La suave patria

  • Víctor Reynoso
Nuestros pueblos no son ya la provincia pintada por López Velarde, sino lugar de violencia brutal

La patria, ¿es suave o áspera? Para la versión oficial parece no haber duda: es áspera. Empezando con el himno nacional, que llama a la guerra, a los cañonazos, a empapar en sangre los patrios pendones.

La mayoría de los mexicanos no saben qué dicen cuando cantan “el acero aprestad y el bridón”. Pero impensable pensar en un himno más cívico, más acorde con nuestros valores contemporáneos. La simple repetición del himno actual lo vuelve sagrado, intocable.

Las conmemoraciones oficiales son siempre de hechos violentos. ¿No hay algún logro de paz, civil, que conmemorar? La independencia, el cinco de mayo, la revolución, es lo que se festeja. No los logros cívicos de miles o millones de mexicanos que han contribuido mucho más a los bienes públicos que disfrutamos. Lo mismo con los héroes nacionales. ¿Hay alguno que no haya participado en hechos sangrientos? Cuesta trabajo encontrarlos en la simbología oficial. Son difíciles de ver, improbables de conmemorar.

Los últimos años han incrementado la aspereza. El presente siglo ha multiplicado los homicidios dolosos. “Pueblear”, pasear visitando nuestros pequeños poblados, pasó de ser una experiencia pintoresca y cultural, a ser una experiencia peligrosa. Muchos de nuestros pueblos no son ya la provincia pintada por López Velarde, sino lugar de violencia brutal.

Es probable que por eso haya pasado casi desapercibido el centenario de la muerte de este poeta. Es por eso que ya casi nadie lee, relee o comenta su poema más celebrado, “La suave patria”.

Aunque probablemente, en las generaciones posteriores a la muerte del poeta, no había mexicano medianamente culto que no supiera de memoria algunos versos de ese poema, nunca llegó a ser el poema del oficialismo. ¿Demasiado suave esa patria para un país que conmemora la violencia y las derrotas?

Y los tiempos actuales son menos propicios. La violencia es cotidiana y no tiene nada de heroica. Desde el poder se divide al país en dos bandos, lo que aumenta la aspereza. A lo anterior hay que añadir lo que Octavio Paz recuperaba de Marx: la sociedad capitalista “ha ahogado la vida humana en las aguas heladas del cálculo egoísta”. Por eso, la poesía no importa. Aun así, creo que vale la pena leer y releer al casi olvidado poeta de Jerez. En particular sobre la patria que él veía.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.