Educación, máquinas y seres humanos

  • Juan Martín López Calva
Un paso para enfrentar los desafíos de la era es analizar la relación ser humano-hiperconectividad

“Las funciones de los individuos disminuyen a medida que aumentan las de las máquinas.
Mientras la risa se vuelve peligrosa, los aparatos hacen bromas”.

Juan Villoro. Cosas que vendrán, en Reforma, 07-01-2022
 


Reinicio con estas líneas mi comunicación semanal en este espacio que generosamente me brinda e-consulta desde hace poco más de diez años. Deseo a su director y a todo el equipo que hace posible este medio de comunicación, pionero del periodismo digital en Puebla y ejemplo de pluralidad en su sección de opinión, un excelente año 2022 en el que puedan ejercer con toda libertad y sin presiones su trabajo informativo. Deseo también a mis metafóricos cinco lectores habituales, un año lleno de realizaciones personales, familiares y laborales.

El inicio de año suele ser un tiempo simbólico en el que realizamos propósitos de cambio y mejora personal, y dedicamos un tiempo a pensar en el futuro que nos aguarda, que cada día se vuelve más incierto y en buena medida amenazante por todos los problemas que nos aquejan, empezando por esta pandemia que no sólo no acaba sino que sigue mutando y presentando nuevas y desconocidas caras que se expanden con mayor rapidez y facilidad, además de los problemas endémicos de pobreza, desigualdad, violencia, corrupción y exclusión que son muy similares a la pandemia en su capacidad de supervivencia, transformación y expansión cada vez más profunda en nuestra sociedad.

En ese pensamiento sobre el futuro encontramos también elementos positivos y desafiantes que nos entusiasman y nos invitan a seguir adelante, luchando por enfrentar los problemas y por aprovechar las oportunidades que tenemos, porque aunque lentamente y todavía un poco sumergida debajo de la crisis planetaria, está emergiendo una nueva consciencia de solidaridad global y una creciente necesidad de comprometernos con este destino ético común que es la humanidad, según la concibe Edgar Morin.

Porque la realidad y la vida no tienen sólo una cara luminosa u obscura, según la quieran ver los que pertenecen al club de los optimistas o los que como yo, a pesar de dedicarnos a la profesión de la esperanza y trabajar cotidianamente para mantenerla, nos inclinamos más bien hacia el pesimismo sobre el presente y el futuro de esta humanidad que parece no entender que se encuentra ya al borde del abismo.

En este primer artículo del año, quiero hablar de uno de esos temas que tienen esas dos caras opuestas pero complementarias -la luminosa y la obscura- y que están marcando, no sólo ese futuro que soñábamos los miembros de mi generación cuando de niños hacíamos ejercicios de imaginación sobre cómo sería el mundo al llegar el año 2000, sino un presente que está cada vez más cerca de nuestra vida cotidiana, salvadas las distancias enormes que impone la desigualdad social. Se trata del tema de las tecnologías y su impacto en nuestro ser como miembros de la especie humana.

Algunas de las razones que me movieron a hablar de este tema son, por una parte, el ver y escuchar que en esta Navidad y Día de Reyes, mucha gente recibió o pidió “un Alexa” que le facilitara algunas de sus actividades rutinarias; por otro lado, mi experiencia como espectador frente al planteamiento satírico -no muy bien comprendido por muchos- de la película de moda en estas últimas semanas: Don´t look up (No mires hacia arriba) y para cerrar, la lectura de la columna del maestro Juan Villoro en el diario Reforma el viernes pasado, de la que tomo el epígrafe de hoy, que se titula precisamente Cosas que vendrán.

Así como a muchos nos sorprende hoy la existencia de un dispositivo tecnológico que siga y ejecute las instrucciones que le damos verbalmente, recuerdo en mi infancia la enorme novedad de las televisiones con control remoto que nos evitaron tener que levantarnos a cambiar de canal o modificar el columen de la tele, aunque estuviera a un par de metros de nosotros. El control remoto nos trajo comodidad, pero también contribuyó a hacernos más inútiles y sedentarios y con ello trajo también obesidad en mucha gente que dejó de hacer ese mínimo ejercicio de levantarse del asiento y caminar hacia el aparato televisor.

En el caso de Alexa, seguramente también está trayendo confort para quienes la usan, aunque también tiene ese efecto de sedentarismo y riesgos como el que señala Villoro en un caso que leyó en un diario internacional: el de una niña que jugando le pidió a Alexa que la retara y Alexa le dijo que metiera una moneda en el contacto de la electricidad. Afortunadamente, señala el escritor, la madre de esta niña estaba atenta y evitó que la niña cumpliera el reto y el escándalo de la publicación del caso llevó a los fabricantes a hacer modificaciones al sistema.

En el caso de la película mencionada, se muestra una caricatura de nuestra sociedad en la que las redes sociales y la expansión de los medios de comunicación si bien nos han traído una capacidad de información en tiempo real sobre lo que ocurre en todo el orbe, también nos han producido una especie de aletargamiento de la inteligencia y la capacidad crítica y nos han encerrado en lo que Vargas Llosa llama acertadamente La civilización del espectáculo, distrayéndonos de los problemas vitales y enfermándonos de infodemia, la otra pandemia anterior a la del COVID-19.

Como menciona el Manifiesto Onlife producido por un grupo de expertos en el 2013 y avalado por la Unión Europea, nos encontramos en un mundo en el que existen cuatro grandes tendencias:

a. El desvanecimiento de los límites entre lo real y lo virtual;
b. El desvanecimiento de los límites entre ser humano, máquina y naturaleza;
c. el paso de la escasez a la sobreabundancia informativa;
d. la transición del primado de las cosas al primado de la interacción.
(Manifiesto Onlife, p. 2, disponible en:
https://drive.google.com/file/d/0B19fnVg9-hoDN09UNkg5TEE3b2c/view?resourcekey=0-UqVphbviLG6--A4YDexGAw).
 

Ante estas tendencias del presente hacia el futuro inmediato, existen desde mi punto de vista dos reacciones en toda la sociedad y en particular entre los educadores formales e informales: la primera es la de rechazar el mundo de las tecnologías, prohibir su uso en la escuela y satanizar todo lo que tenga que ver con ellas. Esta reacción evidentemente equivale a querer tapar el sol con un dedo y no educa a los ciudadanos del futuro para vivir en un mundo inevitablemente mediado por las tecnologías.

La segunda reacción es la de exaltar con entusiasmo acrítico el avance tecnológico, dejarse llevar por la corriente que nos arrastra y volver a los educandos consumidores no atentos, ni inteligentes, ni críticos, ni responsables y conscientes de lo que el mundo tecnológico implica, tanto para bien como para mal. Esta visión produce refacciones para el mercado laboral, dóciles, obedientes e incapaces de cuestionar al sistema injusto y violento en que vivimos.

El Manifiesto Onlife lo que plantea es la superación de la visión moderna del progreso lineal a partir de la tecnología y la construcción de una mirada compleja que supere los dualismos y explicite y asuma las dualidades que este mundo implica. Esta visión es, desde mi óptica personal, la que deberíamos adoptar los educadores, aunque es la que implica un mayor trabajo intelectual y formativo.

El manifiesto plantea que el mero hecho de hacernos la pregunta sobre lo que significa ser humano en la era de la hiperconectividad, aunque no tengamos -ni sea posible- una respuesta definitiva, es un paso muy útil para poder enfrentar los desafíos de nuestra época. La forma de aproximarnos a las sucesivas respuestas a esta pregunta es la de la explicitación de las dualidades y la superación del dualismo y las dicotomías contrapuestas.

Tres elementos que plantea el manifiesto y que considero pueden orientar el trabajo educativo para la formación de los ciudadanos en el mundo hiperconectado son: la construcción de una visión del “yo relacional” que supere la mirada individualista y separada del sujeto humano que caracteriza a la modernidad y al liberalismo; la construcción de una sociedad digitalmente competente -en la que tenemos el enorme desafío en México de la desigualdad social y económica que hace que lo digital amplíe las brechas- y la protección de nuestras capacidades atencionales.

Esta es la única manera en que los educadores podremos ser sujetos activos en la construcción de una sociedad en la que las funciones de los seres humanos no disminuyan sino se potencien con el aumento de las máquinas.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).