Confiar en la ciencia

  • Fernando Gabriel García Teruel
Es hora que exijamos que se apoye la ciencia y el talento de académicos mexicanos en pro del país

Desde 2018, 3M realiza anualmente el estudio, State of Science Index Survey, el cual analiza y cuantifica la confianza y actitudes de la población para con la ciencia. Este año, se encuestaron mil personas mayores de 18 años en 17 países de todos los continentes excepto África (México incluido). Se plantearon 39 preguntas divididas en cinco secciones: Imagen de la Ciencia, Equidad y Educación en STEM (por sus siglas en inglés, Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), Sustentabilidad, Coronavirus y, por último, Expectativas para la ciencia después del Covid-19.

Preguntas como “Pensando en el presente, ¿qué tan importante consideras que la ciencia es?”, o “Comparado con el año pasado, ¿qué tan preocupado estás con los siguientes problemas ambientales?” y se enlistan: cambio climático, acceso a agua potable, contaminación de plásticos en el océano, contaminación del aire, y, finalmente, intensificación de los desastres naturales.

La veracidad de las respuestas o certeza de la metodología queda a consideración de cada quién, pero en mi opinión, los resultados comparados con los de años previos son alentadores. Por ejemplo, el escepticismo hacia la ciencia bajó 8 por ciento en comparación con el 2020, tocando su punto más bajo, 27 por ciento desde el comienzo de la iniciativa, o bien, el 89 por ciento de los encuestados considera que la ciencia brinda esperanza para el futuro y ese mismo porcentaje piensa que debemos actuar inmediatamente para resolver el cambio climático. Alentadores entre comillas, una cosa es lo que decimos y pensamos en ese lejano mundo de las ideas y otra lo que estamos dispuestos a hacer respecto a esos ideales.

Todos estamos de acuerdo en cuidar el agua y los océanos, sin embargo, en México, dos terceras partes de lagos y ríos están altamente contaminados, orillándonos a ser el mayor consumidor de agua embotellada del mundo. Nuestro gobierno, en vez de atender el problema se desentiende y se podría decir que hasta lo promueve, dando concesiones de mantos acuíferos a empresas como Coca-Cola, Pepsico o Bonafont para que expriman y embotellen esa agua que bien podríamos tomar de la llave si pasara por procesos relativamente sencillos, sustentables y baratos. La tecnología en tratamiento de aguas residuales ha avanzado y se ha abaratado enormemente en las últimas décadas. Pero no, para los mexicanos el agua es un bien privado y el que quiera, que le cueste. Están monetizando y de paso, destruyendo, literalmente la base de la vida. En fin, todos de acuerdo en cuidar el agua, ¿verdad?

Otro dato interesante en el estudio de 3M, señala que el 67 por ciento de los encuestados considera que la ciencia unifica a personas con perspectivas opuestas. A diferencia de religión, política o fútbol, la ciencia es una mesa común a toda opinión. Toda opinión siempre y cuando sea argumentada y no dogmática, no “yo creo”, “yo siento”, no, eso no es un argumento. Los argumentos van más allá de lo que gustamos, sentimos o creemos. Surgen desde la investigación y el compromiso con la verdad sin preferencias ni sesgos, a través de un método preestablecido, el científico, utilizando la lógica y no el deseo como motor.

De acuerdo a Karl Popper, lo que diferencia al pensamiento científico es su falsabilidad, es decir, cuando desarrollo una teoría en vez de afirmarla, busco refutarla, intentó destruirla y si no puedo, la teoría queda corroborada y establecida hasta nuevo aviso. Contrario a nuestros deseos, el científico no busca reafirmar y ver dónde acierta o funciona, sino lo contrario, busca saber dónde falla. Para la ciencia, no hay verdades absolutas sino verdades no refutables por el momento, siempre por el momento. Esto es lo encantador de la academia, cada vez que alguien aparece con una aparente verdad, todo el gremio está alegremente esperando destruirla y, el que hizo la primera propuesta, acepta con esa misma alegría los pedazos de lo que creyó era sólido, al final, la verdad siempre prevalece.

Los científicos son enanos en hombros de gigantes, reconocen el esfuerzo de los que precedieron, entienden su razonamiento y se paran en sus hombros adquiriendo una visión más amplia que les permite sumar a la comprensión del mundo.

El motor de la ciencia y nuestra aparente aceptación de ella según la última encuesta, no impide que nos encontremos con quien  -a pesar de ver el caos ambiental que se vive en todo el mundo-, no cree en la crisis climática. Con quien no cree en las vacunas, o peor, cree en conspiraciones al respecto. No he escuchado ni encontrado, y vaya que he buscado, un argumento válido para no vacunarse. Hoy para Covid-19 pero lo mismo contra otras enfermedades, todos los argumentos, tras un poco de debate, se reducen a flojera de pensamiento: “yo no creo” o “no estoy de acuerdo”. Miserable subjetivismo y su “cada quien con su verdad”, no es más que flojera por pensar.

El problema, además de que su egoísmo pone en riesgo la vida ajena, es que, si bien no se cuestionan a sí mismos ni a los conspiracionistas, cuestionan a los científicos que están trabajando por salvar el planeta incluyéndolos a ellos quitándoles tiempo valioso y energía, exigiendo respuestas y cuando estos se las dan, las rechazan sin escuchar.

Fuera de estas minorías que siempre han existido, por ejemplo, en 1918 durante la fiebre española había marchas contra el uso de mascarillas; parece ser que en general la ciencia se ha ido ganando la confianza de la gente, esto es algo que debemos tanto celebrar como promover. Todos deberíamos seguir el ejemplo de los científicos, nuestro día a día mejoraría constantemente si nuestras decisiones se hicieran con argumentos y fundamentos, especialmente las de nuestros gobernantes. Nos ahorraríamos miles de millones si en vez de caprichos, lo que guiara la construcción de una obra civil, llámese refinería, tren, puente, etc., estuviera basada en información, hipótesis, predicciones, es decir, verdaderos argumentos, y no en el antojo guajiro del “creo que es buena idea”.

Por supuesto no todos pueden ser científicos, pero ya que unos sí los son, lo menos que podemos hacer es escucharlos y tomarlos en cuenta. Las grandes economías, las potencias del mundo, son lo que son por la tecnología que han desarrollado apoyando a la ciencia y permitiendo se aplique. En México, pareciera que hay una batalla contra la ciencia, las decisiones sobre cómo manejar el agua o la energía las toman personas con mínimos estudios en leyes o administración. No es sorpresa para nadie que el talento científico mexicano salga del país. No es malinchismo sino decepción. La gran mayoría ama México y le encantaría aportar a su beneficio de una u otra forma pero, ese mismo país que aman, desprecia sus estudios y sus opiniones caen en saco roto. Quien ostenta el poder cree que por consecuencia también ostenta la verdad. Y no es así, pero esto no lo ven y no lo quieren ver.

Es hora de que no sólo confiemos en la ciencia, como dice la encuesta, sino que la tomemos en cuenta y exijamos que se le apoye. De lo contrario, acobardados por ver la realidad, terminaremos destruyéndola.

@fgabrielgt

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Fernando Gabriel García Teruel

Nacido en Puebla en 1996, estudió la licenciatura en Ingeniería Industrial en la Ibero Puebla. Actualmente estudia la maestría en Biosistemas en Wageningen University and Research. Apasionado por la ciencia y artes