La crisis poblana: el circo del poder

  • Jorge Machuca Luna
Ha sacado a relucir tanto lo peor de los políticos de todos los bandos.

Jorge Machuca Luna

Más allá de filias y fobias, a nadie se le desea una muerte como la de los Moreno Valle-Alonso. Esa inesperada y no menos trágica noticia registrada en pleno 24 de diciembre, no sólo cimbró la política poblana, sino la nacional. Y también ha sacado a relucir tanto lo peor de los políticos de todos los bandos, como la grandísima desconfianza de los gobernados en la palabra y las acciones de sus gobernantes.

El funesto episodio, en menos de 20 días, ha desnudado la parte más mezquina y carnívora de decenas de políticos poblanos, o con interés en Puebla, que inicialmente aparentaron un luto o al menos cierto respeto por la muerte ajena, que si les duró una semana fue mucho. Es la lucha por el poder, aquella obsesión de Rafael Moreno Valle, la que está reluciendo de nuevo en todos los bandos.

El primero en descomponer el panorama y mostrar el cobre, cual porra local en partido de futbol al ver arribar a su odiado contrincante, fue el ahora huérfano grupo morenovallista; con rudeza innecesaria en el escenario incorrecto, mal recibió a la enviada de López Obrador al homenaje a los finados panistas, Olga Sánchez Cordero, y el orador, Luis Banck, convirtió en un acto político el homenaje a sus malogrados jefes, al clamar justicia, dando a entender, apresuradamente, que el deceso de Moreno Valle y Alonso no fue producto de un accidente.

Terció el episodio la desafortunada declaración a medios del exgobernador Antonio Gali “el mejor regalo que le podemos dar (a los Moreno Valle-Alonso) es ganar nuevamente las elecciones”, frase que en realidad marcó el inicio informal de la campaña por Casa Puebla, a unos metros de las cenizas de los difuntos.

El presidente López Obrador echó más leña al fuego, despojándose de su investidura de jefe de Estado que debe buscar conciliar y unir, y enfundándose la casaca de dirigente de partido en campaña, al tildar el 26 de diciembre, a la derecha, a los “conservadores de siempre”, de provocadores, hipócritas, corruptos, mezquinos, que crearon un ambiente de linchamiento a su administración en redes sociales y en la Plaza de la Victoria, por la muerte de los panistas.

Hasta ese momento ya había salido a relucir lo peor de ambos bandos: por un lado, el uso político de la muerte de la pareja de panistas, y por otro, la respuesta furibunda e irreflexiva del político más poderoso de México. Al escenario ya se habían subido, en pistas de menor importancia, políticos como Miguel Barbosa y Javier Lozano, que, valiéndose de su facilidad para opinar en medios de cobertura nacional, llevaron agua para sus respectivos molinos. Mientras, la desconfianza en las instituciones propias, llevó a pedir la ayuda de peritos extranjeros para conocer la verdadera causa del desplome del millonario helicóptero Agusta, cuyo valor supera el capital social de la empresa que aparece como su dueña, cuyas ligas llevan al tristemente célebre Grupo Higa. Las conclusiones estarán listas por ahí de diciembre. Mientras, el “no están muertos, sino en un país lejano”, es vox pópuli en muchas partes del país.

Los días pasaron y la mira noticiosa se ha concentrado en la escasez de gasolina, el huachicoleo -del cual Puebla es la Meca, título conquistado en tiempos del morenovallismo- y el improvisado combate federal a éste; mientras, el proceso poblano para seleccionar gobernador interino está en marcha, legalmente en el Congreso del estado, y de facto en la Secretaría de Gobernación, en el búnker de Bucareli. No hay más.

El Congreso del estado, numéricamente dominado por la coalición -hoy en colisión por el pleito entre Gabriel Biestro y José Juan Espinosa- de Morena, PT y Encuentro Social, ha devenido en un circo en el que cada día hay nuevos aspirantes a Casa Puebla, en una lista variopinta que va desde prestigiados académicos con y sin partido, ex ediles, you tubers, wannabes, ex choferes, ex empleados del IEE, ex agitadores universitarios, regidores, diputados en funciones y con licencia, hasta ilustres desconocidos, todos prometiendo que pueden apaciguar a Puebla en medio año. Un verdadero zoológico casi fuera de control.

Y es que el mayor problema ahora es, precisamente, el mecanismo de selección del gobernante de transición. La legislación local al respecto está plagada de vacíos, de tal forma que existe una discrecionalidad directamente proporcional a las ansias de todos los grupos por hacerse del poder o retenerlo. Si se hubiera implementado mecanismos de Parlamento Abierto, otra cosa sería. Empero, la decisión final se tomará lejos de la carpa poblana, en el Palacio de Cobián. Centralismo a más no poder, como en los tiempos de Lázaro Cárdenas, uno de los ídolos del actual presidente.

La súbita crisis poblana ha retratado nuevamente a la perfección a buena parte de los políticos promedio del siglo XXI: hipócritas, mezquinos, incongruentes, egoístas, tramposos, embusteros, convenencieros, perversos, ignorantes, impunes, y sobre todo, alejados de los intereses y la vida de la gente de la que se sirven. Es el circo del poder. Triste espectáculo.

Twitter: @JorgeMachucaL

Facebook: Jorge Machuca Luna

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Jorge Machuca Luna

Periodista con experiencia en prensa, radio, televisión, medios digitales y docencia universitaria, egresado de la licenciatura en comunicación de la UPAEP. Diplomado en Transparencia, Acceso a la Información y Gobierno Abierto