Como lo dice mi semblanza, durante un tiempo, fui parte del Área de Soporte Técnico de la universidad en la que actualmente laboro. Uno de los roles que desarrollaba era el formateo de los equipos de cómputo, una tarea aparentemente mundana, pero que encierra en sí misma un acto de responsabilidad monumental. 

El formateo de un equipo significa el borrado de las aplicaciones y documentos almacenados en él y, por lo tanto, una actividad que me tomaba mucho tiempo realizar era el respaldo de la información generada por los usuarios. Siempre he pensado que independiente de lo potente o del precio de un equipo de cómputo, el activo más importante es la información que se genera y que se almacena en ellos.

Me pasó alguna vez el perder parte o toda la información de algún usuario, debido a un mal funcionamiento del equipo, daño de la unidad de almacenamiento, estrés o simplemente cansancio. Decir que nunca me sucedió sería como afirmar que soy infalible y por mi condición de ser humano, soy propenso a no serlo.

El hecho, es que, al enfrentar al afectado para explicar lo sucedido, la situación se volvía extremadamente difícil para este servidor, ya que, desde mi perspectiva y sentimiento, la responsabilidad de la información era “mía”, mientras el equipo se encontraba en el área de soporte, ya que sabía muy bien lo que significaba para el usuario e institución la pérdida de todo ese trabajo y tiempo invertido.

Pero muchas veces me pregunté si de verdad tenía que cargar con toda la responsabilidad de lo sucedido, ya que de hecho el primer responsable de la información que se genera, es el mismo usuario que la produjo. Ilustro con un ejemplo:

Un buen día, me solicitan revisar una memoria USB que ya no era detectada por ningún equipo. Después de hacer un diagnóstico determino que la memoria tenía un daño electrónico grave y que era inviable el recuperar la información.

Al informar al usuario de viva voz, note que literalmente se quebraba en frente de mí, debido a que en esa USB tenía la única copia de su tesis de doctorado, así como todo el material de apoyo e investigación que sustentaba dicha tesis. Incrédulo le pregunté si de verdad, ¿no tenía ninguna copia en su equipo de cómputo? A lo que él me contestó que como tenía que viajar mucho le era más fácil y cómodo cargar con la USB, en lugar de cargar con la laptop.

No podía negar su lógica, pero en mi cabeza no podía creer, que realmente, no hubiera hecho un respaldo de la información en algún otro medio o dispositivo y más cuando estaba a un par de semanas de la entrega de la tesis.

Con el anterior ejemplo y debido a mi experiencia, sé muy bien que a la fecha aún no hay un medio físico (disco duro externo, CD-ROM, USB, MicroSD, etc.) que nos garantice el cien por ciento la integridad de la información y lo digo porque la pérdida hubiera sido la misma, si él solo hubiera extraviado la memoria USB.

Todo lo anterior querido lector, es para hacerte notar que, en términos de almacenamiento digital, la tecnología y el factor humano aun nos puede sorprender con una muy mala jugada.

A través de los años, he aprendido una verdad inquebrantable: “La multiplicidad es la clave”. Mi estrategia personal de respaldo es la cautela, una copia en la nube desde donde acceso con mis diferentes dispositivos y otro en un recinto de silicio, vamos un dispositivo físico que está a buen resguardo y que solo conecto para respaldar la información clave y la información que ya no consulto tan a menudo, pero que sé que no puedo perder.

Por último, hablando del almacenamiento digital, es que hoy en día, en nuestra #CiudadDigital más allá de los dispositivos de almacenamiento físico, lo que más asegura la integridad y disponibilidad de nuestra información es la ya muy famosa nube, debido a la alta disponibilidad de sus servicios y redundancia, claro, siempre y cuando tengamos una necesaria, siempre disponible y decente conexión a internet.

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