En sus manos ponemos nuestra elección…

  • Xavier Gutiérrez
Lo ocurrido el 4 de junio pasado presagia al 2018. Organismos electorales avallasados.

Si, como se ha dicho, las elecciones en el estado de México son un ensayo de las del 2018, hay barruntos de tormenta en el horizonte mexicano.

Los signos así lo apuntan. La forma de actuar del gobierno federal es como el estilo de juego de la selección de Rusia,  muy predecible. En ese y en otros casos, las estrategias, modos y estilos son muy evidentes. Burdos, sería el término.

Más aún, cuando lo que se juega el próximo año es el poder máximo, y todas sus ramificaciones importantes.

Y es que el escenario en el país, después de las recientes elecciones, deja una percepción en la gente sumamente desaprobatoria.

La encuesta de “Reforma” (20 junio 2017) ofrece elementos muy negativos: el 69 por ciento de los encuestados cree que hubo fraude. El 55 por ciento está a favor de que se impugne la elección, y el 26 en contra.

En cuanto a la evaluación de los organismos electorales, el 48 por ciento  cree que el desempeño del organismo local electoral es malo/muy malo. El 40 por ciento piensa que el comportamiento del INE es malo/muy malo. “Regular”,  califica el 26 por ciento al estatal y 23 por ciento al federal.

Sumadas ambas cifras,  el 63 por ciento piensa  que el INE funciona entre regular y malo. El órgano estatal es regular y malo para el ¡74 por ciento!

Si quienes organizan y califican la legalidad de las elecciones merecen el juicio de la gente entre mediocre y negativo, ¡valientes sinodales tenemos en México!

En sus manos ponemos nuestra elección…

Esta encuesta sólo refleja en números una apreciación muy extendida para esos organismos en los estados y en el país. Buena parte de los ciudadanos así lo percibe hace buen tiempo, cuando los medios ofrecen en fotos e información abundantes muestras de violaciones fragrantes a las normas, y la autoridad  voltea a otro lado o da respuestas de ciego.

Eso es, sencillamente, cinismo o complicidad. O las dos cosas.

Lo hemos visto aquí y en otras partes del país. Eso ha  sido eso una verdad del tamaño de una montaña: los jueces electorales responden a las directrices de los gobernadores o el gobierno federal. O a los dos.

Le lectura, despojándose de infantilismos u objetividad, es que en México se cocinan las elecciones como una tenebrosa sociedad de administración de negocios, del poder.

 

Son parte de una telaraña sucia y perversa.

Esas instituciones y otras más que, supuestamente, fueron ciudadanizadas, en realidad se acomodaron a los intereses de los partidos, de la mayoría.

Proceder así es regar y fertilizar con mentiras y componendas las plantas de la democracia.

Así no se construye la maltrecha confianza. Ni aquí ni en China. En China es peor, por cierto.

Si de suyo, la desconfianza corroe las bases y formas de actuar de la autoridad y la mayor parte de los órganos de poder en el país, empezando por la figura presidencial, la receta para los tiempos por venir en materia electoral es verdaderamente ominosa.

Los medios nos han traído abundante materia que exhibe y denuncia todo esto. Pero para la autoridad nada de eso  es prueba legal. Y ahí se esconden para acomodar fallos y resultados como al poder conviene.

Tratan a la ciudadanía mexicana como tontos, ingenuos o estúpidos. Hasta que la realidad los aplasta.

Frente a esta pesada realidad, resultan verdaderamente heroicos los triunfos que se arrancan al poder. Se llega a resultados en dirección de la voluntad mayoritaria, sólo  con la fuerza del voto y venciendo los mil tentáculos del monstruo.

Este es el panorama que queda después de los recientes comicios, y del tamaño de una muralla el reto para construir formas de poder democráticas.

Casi casi, contra todo y contra todos…

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.