que genera el crimen organizado se mueve a otros territorios, con todo y consecuencias como la de los feminicidios impunes, que se ven ahora en la Puebla de los huachicoleros.
"El crimen organizado se ha ido moviendo y bueno, lo que documentan los estudios es que en la medida que va permeando a otras estructuras del país, no podemos desvincular el fenómeno del tráfico de hidrocarburos y todo el entorno de una sociedad que se está desestructurando y que los gobiernos no han podido conducir o están coludidos", dijo.
Lo que se vive en la entidad, agregó, son muestras de la falta del respeto mínimo a la dignidad y a la vida. Por otro lado, agregó, está la impunidad que explicó citando a uno de los oradores de esta tarde.
Como no pasa nada, parafraseó, todo sigue pasando y desde su perspectiva, el hacer que pasen las cosas y que haya justicia, debe empezar por hacer cumplir la ley con lo simple, con una falta administrativa, con una infracción de tránsito.