Los hechos acaecidos en Puebla en los sesentas y setentas del siglo pasado, no pueden pasar desapercibidos a la luz de consideraciones contemporáneas. Las demandas de los universitarios de hoy son tan legítimas como las de las generaciones que los precedieron

El uso de los medios de comunicación y de las columnas dictadas desde los escritorios del poder no es nuevo, el 1964 a raíz de la Ley de Pasteurización el General Nava Castillo, entonces Gobernador del Estado de Puebla trataba de hacer pasar los movimientos universitarios como manipulados por los “enemigos del gobierno”, el resultado fue la victoria de los estudiantes con la caída Nava Castillo.

En 1972 a raíz de la caída de Moreno Valle, asumió el poder Gonzalo Bautista, quien sumió a Puebla en la represión contra sus opositores, la violencia y el autoritarismo. En mayo del año siguiente, un grupo de estudiantes tenía una concentración frente al edificio Carolino, para protestar por las detenciones de sus compañeros por parte de la Policía Estatal, la policía responde disparando a los manifestantes. El resultado fue el deceso de Alfonso Calderón y la detención de más de una decena de estudiantes.

Ante la insostenible situación, el Gobierno de Luis Echeverría opta por pedirle la renuncia y el Congreso del Estado designa a Guillermo Morales Blumenkron para terminar el sexenio.

Los lamentables asesinatos de tres universitarios suscitados en Huejotzingo son la gota que colmó la paciencia de los estudiantes, no hay semana que no sean víctimas de la delincuencia. Por desgracia, el Gobierno les falló a los poblanos. Puebla se convirtió en un Estado fallido, donde ni siquiera se pueden garantizar la seguridad y libertad a sus habitantes.

No tengo duda, las movilizaciones universitarias cuentan con el respaldo de la inmensa mayoría de los poblanos y le quitan el sueño a más de uno de quienes despachan en Casa Aguayo. Las demandas de los universitarios sobrepasan las históricas diferencias y los unen en lo fundamental, sus exigencias son las de los poblanos, con hambre y sed de justicia, en contra de un Estado cooptado y fallido.

La caída del Vicealmirante Amezaga no soluciona el problema, es un mero acto mediático. Como si se tratara de una burla, Raciel López no es poblano ni conoce el Estado y para colmo con pésimos antecedentes. Los alcaldes metropolitanos siguen omisos, como si nada hubiera pasado, el silencio y la omisión los hace cómplices.

Puebla carece de una estrategia para regresar la tranquilidad, vivimos ante las ocurrencias de un gobernador que cumple el sueño frustrado de ser policía.

dip.jose.espinosa@congresopuebla.gob.mx