Lo que nos narran los muros: Pintura mural del Bautizo de Cristo

  • Alejandra Arroyo Abud

En el centro de la región milenaria de Cholula se encuentra el Convento franciscano de San Gabriel, edificación que data del siglo XVI y nos regala numerosos vestigios de la historia colonial de México.

Todo en los conventos es simbólico y está perfectamente organizado para que el espacio sagrado exprese lo que desea y así ayudar a que cumpla su finalidad religiosa. Aunque los primeros frailes que llegaron al Nuevo Mundo tenían normas y patrones europeos para la construcción de estos edificios, ellos siempre estuvieron abiertos y cercanos a la sociedad, buscando la mayor armonía con las tradiciones indígenas, por lo que sus conventos tienen espacios innovadores como el atrio de grandes dimensiones, las capillas posas, la capilla abierta y el portal de peregrinos. Todos estos eran espacios que servían para realizar diversos actos litúrgicos y como herramienta de evangelización, por lo que en sus muros se hacían pinturas representando escenas de la Biblia, de los primeros fundadores de la orden o de temas alusivos a las celebraciones que en estos se llevaban a cabo. Los indígenas que realizaban estas pinturas eran los tlacuilos, quienes eran educados en el Calmécac, eran los expertos en dibujo y realizaban también los códices, por lo que los frailes los ocuparon para reproducir las imágenes en los muros, de los grabados que traían con ellos en sus libros. Al estar realizados por mano de obra indígena, se dan casos en los que encontramos errores de representación o elementos que nos hablan del sincretismo de las culturas, esto fue cambiando con el tiempo, pues a los pocos años de la llegada de los frailes, estos crean espacios de enseñanza del arte para los indígenas y también comenzaron a llegar pintores y artesanos españoles. 

Hoy en día tenemos pocos testimonios de la pintura mural de los conventos, ya que debido a las epidemias que azotaron la Nueva España durante los siglos XVI, XVII y XVIII, los espacios religiosos, que eran los más concurridos tenían que ser desinfectados aplicando cal, además, en tiempos de epidemia las porterías hicieron las veces de centros de asistencia hospitalaria. Debido a este procedimiento de desinfección, mucha de la pintura mural se ha perdido o sigue oculta.

 

En enero de 2001, durante los trabajos de restauración del portal de peregrinos del Convento de San Gabriel se descubrió, después de retirar varias capas de cal, una pintura mural con la representación del Bautismo de Cristo, esto ayudó a corroborar la idea de que este extremo oriente del portal estaba destinado a administrar el sacramento del bautismo entre los fieles indígenas y en el cual estaba ubicada una pila bautismal de piedra labrada con el cordón franciscano (la cual ahora se encuentra colocada en la nave central de la Capilla Real). El bautismo tenía un gran significado religioso, espiritual, político y social durante la colonización. A los portales de peregrinos llegaban personas que venían de lejos, incluso caminaban varios días para pedir los diferentes sacramentos, se acercaban con fervor, a decir de Fray Toribio de Benavente “…comenzaron a venir a el bautismo y a buscar el Reino de Dios, demandándole con lágrimas y suspiros y mucha importunación”. Mencionan los historiadores Pablo Escalante y Antonio Rubial que,  quizá el fervor tuviera que ver con la identificación del bautismo con un ritual de alianza y que desde los inicios de la evangelización los caciques veían el acto de bautizarse como un hecho político relacionado con una idea de vasallaje, incluso los señores de los pueblos acudían al monasterio más cercano para recibir el bautismo y llevaban también a sus hijos, regresando a su pueblo ungidos o confirmados en su poder, a la manera de los señores que acudían a Tula en la época prehispánica para ser confirmados en su dignidad.

 

Esta pintura mural fue realizada probablemente a finales del s. XVI o principios del siglo XVII, ya que no es una grisalla (blanco, negro y rojo) sino que presenta además ocre y azul, debido a esta gama de colores podríamos pensar que ya no es un fresco seco, sino un temple y muestra la escena narrada en la Biblia en Mat, 3, 13-17; Mc, 1, 9-11; Luc, 3, 21-22 y Jn, 1, 32-34, en que San Juan Bautista está bautizando a Cristo.

Se pueden observar cinco personajes. En el extremo superior izquierdo se encuentra Dios Padre bendiciendo con una mano, la otra sobre el mundo con una cruz (Orbe), está representado con medio cuerpo que sale de las nubes, al frente de Él sale una filacteria que dice “HIC EST FILIVS. MEVS DILECTUS” traducido del latín: “Este es mi hijo amado” Debajo de la imagen del Padre se encuentra un ángel que sostiene un manto, aunque este personaje puede ser también la personificación de la Gracia que se recibe en el Bautismo.

Al centro se encuentra Cristo con la mitad de las piernas dentro del agua, con las manos unidas en señal de oración y con la mirada sumisa, de humildad, ante San Juan Bautista.  Desde el Renacimiento se representan las pinturas del bautismo de Cristo en sus dos ritos de inmersión y aspersión como en esta imagen. El agua además es un elemento que desde las civilizaciones antiguas simboliza purificación y renacimiento.  Sobre Cristo se encuentra una paloma que representa al Espíritu Santo.

En el extremo derecho se encuentra la representación de San Juan, vestido con túnica, tiene un nimbo circular muy notorio, pues el resto de los personajes no lo tienen tan definido, probablemente por el estado de deterioro que tuvo la pintura. San Juan sostiene un cáliz sobre la cabeza de Cristo y sobre él hay una filacteria con una frase en latín “EGO DE BAPTIZO IN NOMINE P RI     “, por el deterioro se encuentra incompleta y existe un error de representación, pues el texto pues la “D” debería ser una “T”, pero su traducción sería “Yo te bautizo en el nombre del Padre”.

La pintura presenta en sus colores la tonalidad conocida como “azul maya”, característico de las pinturas murales de dicha zona y que también podemos encontrar en los murales de Cacaxtla, lo que nos indica que Cholula, al ser un centro ceremonial importante en la época, era una zona en la que convivían personas de muchas regiones, además nos puede hacer notar una intención del tlacuilo de dar un significado, ya que el color azul se asocia con el agua, con Tlaloc y sus ciclos agrícolas. En los extremos del muro hay flores de cuatro pétalos que simbolizan en el mundo prehispánico los cuatro puntos cardinales y el centro (el ombligo), en el que se relacionan el supramundo y el inframundo, este símbolo es muy utilizado en el arte prehispánico y representa el “Quinto Sol”.

Ahora esta pintura ha perdido su utilidad simbólica dentro del sacramento que se celebraba a sus pies, pero su valor histórico y estético perduran y nos ayudan a comprender, a través de su narrativa, una forma de entender el mundo en la Cholula del siglo XVI.

 

“…nuestra cultura y nuestro arte se fundan en la cultura y el arte del pasado. No es posible entender nuestra época si no entendemos la época pasada. Todas las épocas que han vivido antes que nosotros”  Manuel Toussaint

 

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Alejandra Arroyo Abud

Soy poblana, Licenciada en Arquitectura y Maestra en Investigación del Patrimonio Cultural, miembro de Número de la Academia Nacional de Arquitectura, Capítulo Puebla. Restauradora de patrimonio cultural y docente