Un eclipse de culturas

  • Ximena Constantino
La música de la banda sinaloense tiene un gran valor cultural, el cual se debe respetar

Hace no mucho, el mundo volteó a ver el Puerto de Mazatlán. Los astros se alinearon, la NASA se dio cita a observar el cielo desde tierras mexicanas, los hoteles se saturaron, nacionalidades distintas se reunieron en nuestro país, incluso un gran número de connacionales emprendió la aventura de manejar varias horas hasta llegar a Sinaloa.

Todos ellos con la finalidad de vivir algo que hace 33 años no se había vivido en México: el eclipse total de sol. Coincidencia quizás, que antes de este gran acontecimiento mundial, los medios nacionales (y algunos internacionales) también voltearon a ver este puerto, pero aquella vez bajo otras circunstancias, que, metafóricamente hablando, quizás podría tratarse de lo mismo.

Y es que, cuando dos culturas se unen, también se eclipsan. La música, pienso, que es el principal reflejo de diversas culturas, entidades y nacionalidades. Mazatlán no es la excepción, y ahí también radica su encanto turístico. Ver un hermoso atardecer mientras la música de banda suena en todo su esplendor, se une y se mezcla con otras bandas, con los sonidos de los coches, una fiesta de folclor de nuestros tiempos que entre cervezas y cantaritos puede encantar a quien visite estos lugares.

El escándalo mediático se dio porque algún visitante turístico no le gustó esta fiesta, y propuso terminar con la tradición de tocar en las playas a todas horas la música sinaloense. Pero la idea no duró demasiado, pues si para algo somos buenos es para unirnos como paisanos cuando algo es injusto e incluso cae en la estupidez y la falta de respeto hacia nuestra cultura mexicana.

Es cierto que desgraciadamente entre el gremio musical el género de la banda sinaloense no encuentra un buen posicionamiento. Pienso que bajo la perspectiva de la estética académica se deba a que, en determinado tiempo, este género tuvo un declive musical afectado por diversos factores, entre ellos la asociación del ambiente de fiesta que acompaña a la música de banda y las agrupaciones, con ello también el exceso de los intérpretes de este género.

En lo particular pienso que son otras formas de tocar los alientos; se buscan otras características en el sonido. La tuba que nunca se detiene y va jugando con la armonía sencilla, hasta al grado de hacerla divertida y dinámica. El rango de los clarinetes buscando siempre ese registro agudo y el volumen que buscan las trompetas jugando al unísono o buscando intervalos de tercera. La charcheta siempre acompañando la armonía de la tuba y dando saltos de contratiempo. El trombón de émbolos que llena el abanico armónico para tener ese colchoncito del registro medio con su sonido grueso y grave. Música con estructuras de canciones simples y armonía tradicional. ¡Aaah!, pero qué rico es cantar a todo pulmón, con cerveza y tequila en mano y con mucho sentimiento las letras de amor y desamor (más estas últimas). Todo ello hace que se me olvide la simpleza musical y se va directo a nuestro lado más mexicano y sentimental que llevamos guardado.

En lo que paró aquel escándalo absurdo de querer silenciar la música de banda en su propia casa, derivó en una unión del gremio, así como también se puso aún más de moda este género. Los que propusieron la idea de retirar las bandas de las playas, se vieron silenciados, y uno que otro vivo tomó esto para sacar partidas publicitarias “en favor del pueblo”. Lo bello del asunto fue que también el eclipse total de sol se convirtió en un eclipse cultural y volvió a ser testigo de este sonido, de esta música que nada puede detenerla.

Pienso que como mexicanos, te guste o no esta música, la consumas o no, tampoco deja de tener un gran valor cultural el cual se debe respetar. Como dice mi abue: “a donde fueras haz lo que vieres”, y si uno como mexicano lo respeta no se esperaría algo menos que eso de cualquier persona que visite nuestra casa, nuestro país, sea cual sea su origen. Porque estos somos también: la fiesta de la banda sinaloense.

 

 

 

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Ximena Constantino

Saxofonista y comunicóloga. Ha ganado premios y estímulos tanto en música clásica como popular. Es gestora de eventos para promover la equidad de género. Su formación musical y su asociación con marcas reconocidas como Yamaha, Veerkamp, BGFrance y Daddario, demuestran su influencia en la escena internacional.