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Toques y golpes sufre 71% de menores detenidos en Puebla
“Me dieron toques, me mojaron, me daban cachetadas en mi cabeza. Ellos querían que les dijera con quiénes trabajábamos, pero yo no sabía su nombre, sólo su apodo”, contó Maribel, una adolescente detenida por policías ministeriales de Puebla, acusada del delito de secuestro, del cual se declaró culpable.
En la entidad poblana siete de cada 10 menores infractores son detenidos con lujo de violencia e incluso tortura, según el informe especial “Adolescentes: vulnerabilidad y violencia” que presentó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
El reporte revela que factores como violaciones por parte de algún familiar, separación de sus padres y falta de atención de los mismos, así como problemas en casa, orillaron a jóvenes poblanos a formar parte de grupos del crimen organizado y cometer ilícitoscomo venta de drogas, secuestros e incluso homicidios.
La CNDH realizó 38 entrevistas a igual número de menores entre marzo y julio de 2016 en el estado de Puebla, aunque identificó a 69 internos acusados de algún delito grave.
Las estadísticas indican que el 40 por ciento de los infractores se adhirió a alguna célula del crimen organizado, mientras que el 16 por ciento formaba parte de alguna pandilla y el 44 por ciento actuó de manera individual.
Sin embargo el 71 por ciento de los menores de edad acusó que fue golpeado por los policías durante su aprehensión.
Quería vengarse de su tío por violarla
Maribel se encuentra interna desde hace dos años en Puebla y aún le quedan más de tres años para cumplir con su sentencia. Ella narró que vivía en Ciudad Juárez con sus padres pero se salió de su casa por problemas familiares y se fue a vivir con su novio, con quien cometió el delito de secuestro.
Cuando era pequeña, un tío abusó de ella pero que no les dijo a sus padres a pesar de que no podía dejar de pensar en ello y tenía dificultades para concentrarse. Se relacionó con una banda de secuestradores, y consideró que con su ayuda podría vengarse de su abusador.
“Secuestramos a una mujer y nos venimos a Puebla para hacer ese delito. Cuando íbamos a cobrar el rescate, nos agarraron a los cuatro... Una de las personas del grupo era ex militar”, según contó.
La Policía Ministerial la maltrató cuando la detuvo: “me dieron toques, me mojaron, me daban cachetadas en mi cabeza. Ellos querían que les dijera con quiénes trabajábamos, pero yo no sabía su nombre, sólo su apodo”, añadió.
La banda era como mi familia, dice Carlos
Carlos es un joven originario del estado de Veracruz que lleva más de dos años interno en Puebla y aún debe permanecer por casi tres años más acusado de secuestro. Dice que, desde los trece años dejó su casa por problemas familiares y se estuvo mudando de un lugar a otro.
Vivía con los integrantes de la organización para la que trabajaba, comenzó a consumir todo tipo de drogas: mariguana, cocaína, crack, cristal y pastillas, y lo hacía diariamente.
Relata que él solicitó ingresar a un grupo delictivo pues tanto en los bares como en algunas tiendas se topaba a menudo con narcomenudistas y les pidió que le presentaran a su jefe. “Hablé con el comandante de la organización… me capacité en armas, tácticas militares, posiciones de tiro, ascenso y descenso de vehículos. Me tocó ir a reventar y, cuando se va a reventar una casa o rancho de otra organización, es para apoderarte de todo lo que hay ahí, pero se producen enfrentamientos, muertos…”, narró.
Los tormentos de ser detenido en Puebla
El informe retoma testimonios de jóvenes que fueron detenidos por policías ministeriales o municipales. La constante en cada declaración es golpes que se traducen en tortura, declaraciones forzadas, firma de documentos en blanco, alteraciones de los hechos e incluso sentencias por delitos que no cometieron.
“Nos golpearon a todos, nos llevaron vendados y esposados y, durante dos días nos estuvieron pegando. Me agarraron los ministeriales y ellos hicieron las declaraciones y nos hicieron firmar todo lo que ellos pusieron y nunca me dejaron declarar, y aunque dije que yo no había dicho nada de eso, no me creyeron y la juez dijo que no me daba más sentencia porque no había más. Yo no pude ver a mi mamá hasta que me sentenciaron, estuve dos meses sin que me comunicaran y mi mamá ya había pensado lo peor porque me había buscado en hospitales, en todas partes y no sabía nada de mí”, cita uno de los relatos.
“Estaba en mi casa y vi que entraron a robar a mi vecina. Fui a su casa y la encontré amarrada en la cama, en ese momento llegaron sus papás y me acusaron de violación. Mi vecina declaró que yo la ayudé, pero la juez dijo que se perseguía de oficio y me dieron tres años. Aunque las declaraciones no me involucran, me sentenciaron. Pienso que me sentenciaron porque no tengo estudios y mis padres no tienen dinero”, dijo otro joven.
“Fui con mi novia a una fiesta, pasamos en medio de una banda y nos comenzaron a insultar. Tuvimos una riña, pero se unieron unos amigos y les ganamos. Un mes después, esa banda secuestró y mató a mi novia, pero la pusieron en un tambo en mi edificio. Decidí culparme porque la policía me amenazó con vincular a mis padres. Me asusté y no dije la verdad. Nunca me permitieron tener un abogado, un policía se hizo pasar como alguien de mi confianza. Siento rencor con la banda que mató a mi novia y conmigo mismo porque la involucré en esa pelea. La violencia en la colonia deben pararla porque yo llegué aquí por esa banda que sigue allá afuera”, narró un menor que dijo ser inocente.
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