La confianza y sus implicaciones
- María Teresa Galicia Cordero
Yo confío.
Tú confías.
Él confía.
Nosotros confiamos.
Ellos confían.
¡Qué manga de ingenuos!
MAFALDA
¿Cómo generar confianza en un país en donde lo que prevalece es la desconfianza? Complicada respuesta en este tiempo y en los tiempos que se avecinan.
Acercarse en la vida cotidiana a un lugar en donde lo primero que aflora es la confianza, te permite reflexionar en el gran valor que genera en los habitantes de una ciudad, región o país, el convivir permanentemente con ella. En nuestro país, la desconfianza puede ser percibida como un rasgo cultural característico de nuestra sociedad por la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace, escenario que contrasta con el predominio de la confianza en países desarrollados como Alemania.
Martínez (2001) explica que la confianza se funda y garantiza principalmente en una ética de la responsabilidad individual, que descansa en el hecho básico de que toda persona cumple y respeta las promesas y compromisos que ha declarado frente a otros.
La confianza se genera a través de un proceso que se construye en la experiencia cotidiana, se adquiere en las primeras etapas de la vida al interior de cada familia, para que en las etapas posteriores, cuando las personas empiezan a relacionarse con otros, se pueda generar confianza social.
La confianza también tiene que ver con la libertad, esta libertad existe cuando las personas saben que existe garantía de sus actos, que sus decisiones siempre serán respetadas cuando no violen los derechos de los otros.
Donde no hay confianza desde la familia, la normatividad y las reglas reducen la libertad de elección porque a unos se les da más libertad que a otros, porque las normas y las leyes se aplican de manera distinta, lo que atenta contra el estado de derecho y promueve la impunidad y la corrupción.
La confianza es producto de las experiencias y de los aprendizajes que se van realizando a lo largo de la vida y dentro de la vida pública. En este momento coyuntural en nuestro país, tenemos que analizar de manera profunda cuál es la relación que existe entre la eficacia política y la confianza, en lugar de defender con posicionamientos poco fundamentados y apasionados, el actuar de los candidatos y sus discursos de campaña.
En una sociedad tan desigual como la nuestra, la participación política de quienes menos tienen es muy débil, porque está asociada a la condición de desventaja en la que viven. Esa ambigüedad que prevalece en las palabras y acciones de los candidatos así como la falta de certeza en las respuestas y en las acciones, conforma el marco ideal para que la desconfianza siga creciendo.
Esta desconfianza tiene resultados negativos no solamente en las relaciones entre las personas, también con las instituciones y mantienen el círculo vicioso en donde se reproduce la desigualdad social.
Sin confianza no hay desarrollo, mejor calidad de vida, mejor educación, mejores seres humanos. Qué tal si les exigimos a quienes pretenden gobernarnos y representarnos, empezar por ser congruentes entre lo que dicen y lo que hacen. Un poco de confianza podría convencernos más que la propaganda costosa, de mal gusto y repetida mil veces al día en estos tiempos electorales.
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Doctora en Educación. Consultora internacional en proyectos formativos, investigadora social, formadora de docentes e impulsora permanente de procesos de construcción de ciudadanía con organizaciones sociales. Diseñadora y asesora de cursos, talleres y diplomados presenciales y en línea. Articulista en diferentes medios.