Emergencia y convergencia

  • Fernando Gabriel García Teruel
Principales potencias se comprometieron con las metas ambientales rumbo al 2030 y 2050

El pasado 22 de abril bajo la convocatoria del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se llevo a cabo quizá uno de los eventos más importantes de la historia moderna, no por el evento en sí, sino por lo que puede representar siendo el banderazo a negociaciones internas y planes que se han de analizar a profundidad en noviembre de este mismo año durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow, Escocia.

Sin entrar en minuciosos detalles ni en cómos de forma específica, los representantes de las principales potencias del mundo, por lo tanto las más contaminantes, se reunieron de forma virtual el pasado jueves, día de la Tierra, para posicionarse y comprometerse respecto a las metas ambientales rumbo al 2030 y 2050. Cada país fijó sus porcentajes de reducción de emisiones de carbono o por lo menos planteó medidas que habrá de tomar para aportar al beneficio común del planeta. En mi opinión, la participación de México se quedó corta tomando en cuenta que nuestro país es el doceavo más contaminante del mundo.

El discurso de nuestro presidente estuvo corto en compromiso y solidaridad ambiental, y excesivo en política interna. López Obrador se comprometió a reducir las exportaciones de petróleo crudo y las importaciones de refinados, discurso semejante al de su campaña en 2006, 2012 y 2018, así como impulsar las plantas hidroeléctricas existentes en el territorio. De igual forma, la mención del programa Sembrando Vida, me pareció acertada dado el potencial que tiene, sin embargo, la propuesta de visas para los afiliados, me pareció demagógica y fuera del contexto de la cumbre. Como paréntesis, debo confesar que no estoy al día con el proyecto pero hay que señalar que el sembrar árboles maderables, frutales o de cualquier índole sin conocimiento de causa, más que beneficiar puede perjudicar al ecosistema.

Algunos compromisos relevantes son los siguientes: Brasil se compromete a acabar con la tala ilegal en la Amazonía para 2030 y lograr la neutralidad de carbono en 2050; Japón reducirá para el fin de la década un 46% de sus emisiones comparadas con el año 2013; Canadá reducirá entre el 40 y 45% en ese mismo periodo; el bloque europeo reducirá por lo menos 55% sus emisiones para 2030 en comparación a los niveles de 1990; y Estados Unidos se comprometió a reducir el 50% para esta década y lograr el cero neto en 2050.

El caso de China, siendo responsable de alrededor del 28% de las emisiones globales, lo que le convierte en el mayor contaminante del mundo, es sumamente interesante. El gigante del Este se comprometió a llegar a su máximo nivel de emisiones antes del 2030 y a partir de ese punto, descender hacia el cero neto en 2060. El discurso del presidente Xi Jinping fue, a mi parecer, de inmensa relevancia por su congruencia y objetividad sobre lo que significa detener las emisiones. Señaló, que si bien todos estamos unidos para lograr el equilibrio con la naturaleza, no todos los países se encuentran en igualdad de oportunidades y no es el mismo esfuerzo para un país como Estados Unidos que para uno en vías de desarrollo. En otras palabras, reducir las emisiones para países con bienestar y riqueza recae más en la voluntad que en la imposibilidad. En cambio, para países donde la pobreza e inseguridad social son las prioridades, reducir las emisiones significa detener el desarrollo económico. China, consciente de ello señaló que si se busca el equilibrio ambiental, los países ricos deben invertir en los pobres para lograrlo, pues es una lucha de todos.

Por el otro lado, Biden en su discurso menciona que dentro de la transición de energías fósiles a energías renovables más que retos, él ve empleos y oportunidades. Esto sin duda también es cierto, el desarrollo e implementación de tecnología viene acompañado de riqueza, pero de igual forma, es cierto que la inversión es mayor y el rendimiento más lento, y aunque en el largo plazo es mucho más benéfico, tanto en lo económico como en lo ambiental, muchos, como lo menciona China, no se pueden dar este lujo.

La cumbre de líderes fue un hecho sin duda relevante, pero el verdadero reto será en las negociaciones y conflictos internos entre los grupos de poder de cada país de aquí a noviembre, para así poder llegar con un plan viable a la conferencia en Glasgow. La mayoría de los presidentes se tendrán que sentar con los grandes corporativos y partidos de oposición para llegar a un acuerdo en esta meta común que, a excepción de pocos, excede su mandato. El medioambiente se deberá imponer sobre la democracia, idea nada sencilla de digerir.

Por otro lado, debemos tener presentes que nosotros formamos los países y sus necesidades. Si existe una industria de la moda que, de acuerdo a la ONU, genera alrededor del 20% de las aguas residuales del mundo y genera el 10% de las emisiones de gases contaminantes, es porque individuos como nosotros compramos ropa que no necesitamos. Si existe una industria ganadera que es la mayor responsable de la deforestación mundial, es porque individualmente decidimos darnos el gusto de comer carne de res, que dicho sea de paso no es saludable, la dosis recomendada de carne roja de acuerdo a últimos estudios es de poco más de 100 gramos a la semana, comer más de 100 gramos al día, incrementa un 19% la probabilidad de contraer diabetes, 11% enfermedades cardiovasculares y 17% cáncer de colon. Sin hablar de la carne procesada que, de acuerdo a la OMS, es tan cancerígena como el cigarro. Lo mismo pasa con las demás industrias (petroleras, mineras, transporte, etc.), existen porque existe quien consuma.

Si bien es cierto que para solucionar la crisis que estamos viviendo es indispensable que las grandes potencias y en general los gobiernos, inviertan en energías limpias e impongan restricciones a las industrias, debemos ser conscientes que esto no servirá de absolutamente nada si nosotros no empezamos a reducir nuestro consumo estúpido y exagerado, digo estúpido porque no va más allá del placer o del vacío que buscamos llenar. La ropa, el nuevo teléfono, el asado, coches, todo eso no son más que fantasmas de una vida que pensamos merecer porque nos dijeron que más es mejor y nosotros de idiotas lo creímos. Ya no hay vuelta atrás, pero no es tarde para empezar. Así como cada país deberá ajustarse a sus posibilidades, cada uno de nosotros debemos ajustarnos a las nuestras, renunciando a lo superficial, buscando el equilibrio entre la necesidad, el gusto y el impacto ambiental. No se trata de ser ascetas sino de valorar el precio ecológico de cada cosa, dándoles uso hasta el desgaste, pues mejores y nuevas cosas siempre habrá.

Algunas de las muchas cosas que podemos hacer son:

  1. Reducir el consumo de carne roja, especialmente res.
  2. Reducir el uso de transportes de combustibles en la medida de lo posible.
  3. Usar la ropa, accesorios y aparatos eléctricos que tenemos hasta el fin de su vida útil.
  4. Comprar lo mínimo e indispensable.
  5. Tener menos hijos (esta es la de mayor impacto).
  6. Escuchar lo que dicen los científicos. No pretendamos saber o supongamos nada, reconozcamos que somos ignorantes.
  7. Exigir a nuestros gobiernos que actúen y votar por quien tenga compromiso por el medioambiente.

Y por último y más importante:

  1. Considerarse a uno mismo como un estorbo para el planeta hasta demostrar lo contrario.

Si juntos, con “pequeños gustitos” llegamos a esta situación de emergencia, desequilibrio y caos, juntos, con pequeñas acciones salgamos de ella. Para así, que sea la siguiente generación quien nos juzgue tanto como individuos y como naciones.

@fgabrielgt

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Fernando Gabriel García Teruel

Nacido en Puebla en 1996, estudió la licenciatura en Ingeniería Industrial en la Ibero Puebla. Actualmente estudia la maestría en Biosistemas en Wageningen University and Research. Apasionado por la ciencia y artes