Educación: mundo y vida

  • Juan Martín López Calva
Frente a la reducción del mercado, trilogía del educador: alteridad, anterioridad y conversación.

“Educar es salir al mundo y ahí aprender a vivir”.

Carlos Skliar.

 

Regreso de dos congresos internacionales con muchas ideas, reflexiones, preguntas y experiencias por compartir. Regreso con el espíritu educador renovado y muchos deseos de seguir comunicando la urgencia de educar, la enorme importancia de recuperar o de sostener la esencialidad de la educación como planteaba Carlos Skliar el viernes pasado en su bello texto de la mesa de cierre del IV Congreso Latinoamericano de Filosofía de la Educación.

Recupero de esta ponencia la frase que sirve de epígrafe al artículo de hoy: la educación es el proceso por el cual los seres humanos salimos al mundo y aprendemos a vivir, argumentó en su intervención el pedagogo, filósofo y literato argentino.

Educar implica abrir las puertas y las ventanas del mundo a los niños y adolescentes para que salgan a explorar todas las dimensiones entrelazadas de manera compleja que conforman la realidad en que les toca vivir: la naturaleza, la cultura, la lengua, la sociedad, el arte, la espiritualidad, la afectividad, etc.

Esta exploración del mundo es la que va a proveer a cada persona las experiencias que debidamente experimentadas, analizadas, reflexionadas y asimiladas a la propia existencia personal, comunitaria y planetaria constituirán el aprendizaje fundamental que es el de la vida, al aprendizaje de los elementos que constituyen una buena vida humana. Es en el mundo donde se aprende a vivir.

Sin embargo, decía Skliar, la sociedad de mercado global en que hoy vivimos ha ido empobreciendo esta misión fundamental de la educación. En este siglo veintiuno, la educación está sirviendo para salir al mercado y ahí aprender a ganarse la vida, aprender a subsistir.

De esta manera, ir al mundo hoy tiene mucho que ver con ir a la desdicha que significa pasar los días, los meses, los años en una carrera sin sentido que se define en términos de producción y consumo, de trabajo e ingreso, de competitividad y supervivencia.

Porque cuando el mundo se reduce al mercado, la vida se empobrece y el homo complexus que plantea Morin –económico y lúdico, racional e irracional, prosaico y poético- se reduce a homo economicus. La educación que reduce el mundo al mercado, está renunciando a ser el espacio donde se aprende a vivir y optando por volverse un mecanismo de capacitación técnica y laboral.

Los resultados están a la vista en una realidad en la que todo parece tener precio, incluso la vida humana. El arte es una mercancía, la política es un medio para hacer negocios, los negocios son el universo que todo lo abarca y la educación es algo que se compra y se vende, porque como decía María Zambrano –citada por Skliar- todo conocimiento se ha vuelto lucrativo y todo desarrollo se entiende como tecnológico.

¿Qué hacemos para sostener la esencialidad de la educación? Se preguntaba el investigador de FLACSO.

Su respuesta se centra en luchar contra lo que llama “la imagen desteñida del maestro” tratando de repensar la figura del docente a partir de tres grandes palabras: la alteridad, la anterioridad y la conversación.

El profesor es la figura que tiene el compromiso de mostrar al educando lo otro, lo diferente, dando evidencias de que el mundo no es habitualmente así como nos lo presentan los medios de comunicación y la publicidad, que puede haber otro mundo posible, distinto, más rico y complejo, más fértil, más propicio para la construcción de humanidad plena.

El maestro representa también la anterioridad, la herencia no entendida como lo pasado sino como la riqueza de la continuidad de la búsqueda humana, del dinamismo de la humanidad a lo largo de la historia.

Finalmente, el docente es una presencia que debe significar conversación, diálogo, exploración de todas las dimensiones de ese mundo al que el educando debe salir para aprender a vivir. El profesor no enseña los objetos solamente sino las relaciones y las implicaciones vitales que tienen todos los objetos.

Ojalá todos los que nos dedicamos a educar tomemos en cuenta estos tres elementos básicos y nos volvamos realmente presencias que comuniquen la alteridad y la anterioridad y que construyamos conversación con los estudiantes para invitarlos a salir al mundo y darles las herramientas para que ahí, aprendan a vivir.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).