- Sociedad
Crónica: Salvar la plaza de Puebla desde el conocimiento
“Van cuatro estudiantes nuestras asesinadas en los últimos cuatro años -- dice Alfonzo Esparza Ortiz--. Ni una más.”
Sus palabras marcan el retorno amargo de la universidad pública en Puebla a la realidad social que a gritos clama por su voz y su mirada críticas.
Porque hoy no es posible empezar esta crónica sin pensar en Tania Verónica Luna, la joven veracruzana estudiante de sociología en la BUAP asesinada la semana pasada. “Tania no es una cifra más –han dicho apenas antier sus compañeros del Posgrado en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades--, Tania es una historia, es una familia…” El rector no la menciona por su nombre, pero por primera vez en la historia reciente de los informes de gobierno universitario la realidad de la violencia brutal que vive México se posiciona del discurso político y hace a un lado parafernalias tecnológicas y mercadotécnicas, cifras e inauguraciones, abrazos y porras, agradecimientos y buenas venturas que acompañan –esta mañana también—las mudanzas y consensos de una institución fundamental para la sociedad poblana.
Alfonso Esparza deja por un momento a un lado la prudencia política y la neutralidad en la crítica social con la que ha manejado a la institución tras la desastrosa priisación de la era Dógers-Agüera y describe la realidad que el ciudadano común percibe:
“Miles de personas mueren en México cada año por hambre –dice--, son asesinadas en la calle, (vivimos) en un país donde ser mujer es peligroso, porque se le maltrata, critica y mata; además, donde faltan oportunidades, trabajo, comida, seguridad y educación.” Sobre todo educación, ha confirmado.
Lo miro ahí, en la soledad del escenario, y pienso que ante la profundidad de nuestra catástrofe cuánta falta ha hecho aquella vieja vista de la universidad crítica. Y me pregunto hasta dónde llegará el Rector en este retorno a lo mejor de los años ochenta. Porque por primera vez en muchos años un rector de la Benemérita se hace cargo y se involucra en el cuestionamiento certero de la realidad social en la que viven sus estudiantes y profesores.
Cuánto se parece esta mañana su mensaje al de la Ibero Puebla, la universidad de los Jesuitas:
“Falta trabajo, falta comida, falta seguridad, pero sobre todo falta educación. Por ello, la universidad pública es parte fundamental del sistema social, es la bandera de sus valores y principios, es la bandera del bienestar y el progreso de la población, es la última esperanza.”
Y dice algo más, que tras la crítica certera, pone en la mesa de la discusión pública justo lo que los políticos que han mandado desde siempre en Puebla no han estado dispuestos a hacer --y en particular el gobernador Moreno Valle, que lo escucha supongo que muy atento en la primera fila:
“Tenemos que generar una agenda –dice--, para encarar desafíos y condiciones de bienestar…”
Sí, una agenda, discutida colectivamente pero bajo el mando, la razón y el conocimiento de lo mejor que tiene la sociedad poblana, sus instituciones de educación superior, algo a lo que nunca convocarán los políticos. Y me digo que justo para eso está la universidad pública.
A las 10.45 de la mañana Cecilia Hernández juega con una bandera de la BUAP al frente del conjunto de muchachas que se menean al ritmo del danzón que toca, muy cumplidora y entonada, la banda universitaria en la explanada del auditorio del Complejo Cultural Universitario. Tiene 19 años y pasa las mañanas en las aulas de la vecina Escuela de Comunicación.
“Me gustan los medios –me dirá después--, mi sueño es trabajar en una televisora…”
Javier y Martha, estudiantes de Ingeniería Civil, esperan en la fila para entrar por el encristalado al auditorio, y se entretienen por la patética parvada de reporteros que buscan la inefable entrevista banquetera. Y cuando la turba de grabadoras y cámaras caza al fiscal transexenal Víctor Carrancá, quien ha errado el camino de acceso y no ha alcanzado a huir –y quien por supuesto, tras la declaración se ganará el encabezado “El fiscal minimiza la incidencia de los feminicidios”--, los jóvenes prospectos de ingenieros civiles mejor se repegan a la cristalera.
A mí me da tiempo de preguntarles por su opinión sobre la universidad pública.
“Es claro –dice la joven que ha estudiado la preparatoria en la 2 de Octubre--, permite que estudien los jóvenes que no tienen recursos.”
“El que no tengas recursos no debe ser un motivo para que no alcances la educación superior –remata él, que viene del Centro Escolar Enrique Martínez Márquez, en Huejotzingo--, la universidad debe ser pública y gratuita…”
La fila los llama y supongo que se irán a la zona de las porras en la galería. A lo lejos, en la asoleada explanada, Cecilia y sus compañeras todavía bailan y menean las banderas. Su existencia estudiantil es el motivo de todo lo que escucharé en los minutos que vienen del Tercer Informe de Alfonso Esparza Ortiz. Y las recordaré cuando la palabra futuro aparezca exaltada en el discurso del Rector.
Si no estás acostumbrado a la lógica del comportamiento de la clase política universitaria todo lo que ocurre en un Informe te sorprende. Dicho eso, digo que yo recuerdo los de los rectores Vélez Pliego, Malpica, el Triunvirato, Pepe Doger, Enrique Doger y Agüera, antes de los del Rector Esparza. Tal vez treinta años de informes. Y no acabo de acostumbrarme.
Alfonso Vélez, en cuya época la Universidad construyó la estructura en la que hoy se soporta su importantísimo sistema de institutos de investigación científica y social, tenía que acabar las sesiones del Consejo Universitario a gritos y sombrerazos con sus apasionados y compulsivos enemigos políticos. Un amigo suyo lo recuerda una noche posterior a uno de sus informes, consternado y arrepentido en una mesa del Vitorios, pues por la mañana todo había terminado con sus gritos furibundos de “vamos a rompernos la madre” contra uno de los consejeros que chinga y jode logró sacarlo de sus casillas. “No respetó mi investidura”, decía. Y en otro informe sus rivales le llegaron a quemar ahí mismo en el Salón Barroco el voluminoso tambache de cuartillas que guardaba la reseña de alguno de esos años ochenta. Difícil creer que la investigación creciera como lo hizo en medio de aquella descomposición política de la universidad de izquierda. “La crítica interna compulsiva fundió el proyecto de universidad democrática, crítica y popular”, me dice un ya veterano científico del Instituto de Fisiología. Lo que siguió fue el desastre de Malpica. Y tras la guerra civil, el orden y la mano dura de Pepe Doger. Y con él, el retorno a la alianza con los gobernadores, la estabilidad, la modernización, el Proyecto Fénix y la inversión significativa en infraestructura, pero también, ya en los dos miles, la nueva partidización hacia el PRI, que llevó a un extremo Enrique Agüera.
Y de ahí veinticinco años de silencio ante la catástrofe social sistemáticamente construida en la vida real, afuera de los recintos de la universidad pública.
El silencio que hoy ha roto el Rector Esparza Ortiz.
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Pero hoy no habrá gritos y sombrerazos. A la vista tengo un Rector que entre los muchachos preparatorianos, bigote de por medio, es toda una celebridad.
Hoy vamos de la rigidez muy formal del Secretario General Valdivieso --quien no pierde una línea escrita en la ley que norma las sesiones del Consejo Universitario y va en paralelo a la mecánica tradicional que cierra el evento entre violines y con el himno universitario entonado en karaoke por una masa muy dispuesta al aplauso y a sus frases imaginadas tal vez en los años cincuenta (“sentir el aliento del amor”, “sin temor a la fría realidad”, “mi cerebro ansioso de luz”)-- al performance de un Rector Esparza Ortiz prendido a la lectura panorámica de un lejano telepronter que, a la manera sí, de un karaoke, despliega para su lectura el informe. A sus espaldas, en paralelepípedos puntiagudos que nunca vi en la primaria, un conjunto de pantallas despliegan videos y cifras tan de prisa como la voz del Rector a la carrera de las letras amarillas. Como al principio no atino a mirar a mis espaldas, no descubro que los que han imaginado la trama tecnológica han dispuesto para el rector en tres tiempos los bloques en que el Informe está dividido: con en el amarillo, corra, lea, alcance las palabras y que no se le vaya ninguna –y hasta donde me doy cuenta, Alfonso no comete una pifia, a pesar de que todos nos cansamos con él de correr tras las palabras que bajan en cascada al fondo de la galería--; con el verde toca la pausa, la caída lenta de las filas del discurso, la serenidad de regreso, la reflexión comedida, el tiempo para respirar también nosotros, su público; con el rojo, corra de nuevo, inflame el pecho, levante el tono, genere el éxtasis del orador comprometido, cierre con la mirada en la masa, apunte al horizonte y fulmine el cierre de cada bloque de su discurso:
“¡Porque mi compromiso es con cada uno de ustedes!”
“¡Porque trabajamos para cada uno de ustedes!”
“¡Porque nos estamos jugando el futuro de México!”
“¡Porque la universidad construye el futuro para cada uno de ustedes!”
Los gritos de ¡reelección, reelección!, ¡Esparza, amigo, la Calderón está contigo!, son un mero recordatorio de que el informe del ritual y la tecnología se auto contiene en un lenguaje propio viejo y nuevo por el que discurre una parte vital de la sociedad poblana, su compleja y acomodada comunidad académica universitaria.
Antes, la masa ha cantado el himno con el reforzado sentimiento nacional de una esmerada escolta femenina en marciales pantalones grises que zapatea ante el trío (Valdivieso, Esparza y Moreno Valle) en firmes a la izquierda del foro. Quién es hoy masiosare, el extraño enemigo, me entretengo mientras canto la afanosa estrofa que da para el consabido chiste. A mi alrededor la gente ha llevado el brazo derecho al pecho y canta la ensoñación patria. Yo mientras pienso en la importancia de la universidad pública. Y en la precariedad de las instituciones democráticas, en el fracaso estrepitoso de las élites en el poder en una nación que se desangra en la violencia, y en lo que representan las universidades para la posibilidad de encontrar un proyecto nacional construido colectivamente.
Pero toda reflexión se disuelve ante el “ni una más” que ha externado el rector.
Tania y otras dos jóvenes mujeres murieron asesinadas. Qué enemigo es este que en la degradación moral absoluta expone la pérdida total del respeto a la vida. La cifra y las crónicas de las muertes violentas rebasan toda carrera del karaoke de la nota roja en que se ha convertido la prensa.
Qué masiosare es este que hemos construido enconchados en décadas de dejar hacer a los políticos posesionados de partidos y organismos electorales, de mirar para el otro lado capitalismos salvajes enfundados en salarios de hambre. El crimen simple y llano, incrustado en la vida cotidiana de cualquier familia, el del novio macho obnubilado, el del marido borracho y madreador, el del gandalla buleador. El crimen de la delincuencia del barrio, el del celular arrebatado en la esquina del camión, el de la extorsión al panadero y el secuestro de la vecina. El crimen organizado, el de los halcones y las empresas lavadoras, los policías en la nómina, los funcionarios compadres. Qué masiosare es este que ha convertido todo sueño sesentero de revolución y cambio en un estallido de violencia y muertes.
Esta mañana ha llegado al Face la alerta que como en cadena y a lo largo de los últimos meses ha recorrido el país. Igual en marzo como ahora en octubre en Puebla. Es el mismo texto mal escrito pero adecuado a la región, con nombres de municipios y localidades poblanas. Un llamado de guerra que recojo del celular en su primer párrafo mientras la masa retiembla sin mucho brío en el centro del auditorio:
Atento comunicado a toda la población del EDO.PUEBLA los municipios de Amozoc Chachapa mendizabal casa blanca, Santa mago, chapultepec, Tepeyahualco, Libres Oriental, Gpe. Victoria, Zacatepec, Tlachichuca, Izucar de Matamoros, Teziutlan, Xiutetelco, Hueytamalco, Acateno, Tenampulco, Zaragoza y sus alrededores, para que no anden en la calle apartir de las 10 de la noche, vallan por sus hijos a las escuelas y no anden el las calles si no tienen a que salir, dado que llego el grupo operativo Antrax y Gente Nueva, y venimos a poner orden en este rancho de gente inosente. Todos los achichincles que andan queriendo andar de pinches dedos y alconsillos, se los va a cargar la chingada venimos de Culiacan Sinaloa por Orden de los Señores Guzman…
El masiosare del miedo ante la violencia irracional que nos arroja al abismo.
Veo a Rafael Moreno Valle tomar el escenario como acostumbra: en ese ir y venir que inaugurara Carlos Salinas hace también treinta años y en el que algunos políticos se especializan. Apunto algunas de sus frases: “La universidad es el patrimonio de todos los poblanos”, “Mi gobierno ha aplicado más recursos, como nunca antes, a la educación”, “Hemos creado los nuevos campus en Tehuacán, Teziutlán, Tepeaca, así como el proyecto de alto impacto en San José Chiapa, lo cual es muestra del compromiso del gobierno con los jóvenes.” “Mi amigo, el gobernador electro Tony Gali, debe continuar con este esfuerzo.”
Ya se va Moreno Valle a su ensoñación presidencial. No más bulla universitaria. Ya nos deja aquí con ese modo del político de no mirar hacia los lados, de no existe el abismo, mi camino es el futuro. Ni la más mínima referencia a lo dicho por Alfonso Esparza. Nada de hablar de agenda.
Recojo entre las carreras un párrafo que me anima como no lo conseguía el discurso de un político universitario en verdaderamente para mí muchísimo tiempo. Y las dice tras proponer una alianza social contra los recortes a la educación pública:
“Los universitarios estamos obligados a dar respuesta desde la ciencia y la tecnología, desde las humanidades y las artes. Estamos obligados a participar en la construcción de una sociedad más justa, estamos obligados a luchar contra la impunidad y la corrupción. Estamos obligados a pensar bien para vivir mejor, tenemos la facultad para hacerlo. La universidad es conocimiento, la universidad es justicia, la universidad es el futuro de México.”
“La universidad pública es parte fundamental del sistema social. Es bandera de sus valores y principios, del bienestar y progreso de la población. Es la última esperanza”.
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Salgo a la explanada y dejo atrás el comadreo de la comunidad universitaria. Me llevo en la libreta la propuesta del rector Esparza y las preguntas que siguen en torno de una posible agenda colectiva que enfrente a estos desafíos. Y apunto un ánimo simple: que la Universidad no le vuelva a dar la espalda a nuestras desgracias.
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