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La Navidad Nazi: el culto perfecto para mantener el poder de Hitler

El fascismo que germinó en Alemania encontró más resistencia en las tradiciones y cultura popular que en el plano político.
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Es el frío invierno de 1921. En una cervecería de Münich, Hitler inicia uno de sus tantos discursos para conmemorar la que llamó “la celebración más germana de todas”. Es considerado el principal líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, que para entonces cuenta con menos de cinco mil miembros. Sus palabras causan efecto en la multitud y les recuerdan el verdadero significado de la Navidad: se trata de una fiesta de origen germánico y pagano, que los judíos sueñan con apropiarse.

Después de un minuto de aplausos, todos se reúnen alrededor del imponente árbol de Navidad, mientras se entona “Exalted Night”, un villancico tomado del original “Silent Night”, pero con algunas modificaciones imprescindibles: el nombre de Jesús se sustituye por “raza”, el “espíritu” se refiere al germánico y el sentido del tema se convierte en una proclama nazi.

El fascismo que germinó en Alemania encontró más resistencia en las tradiciones y cultura popular que en el plano político. Para ascender democráticamente al poder luego del fallido intento del Putsch en 1923, primero debió generar una poderosa maquinaria ideológica que no sólo consintiera, también considerara deseable la superioridad de una raza y con ella, la exaltación del nacionalismo y todas las tradiciones que forman el “espíritu ario”.

Para cumplir con esta empresa, hacía falta barrer con toda organización que concentrara un credo distinto al fascista. Después de terminar con los demás partidos políticos, la última resistencia estaba sembrada con el peso de los siglos en la tradición alemana: las costumbres del cristianismo, su moral y origen judío eran un lastre que requería ser eliminado, lo mismo que sus tradiciones.

En Alemania como en gran parte de Europa, la Navidad es la fiesta por antonomasia, tiempo de paz, reflexión y reconocimiento de los demás como iguales. ¿Cómo podría el nazismo romper con la moral de una festividad sin chocar de frente con la animadversión de todos sus seguidores? La respuesta del régimen –como toda la parafernalia del Tercer Reich– requirió del paso de los años para lograr su cometido. Desde el discurso de Hitler en 1921 y durante el ascenso del Partido Nacionalsocialista al poder, la Navidad sufrió una transformación sutil en apariencia, pero radical en sus principios.

El primer paso fue la redefinición de la fiesta como una celebración nórdica y neopagana, propia de los germanos. Para ello, el aparato estatal utilizó a las tradiciones que mezclan el folklore de la cultura germana y los pueblos bávaros referentes a las antiguas celebraciones que más tarde y en tiempos del Imperio Romano, dieron paso a la Navidad. A pesar de todas las contradicciones, los nazis llevaban razón cuando afirmaban que los antiguos rituales celebrados en honor al Sol durante el solsticio de invierno existieron antes que la Navidad cristiana.

Se trataba de eliminar todo sesgo de origen judío de la Navidad, transformando su carácter y olvidando la pieza que le da sentido: el nacimiento de Jesucristo. El color, los regalos, las luces y el ambiente festivo se transformaron poco a poco en una celebración de exaltación de la supremacía aria, que exaltaba pureza racial y antisemitismo.

Las caracterizaciones de José y María como dioses arios o nórdicos, la entrega de regalos de parte del aparato estatal para ganar a las clases más bajas, las esferas y todo adorno navideño con la suástica u otros símbolos neopaganos, o la caracterización de Santa Claus como Odín, fueron sólo algunas de las formas más visibles de martillar el sincretismo y hacer invisible al judaísmo detrás de la festividad.

Después del inmisericorde bombardeo de Dresde por las tropas inglesas comandadas por Churchill, el documento que funcionó como manual para los militantes del Partido Nacionalsocialista y reveló estas costumbres fue descubierto entre las ruinas de la ciudad.

La “Guía Nazi para Navidad” de noviembre 1937, recopila en veinte páginas la importancia del festejo para los germanos y su raza, además de incluir instrucciones detalladas de cómo montar un árbol de Navidad y las especificaciones arias que debía cumplir la Virgen María, todo funcionando como un engrane para invisibilizar a la población judía, su cultura y los crímenes cometidos contra ellos, al tiempo de mantener vivo el espíritu del Tercer Reich.

Conoce uno de los capítulos menos visitados de la vida del carismático líder de los nazis y uno de sus proyectos más ambiciosos no bélicos luego de leer “El resort nazi que Hitler construyó se convertirá en un hotel de lujo“. ¿Qué ocurre si hoy día germina la semilla del fascismo en la sociedad contemporánea? ¿Cuál sería la reacción de los más jóvenes ante un régimen con tales características? Descubre lo que ocurrió después de “El polémico experimento que demostró que el nazismo no ha muerto“.

Información tomada de Cultura Colectiva (http://culturacolectiva.com/la-navidad-nazi-el-culto-perfecto-para-mantener-el-poder-de-hitler/)

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