Cambio en la SEP, institucionalidad a prueba

  • Juan Martín López Calva
En los ámbitos social y político es importante mantener la institucionalidad para lograr el cambio.

“Sin institucionalidad no hay progreso. El liderazgo se diluye sin instituciones capaces de darle permanencia a las políticas impulsadas. Es en los espacios institucionales donde es posible desarrollar prácticas que posibiliten densidad, construcción, proyección y calidad para satisfacer las demandas ciudadanas por parte del Estado…”

Francisco Rojas Aravena. Srio. Gral. De FLACSO.

Reflexiones sobre institucionalidad y gobernabilidad democrática. Una visión desde el contexto centroamericano, p. 5 (Ver aquí).

 

Como estaba más que anunciado en todas las columnas de análisis político, el miércoles pasado renunció Aurelio Nuño a su cargo como Secretario de Educación Pública (SEP) para incorporarse a coordinar la campaña de José Antonio Meade hacia la presidencia de la república en las elecciones del próximo y ya muy cercano año 2018.

Este movimiento estaba cantado desde hacía varias semanas y se confirmó por parte de los periodistas y comentaristas en todos los medios de comunicación desde el día en que se anunció que el “ungido” era el entonces Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Sin embargo, para hacerlo más melodrámatico y subrayando lo anacrónico e inverosímil de la que ahora llaman “liturgia” priísta, un día antes de la renuncia se difundió un video en el que se trasladaban en un auto Meade al volante y Nuño en el asiento de copiloto, en el que el futuro candidato presidencial del partido en el poder decía que el titular de la SEP “lo iba acompañando en su trayecto”.

La renuncia de Nuño –deseada por muchos de los críticos acérrimos de la Reforma educativa del sexenio actual- fue inmediatamente festejada y reclamada. Festejada porque el odiado titular de la política federal en materia educativa dejaba por fin este cargo en el que nunca fue bien visto por la corriente opositora y por una importante mayoría dentro de la sociedad civil. Reclamada porque su salida evidenció la evidente prioridad de su carrera política personal por encima del cumplimiento de su responsabilidad y el genuino interés por la mejora de la educación en el país.

La celebración de la renuncia de Nuño fue equiparada por muchos de los comentócratas radicales opositores con la sentencia de muerte de la Reforma educativa, incluyendo por supuesto el Modelo educativo 2017 que entraría en operación en el próximo ciclo escolar.

Esta visión que profetiza la muerte de la reforma ha sido planteada desde hace tiempo por quienes siguen pensando las políticas públicas en los términos en que el viejo sistema presidencialista del PRI nos acostumbró a entender las cosas. En esta manera de entender al país, se asume que todas las políticas, programas y cambios dependen de la voluntad del gobierno en turno y que México se reinventa cada seis años.

Es muy significativo constatar que esta perspectiva sigue muy arraigada en amplios sectores de la sociedad y aún en muchos de los líderes de opinión que han debatido entre la postura que afirma que la reforma va a ser totamente echada abajo en el siguiente gobierno –sobre todo si gana un partido distinto- y la de quienes ante este riesgo han hablado de la necesidad de blindar la reforma.

No soy de quienes piensan que la reforma educativa deba blindarse, si por blindaje se entiende poner las condiciones para que todos los cambios realizados en este sexenio dentro del sistema educativo nacional (SEN) se mantengan fijos y se vuelvan incuestionables.

Pero tampoco creo que el país se encuentre en el mismo escenario del viejo sistema en el que no había institucionalidad ni planeación sino ocurrencias, deseos e imposiciones del presidente en funciones y su gabinete. Ni siquiera pienso que a nivel estatal –en el que desafortunadamente la alternancia en el gobierno federal no incidió hacia una mayor democracia sino hacia la creación de dictaduras regionales- se pueda mantener esta forma de organización del sistema educativo y de la vida pública en general.

Mi posición personal se sustenta en la convicción de que el cambio social y el cambio educativo deben sustentarse en la institucionalidad porque sin institucionalidad se diluyen los liderazgos y se vuelve imposible el progreso real. Mi modesto punto de vista sostiene que a pesar de todos los problemas y de los intentos reales de regresión al sistema autoritario previo por parte de los sectores duros del partido que actualmente gobierna el país, México ha avanzado en términos de institucionalidad en las últimas décadas y que este avance es irreversible si la sociedad civil sigue manteniéndose y consolidándose en su participación organizada y colaborativa.

De manera que mi pronóstico apunta a que la reforma educativa con sus grandes lineamientos –Servicio profesional docente, INEE autónomo, Modelo educativo, gobernanza del SEN, etc.- se mantendrá y obviamente tendrá que ajustarse, mejorarse, complementarse, buscar mejores formas de instrumentarse y comunicarse a los actores educativos y a la sociedad.

Sin embargo también me queda claro que la renuncia de Nuño a la SEP y el cambio de gobierno próximo, pondrán a prueba esta institucionalidad. Ojalá seamos capaces como sociedad de defender la institucionalidad desde la clara convicción de que “…Es en los espacios institucionales donde es posible desarrollar prácticas que posibiliten densidad, construcción, proyección y calidad para satisfacer las demandas ciudadanas por parte del Estado…”

Nota: Este es mi último artículo semanal del 2017. Agradezco a E-Consulta este espacio, deseo a todos los lectores una muy feliz Navidad y un excelente año 2018. Espero que podamos reencontrarnos a partir del 8 de enero.

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).