Comenzar de nuevo

  • Guadalupe Chávez Ortiz
La reconstrucción no sólo es material, también psíquica y por edades de la vida

Todas las personas estamos expuestas a los desastres naturales, sin embargo, los pobres son más vulnerables ya que existen pocas condiciones sociales y económicas que incrementan el impacto que viven con estos eventos.

Basta mirar las imágenes compartidas estas últimas semanas sobre los damnificados, muchos de ellos en condiciones poco favorable, si bien los albergues son refugios indispensables, lo son para un primer momento temporal, pero no para reorganizar la vida dentro de ellos.

A nivel social o económico se contabilizan los daños, número de escuelas, de iglesias, hospitales, centros comerciales, espacios del INAH, puentes, monumentos, entre otros. El impacto psicológico de los desastres naturales no es contabilizado, aunque algunos expertos consideran que una tercera parte de quienes viven experiencias traumáticas manifiestan efectos sobre la salud mental como: ansiedad, angustia, depresión, tristeza, preocupación, rabia, impotencia, etc. Efectos que, si bien son consecuencias directas por el evento, constituyen el medio para desestabilizar la vida emocional de una persona.

El impacto emocional en situaciones extremas, cuando todo se ha perdido, es experimentado de diferente manera según la etapa de desarrollo, los niños presentan desequilibrio emocional y se centran en él, los adolescentes y jóvenes pueden percibir otros aspectos vinculados a las necesidades de ellos y de su grupo más cercano, los adultos pueden presentar desequilibrio emocional, pero canalizan sus preocupaciones a aspectos de sobrevivencia de sus familias, dónde vamos a vivir, qué vamos hacer, cómo conseguiré ayuda, sienten la responsabilidad de sacar adelante a su familia, los adultos mayores por su parte sienten una tristeza exacerbada pues muchos ellos se perciben con pocas herramientas para ayudar, se perciben como una carga, incluso llegan a sentir que ya no vale la pena seguir.

Pero qué pasa con el impacto emocional de estas personas, cómo ir trabajando la inseguridad, la ansiedad, la tristeza, el desgano, el desinterés, el miedo, las noches de insomnio etc.  Creo que todas estas manifestaciones deben ser atendidas de manera paralela en los desastres naturales, pues a la larga implicarán un problema de salud pública. Expertos en el área de salud mental manifiestan que después de 6 meses de acontecido el desastre comenzaran las manifestaciones más severas de los trastornos de ansiedad y depresión.

En el caso de la ansiedad presentan síntomas como temblores, tensión muscular, exceso de sudoración, taquicardia, molestias gástricas. La aprensión es un signo muy característico pues presentarán momentos de preocupación catastrófica por desgracias futuras, lamentablemente las mujeres son más propensas a experimentar estos síntomas.

En el caso de la depresión, se presentarán síntomas relacionados con la tristeza, desesperanza e incluso sentimiento de culpa, dificultad para relacionarse, pérdida de apetito, se afectará el ciclo del sueño, ausencia de interés por actividades placenteras, entre otras, se presentarán episodios de enojo pues este sentimiento se vincula intensamente con la depresión.

Es muy importante trabajar con las comunidades, con los grupos poblacionales y de manera particular con las familias pues muchas de ellas, perdieron no solo su patrimonio, sino la seguridad, perdieron años de esfuerzo y trabajo, perdieron los recuerdos familiares y su espacio de encuentro, quién les devolverá la tranquilidad, son preguntas que si bien uno se las hace a la distancia son un cuestionamiento que viven en lo cotidiano las mujeres y hombres que se encuentran albergados en diversos espacios solidarios de nuestro país, es impresionante escuchar cientos de historias de quienes al salir de sus casas tuvieron que tomar decisiones de vida, salir todos o dejar a un familiar, son instantes donde no existe posibilidad de despedidas, es un instante en el que se verbalizan cuestiones prácticas de movilización, muchos enfermos no tuvieron posibilidad de salir y quieres lo lograron no pudieron llevar sus medicamentos, otros priorizaron la mascota en vez de una maleta de ropa, otros más los objetos de sus bebés, algunos niños en su inocencia pedían a Dios que la mochila escolar no fuera perdida, las mujeres con un embarazo avanzado pedían que su parto no se adelantará pues esto les complicaría su salida, muchos adultos que viven solos pidieron ayuda a vecinos, quienes tienen más posibilidades económicas les fue más práctico irse aun hotel o con familiares, pero para las familias de escasos recursos no queda de otra que abandonarse a la solidaridad en diferentes albergues.

Comenzar de nuevo se dice fácil, será un proceso lento que implicará una reconstrucción no solo material sino emocional de cientos de familias que pese a los limitados apoyos económicos gubernamentales saldrán adelante, no necesitaran hacer tandas, necesitaran un corazón fuerte y la esperanza de que muchos otros exigiremos que reciban lo justo y lo necesario para reconstruirse, sabrán que la ayuda no fue momentánea.

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Guadalupe Chávez Ortiz

Doctora en Investigación Psicológica por la Ibero Puebla, maestra en Estudios Sociales y Políticos por la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, y maestra en Psicología Clínica y Psicoterapia por la Ibero Puebla, donde es actualmente directora del Departamento de Ciencias de la Salud.