El astrólogo de Hernán Cortés ante la constelación de cáncer

  • Atilio Peralta Merino

Manuel Orozco y Berra enlistó a los soldados españoles que habían arribado al Anáhuac bajo el mando de Hernán Cortés por una parte, con respecto a los que habrían hecho lo propio al de Pánfilo de Narváez; dejando de lado, al parecer, a aquellos que habrían llegado acompañando al gobernador de Jamaica Francisco de Garay a la región de Pánuco para posteriormente unirse a las huestes del extremeño.

De entre la primera de las listas, habrá que considerar una personalidad exuberante a más no poder, descrita por Bernal Díaz del Castillo en los siguientes términos:

“…muy hombre de bien y latino, y había estado en Roma, y decían que era nigromántico, otros decían que tenía familiar, y algunos le llamaban el astrólogo”.

Blas Botello no vería jamás representada en escena el drama de Segismundo, compuesto mucho tiempo después de que encontrara la muerte al fragor de la retirada de las tropas de Cortés, abatidas por la sublevación de los señores mexicas, aun cuando, a no dudarse, conocería muchos de los elementos que al efecto habrían de ser esbozados en la pieza teatral de Calderón de la Barca.

 La feroz crueldad habría de ser la prenda distintiva del príncipe, los astros habrían trazado su destino ineludible, terrible habría de ser en consecuencia la tiranía que afrontaría la tierra de llegarse a colocar en sus sienes la corona de Polonia.

En la  trama de Calderón de la Barca de sobra conocida, en un intento por comprobar la veracidad del mensaje de  las estrellas, su padre  hace salir a Segismundo del calabazo de la torre en el que se le había confinado desde el momento mismo de su nacimiento, y la lujuria, la codicia y la crueldad no dejaron de manifestarse a cabalidad.

Es devuelto a su mazmorra,  en la que, al despertar,  atribuiría lo vivido a un sueño, y gracias a lo que considera una onírica revelación tuerce su sino.

Hernán Cortés decido salir de Tenochtitlán a la muerte del emperador Moctezuma, Botello había vaticinado cuatro días antes, la muerte y el deshonor de todos en caso de no abandonar la ciudad aquella misma noche.

Gregorio XIII  modificaría en 1582 el calendario,  trece días del mes de octubre serían suprimidos, y así,   una de las figuras más resplandecientes de las letras en nuestra idioma :  la Santa de Ávila, nacería a la vida eterna el tres de octubre del calendaría juliano y el quince del mismo mes en la cronología del Papa Gregorio; “muero porque no muero, y tal alta vida espero que muero porqué no muero”

La retirada ordenada por don Hernán Cortés en las primeras horas del día  primero de julio, había obedecido a un oráculo desentrañado en los astros el  día veintiséis de junio del calendario juliano, a 500 años de aquellos hechos, el sino que Blas Botello habría visto en las estrellas, habría de haber sido buscado por los astrónomos el pasado nueve de julio, siempre,  en todo caso, hoy y medio milenio atrás, bajo el cintilar de la constelación de cáncer.

Refiere Bernal Díaz del Castillo la muerte de “ Juan Velázquez de León, Francisco de Saucedo, Y Francisco de Morla y un Lares el buen jinete y otros muchos de los nuestros de Cortés…pues los de Narváez todos los más en los puentes quedaron cargados de oro”

Lanzando el soldado cronista un amargo reproche a Botello a quién “no le aprovechó su astrología, que también allí murió con su caballo”.

Al margen de que, acaso, Blas Botello abríase hecho para entonces ya conocedor de los secretos astrológicos de los tlamantinimes del Anáhuac, recopilados como nadie por Fray Bernardino de Sahagún, y de los que , tras el extravío por siglos de la “Historia de las cosas de la Nueva España”  podríamos acceder a partir de las minuciosas investigaciones de don Carlos María de Bustamante en las primeras décadas del México independiente.

Probablemente en la constelación regida por la luna y el instinto de la protección maternal, de aquel veintiséis de junio del calendario juliano y nueve de julio del nuestro, Blas Botello habría viso su propio fin, extendiendo con su deceso la protección a sus compañeros de armas, o bien , habría decidido actuar  movido por la revelación de un sueño como Segismundo y  habría decidido torcer el sino que las estrellas le habrían fijado.

albertoperalta1963@gmail.com

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Atilio Peralta Merino

De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.

Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava