El liderazgo que Puebla necesita

  • Alberto Pacheco Márquez

Estos más de 100 días que hemos permanecido subyugados a las situaciones provocadas por la pandemia del covid19, además de modificar sustancialmente muchas de nuestras dinámicas sociales, nos ha hecho replantear más de una vez, si nuestra forma de ser y estar en este mundo, país, ciudad o pueblo, son o han sido las adecuadas.

Y es natural, pues si bien, en México, adolecemos de certezas en nuestra vida diaria desde siempre, también, siempre habíamos encontrado los resquicios por los cuales seguir transitando de manera optimista, esperando con más fe que razón, que el día de mañana fuera mejor que el de hoy y, cuando la ahora mal llamada 4T arribó al poder, muchos pensamos, que ese día de mañana mejor que el de hoy, finalmente llegaría.

Que dura ha sido la resaca… la resaca de ver en un rincón de la infamia a este movimiento que nos había colmado los corazones hace tan poco tiempo atrás.

Específicamente, en el caso de Puebla, uno de los Estados adónde la gente más se apostó por la tan anhelada transformación, es también hoy, una de las Entidades, adónde más desilusión existe.

Con un gobernador al que le sobra temperamento, pero le faltan resultados; una Alcaldesa meramente de ornato y que si esto fuera una película, aparecería en los créditos como “ARBOL NUMERO 3” y muy seguramente, alegando violencia política de género… su argumento favorito, con el que pretende eclipsar su total falta de capacidad administrativa y de liderazgo...

Además de tener de lejos, a muchos de los peores alcaldes de la historia, en la gran mayoría de los 217 municipios de nuestra entidad.

Ni el gobernador ni la Alcaldesa entienden que, cuando un sistema es sometido a un cambio increíblemente profundo, extremo, agresivo, solo pueden pasar 2 cosas, que el sistema no sea capaz de soportarlo y desaparezca o ese sistema que nunca volverá a ser el anterior, transforma la adversidad en un proceso de aprendizaje, que le lleva a un nivel superior…Pero ya todos sabemos, lo que sucederá con la 4T muy pronto.

Los ciudadanos, hoy más que nunca, hemos aprendido que, para poder, no basta con querer; que el liderazgo no es estatus ni una posición, sino inspiración, transformación y hoy mismo, necesidad de disrupción, algo que les es ajeno a ambos personajes.

Personajes a los que sus limitaciones no les permiten ver incluso en medio de la peor crisis del mileno, que si bien, podemos ser distintos, no significa que debamos ser distantes, y mucho menos, cuando esa distancia insana que se traduce en conflicto, nos impacta directamente, con el caos que los ciudadanos nos estamos fumando día con día.

Aun en medio de esta oscuridad llamada coronavirus, podemos ver con claridad y sin caer en juicios discriminatorios, que la salud no es un accesorio de la vanidad, sino una obligación para el buen vivir y sin duda alguna, también para el correcto ejercicio del poder.

Los griegos ya lo decían hace más de 2 mil años, “mente sana en cuerpo sano”, algo profundamente importante para un gobernante que debe conducir a una sociedad por caminos complejos y realidades volátiles.

Por lo anterior, está perfectamente a la vista, lo que requerimos los poblanos, nuestra entidad, nuestra capital, los 217 municipios que conforman Puebla, no solo para lograr salir lo menos dañados de esta crisis, sino para de una vez, transformar nuestra realidad y llevar a Puebla al lugar que se merece.

Puebla necesita un liderazgo capaz de inspirar, de movilizar, un liderazgo que pueda crear una visión compartida, ilusionante para todos, alineando mentes y corazones, convenciéndonos de que juntos, somos mas inteligentes que uno solo y que juntos también, es como llegaremos más lejos.

Ese liderazgo sin lugar a dudas, debe ser, ante todo, COMPETENTE, es decir, con un conocimiento sustentado en evidencia y no en ideología ni es preceptos de la fe.

Debe tener la capacidad de crear una VISIÓN lo suficientemente poderosa y clara, porque no es posible unir corazones bajo una convicción, si no hay un sitio al que llegar.

Tiene que poseer un CARÁCTER TRANSPARENTE, que genere la sensación de integridad, fiabilidad, coherencia, no de perfección ni la de un beato con dedo redentor, sino un liderazgo que haga exactamente lo que diga, y que su mensaje más poderoso no sea una retórica anacrónica sino su propia vida y ejemplo a través de sus decisiones.

Un liderazgo con mucha EMPATÍA, porque no se puede liderar, si no somos capaces de conectar con los demás, si no nos hace sentir que realmente nos comprende.

Y hoy mismo, podríamos, con los dedos de una sola mano, contar a aquellos que reúnen lo anterior a cabalidad, siendo el más visible, el actual Diputado Federal Fernando Manzanilla, y vamos, que no es mera zalamería sino justo reconocimiento.

Un político que valora profundamente el conocimiento y la técnica en el servicio público, pues si un calificativo se ha repetido en cada unos de los puestos desempeñados durante su larga trayectoria, ha sido el de excelente. 

Capaz de construir puentes y entendimiento, adónde los demás solo encontraban diferencias, vacíos y conflictos; para muestra, solo basta recordar la operación que lideró para que intereses tan divergentes, encontraran una línea clara de coincidencia que se tradujo en la tan anhelada alternancia en Puebla allá por el 2010, algo que lucía impensable.

Fernando Manzanilla, es un hombre que entiende el tiempo que le ha tocado vivir y los retos tan complejos de un mundo que avanza sin piedad, dejando atrás a los incompetentes, a los timoratos, a los que se aferran a las ortodoxias del pasado.

Y es por supuesto, alguien que en su andar y en su trato hacia los demás, inspira respeto, confianza y una gran admiración, que no son el resultado del estatus de ser ya, durante mucho tiempo, un protagonista de la vida pública de la Entidad, sino por su gran humanidad, talento y convicciones.

No obstante, si los ciudadanos, nos olvidamos de lo que al día de hoy parece tan claro, nuestra clase política seguirá siendo tierra muerta, adonde nada bueno crece.

Adónde las rivalidades y las luchas de ególatras incompetentes, nos seguirán dividiendo hasta un punto en el que muy seguramente ya no habrá marcha atrás.

Los ciudadanos debemos tener muy claro, que el nuevo analfabetismo ya no es no saber leer o escribir, sino, el no estar dispuesto a aprender, a escuchar, a ser lo suficientemente disciplinados para cambiar un entorno que no nos permite desarrollarnos con plenitud.

Me niego a pensar que seguiremos siendo una sociedad, que se muere día a día sin jamás oír la bella música que lleva dentro… la de la grandeza.

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Alberto Pacheco Márquez

Especialista en Desarrollo Regional y Gestión de Inversión Extranjera y Conferencista. Se desempeñó en el sector público y privado en México como en el extranjero. Dedicado a la vinculación entre México y Polonia