La pandemia, lecciones para aprender

  • Xavier Gutiérrez
Hay que juntar esta visión corta y aquella de largo alcance.

Un montón de comentarios, actitudes, reflexiones, aprendizajes empieza a dejar la pandemia.

Pero como sucede siempre, todo es relativo. Todo tiene muchos puntos de vista. Algo sano es ver las cosas en perspectiva, no desde el solar propio. O no quedarse sólo con esta visión de las cosas.

Una tuza saca la cabeza del agujero, mira diez metros a la redonda y cree que eso es el mundo.

Un águila puede ver, quizá, unos diez kilómetros a la redonda.

Hay que juntar esta visión corta y aquella de largo alcance. Y sacar conclusiones.

El remezón es impactante para gran parte de la humanidad. Ha trastocado todo, lo doméstico y lo global.

Nadie estaba preparado para esto. Por eso, es absurdo eso que se escucha por radio o televisión o se lee en los diarios, de que el gobierno federal no acierta en nada respecto del manejo.

Son juicios dogmáticos, catastrofistas o maniqueos.  Ha tenido aciertos, errores u omisiones. A todos los gobiernos les ha sucedido lo mismo.

 Tal vez el primer  mundo, por la abundancia de recursos y otro nivel de cultura, afronta de mejor manera el impacto, con previsión y medios. Pero aún así, resiente un golpe brutal.

Tres de las economías más poderosas, China, Estados Unidos y Alemania, con toda su tecnología, programas y equipo de salud, sufren con crudeza la crisis.

México, en proporción a su población, condiciones socieconómicas y vecindad con Estados Unidos, hasta ahora mantiene condiciones aceptables en el saldo de daño humano por el virus.

Los efectos devastadores para la economía serán a mediano plazo, dolorosos para todos. Esa es la característica igualitaria de la pandemia: nos hace víctimas a todos por igual, pobres y ricos.

Haciendo una proyección de  lo que el ser humano vive en lo individual, a una crisis social  de esta magnitud, nos lleva a pensar que todo aprendizaje es  caro, muy costoso.

Puede ser la naturaleza o la obra del propio ser  humano, lo que pone sobre la mesa terribles lecciones. Y si no se aprenden, la generosa maestra de la vida las repite gustosamente.

China, para muchos símbolo y modelo del progreso humano, tiene las ciudades más contaminadas del mundo. Conviven en su sociedad hábitos y tradiciones milenarias donde abunda la suciedad, el hacinamiento, la riqueza y pobreza en ambos extremos y un orden dictatorial. Eso, todo ese coctel, no puede producir nada bueno.

Hoy es la cuna de un virus mortal para toda la humanidad. Pero más adelante brotarán de allá otras cosas. No cuesta trabajo imaginarlo. Ahí se empolla el huevo de la serpiente.

Naciones e imperios han engendrado su propio virus letal.

La insaciable voracidad de las potencias que crea guerras no exentas de daños biológicos o químicos, tampoco es ajena a los efectos de ahora y más adelante, aquí, allá o acullá.

En países como el nuestro, en nuestra sociedad doméstica para no ir más lejos, brotan en casos como estos los individuos o grupos con mentalidad fenicia que medran perversamente con la situación: el encarecimiento de análisis o estudios médicos,  medicamentos, hospitales y alimentos.

Cargan con ese botín de dinero, a veces de sangre, de vida, los grandes negociantes o los pequeños malos comerciantes.

En el ámbito familiar, personal, esta crisis brutal que tendrá su rostro más diabólico más adelante, en la economía, debiera compeler a la gente a reencontrar sus valores.

Empujar a la sociedad, a ver las cosas de un modo distinto. Comprender que el auto lujoso, el acaparamiento de bienes materiales, las fortunas enormes, las posesiones de todo orden, finalmente…no garantizan la salud. Ni la vida.

La salud no la compra el dinero. La salud, paradójicamente, está en el modo de ser de cada uno. Esa salud no se adquiere con oro, está dentro de cada uno.

Etapas o momentos como este, debieran forzar al ser humano a eso, a SER HUMANO.

A adoptar formas de vida más apegadas a la sencillez. A la cercanía, a la solidaridad.

En mis caminatas cotidianas  al despuntar el alba, he visto con tristeza algo tan sencillo, tan elemental, que ha perdido la gente: el saludar, el buenos días, el hola…

De cada diez personas que me encuentro, nueve no saludan. Algunas contestan de mal modo, buen número de jóvenes van en otro mundo, conectados y gobernados por sus audífonos.

 Los perros pasean a sus dueños, otros  deciden no  romper jamás  la esclavitud del celular, ni aún en ese momento tan íntimo de caminar, correr, de entrar en contacto directo, y gratis, con todos los elementos de la naturaleza. Esta, por cierto, es la compra más barata de vida y salud en todo el mundo.

Hacer ejercicio, no necesariamente en un gimnasio, y comer sanamente, son boletos que ofrecen una sana perspectiva de vida, más allá de zarandajas para comer a la moda o el enfermizo y egocéntrico  culto al cuerpo.

Los antiguos lo decían con sabiduría verificable: “quien bien come y bien digiere, sólo de viejo se muere…”

O aquella otra mini receta para el buen vivir: “Poca cama, poco plato, mucha suela de zapato…”

Ciertamente un padecimiento, un enemigo como el que  hoy azota a la humanidad, cruza fronteras y puertas y penetra por cualquier hendidura, pero es de vital importancia el aparato inmunológico de cada quien para hacerle frente, es la primera trinchera y está a cargo de uno.

Uno mismo es el general en jefe de nuestra salud.

Ojalá seamos excelentes y humildes alumnos para aprender la lección de ahora.

Si no, la eficiente maestra, gustosamente nos la va a repetir.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.