Ni un vaso de agua para migrantes en la CDMX

  • Norma Angélica Cuéllar
El año pasado recibimos un millón de migrantes irregulares que representó un récord histórico

Le voy a contar que toda la semana recorrí albergues y campamentos de la Ciudad de México, donde han llegado miles de migrantes, desde hace unos ocho meses. Conversé con ellos, recogí sus testimonios, me hablaron de los secuestros que sufrieron en el camino, de las extorsiones, de lo difícil que ha sido su vida en los últimos meses y sobre todo, de su arribo a la capital del país. Hasta el momento ni las alcaldías ni el gobierno de la CDMX les ha mandado ni comida ni siquiera agua para beber o lavarse.

La indiferencia de las autoridades locales ha propiciado ya una tensión social, donde los lugareños los miran con desprecio porque realizan sus necesidades a la intemperie, porque tienden su ropa en mecates que cuelgan de los árboles o sencillamente porque son gente pobre sentada en las bancas o las banquetas.

La xenofobia que viven nuestros paisanos que residen en el vecino país del norte no es nada comparada con nuestra propia xenofobia contra los migrantes que están llegando por oleadas al país y particularmente a la Ciudad de México. Hay que aclarar que el 99 por ciento de quienes se encuentran en campamentos improvisados tienen el propósito de seguir el viaje a Estados Unidos. Todos están tratando de conseguir una cita, a través de la plataforma estadounidense CBP One.

El CBP One es una aplicación móvil que funciona como un portal único para obtener una cita a distancia en alguno de los diez puertos de entrada a Estados Unidos y pedir asilo. El asunto es que está diseñado para que los extranjeros sólo puedan acceder desde la Ciudad de México y los estados del norte del territorio mexicano.

Lo que observé es que ya hay una disputa por los espacios públicos donde los capitalinos aseguran que les arrebataron los jardines, “ya no podemos caminar por la calle porque los migrantes están en todos lados. Antes mis hijos jugaban aquí (en la Plaza de la Soledad en la zona de La Merced) y ahora ya no podemos estar, nos despojaron del jardín y todo huele a orines”, me comentó el propietario de un puesto ambulante y que es residente en esa zona del Centro Histórico.

En las cifras de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación se refiere que el año pasado ingresaron al país alrededor de un millón de migrantes irregulares, lo que constituye un récord histórico, ya que los estudios durante los primeros tres lustros de este siglo siempre hablaban de flujos de migrantes de tránsito de alrededor de 400 mil por año.

Hay una inflexión en las cifras de migrantes irregulares que entran al país debido a muchos factores, pero sobre todo a las crisis políticas, económicas y sociales que se están viviendo en los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Hondura), pero también en Nicaragua, Venezuela, Cuba y Haití, cuyos gobiernos están propiciando la salida masiva de personas.

Antes se veía que la mayoría de migrantes irregulares provenían de Centroamérica, pero hoy se observan grandes volúmenes de personas de esas naciones que ya mencioné, sobre todo venezolanos. Desde que comenzó la crisis política, han salido alrededor de 7 millones de personas, quienes en un principio se fueron a los países limítrofes como Colombia o Perú. Pero en 2024, se ha observado un redireccionamiento de esos movimientos de personas hacia el norte del continente americano.

Una larga espera

Mientras hacen sus citas a distancia, los migrantes han comenzado a habitar más y más espacios públicos, pues los albergues, casas de migrantes y comedores están completamente rebasados por familias completas de extranjeros en condiciones de vulnerabilidad.

Desde el mes de agosto de 2023, se han instalado campamentos improvisados en inmediaciones de centrales camioneras, en jardines e incluso debajo de puentes. En las cercanías de la central de autobuses TAPO, en lo que era parque de juegos infantiles y un pequeño gimnasio callejero cercado por una reja de metal, se extienden ahora 120 carpas donde descansan cientos de personas migrantes sin documentos, en su mayoría venezolanos, haitianos y de Centroamérica.

Entre las carpas, niños con pelo afro y adolescentes corretean de un lado para otro, mientras decenas de hombres y mujeres permanecen sentados casi todo el día, entre nuevos puestos de carga de celulares, venta de jugos, agua, galletas, frituras y café.

Lo que ha pasado es que ya no hay espacios en albergues para alojarlos. No hay tantos albergues de la sociedad civil como en las fronteras sur y norte de México, y menos aún albergues gubernamentales; y los que hay, como el que abrió la alcaldesa Sandra Cuevas en la Cuauhtémoc o el del gobierno capitalino en Tlalpan, no dan atención completa o no se dan abasto ante tantas personas. Tampoco hay política pública alguna para habilitar nuevos espacios ni para dar atención a los miles que están arribando a la ciudad para hacer escala y continuar con su camino a la frontera norte.

Ahora bien, las cifras de la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (COMAR) refieren que el número de solicitudes de protección internacional siguen al alza. El año pasado tuvimos 150 mil solicitudes de asilo y para 2024, se espera que recibamos más de 160 mil.

Por eso, los migrantes o duermen en la calle o esperan su turno en albergues. La respuesta del gobierno mexicano ha sido indiferente. No les mandan comida ni agua para beber ni letrinas. Incluso hay denuncias de que el Instituto Nacional de Migración (INM) hizo redadas, como la del pasado 13 de noviembre, cuando detuvo a 246 migrantes que estaban durmiendo en carpas junto a la Central del Norte; un operativo que organizaciones civiles defensoras de migrantes denunciaron como un acto de “limpieza social”. Parece que las suspendieron.

En el Jardín de la Soledad en la zona de La Merced, los migrantes sobreviven gracias a que la iglesia del mismo nombre colocó un comedor en el atrio donde venden la comida por sólo 11 pesos. Ahí los migrantes hacen fila desde temprano, comen y se retiran al jardín, donde colocaron decenas de tiendas de campaña. Los migrantes me comentaron que prefieren no salir de la zona para evitar agresiones de los vecinos.

Antes, miles cruzaban y no los veíamos. Pero las medidas puestas en marcha por el gobierno de Estados Unidos para mantener a distancia a los migrantes continuarán por tiempo indefinido. Así que los migrantes no se irán. Y muchos, incluso, se quedarán en México.

Urge que el gobierno de la CDMX les mande un vaso de agua, no hay que ser crueles.

La Ciudad de México es gigantesca, 20 millones de habitantes; abrir espacio para estas familias no nos hace ni cosquillas.

 

Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representan necesariamente la línea editorial de e-consulta.

 

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Norma Angélica Cuéllar

Periodista egresada de la UNAM, especializada en política, derechos humanos, religión y migración, con artículos publicados en revistas y diversos medios nacionales. Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.

 
 

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