Memorias colectivas en resistencia

  • Manuel Antonio Silva de la Rosa
Las memorias colectivas en resistencia son experiencias que nos ayudan a levantar la mirada

Las memorias colectivas no son simplemente una recuperación del pasado, sino que las memorias se hacen en el presente, forjando una proyección del futuro. La memoria es la forma interpretativa en la que le damos significatividad a las experiencias que vivimos, por tanto, los posibles sentidos que le podemos atribuir a nuestras experiencias son múltiples y abiertos, aunque están condicionadas por un contexto social, donde marca pautas y acciones políticas y culturales, no están totalmente determinadas.

Hay una apertura de posibilidad de interpretación que el sujeto puede acoger y apropiarse. De esta manera, existe la posibilidad de poder dotar de significatividad a las memorias como una forma de represión, que pueden ser funcionales a las estructuras hegemónicas o podemos ser críticos de esa posibilidad, dilucidando cómo esa memoria hegemónica apaga nuestra agencia para la transformación de la realidad y poder construir memorias de resistencia que muestran otra manera de comprender nuestro mundo.

Por definición, no toda memoria es resistente. Para que sea resistente tiene que tener ciertos criterios fundamentales. ¿Cuáles serían y qué características tendrían esas memorias colectivas en resistencia? La primera característica, es que son contrahegemónicas. Es decir, la memoria es una práctica social que resiste ante la hegemonía. Ante una hegemonía consolidada por el Estado se puede abrir una contrahegemonía, y es a partir de las experiencias compartidas que se articulan nuevas prácticas en los movimientos sociales o comunidades para utilizarlas en las luchas a la luz de las necesidades y urgencias del momento presente. En este sentido, cabe decir que las comunidades que forjan memorias colectivas de resistencia son conscientes que hay memorias del poder que están actuando permanentemente y que es necesario identificar de qué manera operan y dañan a nuestra comunidad y así, poder abdicar en sus lógicas.

Estas comunidades contrahegemónicas se dan cuenta que las memorias oficiales por el Estado están cubiertas por la racionalización instrumental que van operando de cierta manera; así se va trasminando una colonización del inconsciente colectivo y se construyen dando forma y organizando, en un primer momento, desde el orden sociopolítico pero después, acaban colonizando el inconsciente gestante de la existencia cultural. 

La segunda característica es que construyen una narrativa comunitaria que da frente a la narrativa hegemónica neoliberal, en torno al miedo y la normalización de la violencia. Las comunidades que ponen en el centro, la defensa de la vida, humana y no humana, toman en cuenta que los elementos claves que impone el neoliberalismo para instrumentar el despojo son, en concreto, la construcción social del miedo y del terror.  La paralización es el pan de cada día en nuestra sociedad, donde la narrativa hegemónica está situada en una idea de que no podemos cambiar nuestra realidad.

Sin embargo, es en el contacto con la otredad donde descansa la conciencia crítica para poder incidir en las problemáticas. Quien está en contacto entrelaza su vida con el mundo y con la vida de los otros. Estar en contacto significa sentir otra vida, que lo otro nos pueda tocar, que nos afecte: es en esta cercanía que me entrelazo para construir memorias colectivas en resistencia. La palabra contacto se compone de los siguientes términos latinos: el prefijo de unión “cum” y “tactus”, acción y efecto del verbo “tangere” que significa “entregar”. Esto quiere decir que quien está en contacto da algo de sí mismo.

Podemos describir las memorias colectivas en resistencia como experiencias concretas que nos ayudan a levantar la mirada, ver con honestidad la realidad y nos otorga la capacidad de mostrar las condiciones materiales y simbólicas de la desigualdad, de la violencia y de la invisibilización social que ejerce el neoliberalismo y que desde esas memorias colectivas que puede forjar una comunidad, puede construir un cambio de transformación.

Así, las memorias colectivas son prácticas sociales complejas, que lo que está en juego es la manera en que la imaginación política y la experiencia del tiempo y el espacio en el que se vive van dibujando determinados escenarios de futuro en disputa.

(El autor es académico de la Universidad Iberoamericana Puebla).

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Manuel Antonio Silva de la Rosa

Licenciado y Maestro en Filosofía y Ciencias Sociales; e Ingeniero en Electrónica. Se desempeña como Coordinador del Programa Universitario Ignaciano en la Ibero Puebla y es profesor de cursos vinculados con Filosofía. Entre sus líneas de investigación se encuentran la Filosofía contemporánea, y de la Educación.