Lo políticamente correcto y las sociedades de odio

  • Oscar Barrera Sánchez
En todos lados, ámbitos y tiempos el odio corre. Su diversidad produce homogeneidad que todo inunda.

El odio aumenta con un odio recíproco, y puede, al contrario, ser destruido por el amor. El odio que es completamente vencido por el amor, se trueca en amor; y ese amor es por ello más grande que si el odio no lo hubiera precedido.

Baruch Spinoza, Ética, III

 

Lo políticamente correcto se está convirtiendo en causa y consecuencia de la génesis de un odio muy profundo. El odiante cada vez odia más. El odiado odia con el rencor histórico de la imposibilidad. El Uno odia al Otro por su diferencia, pero debe callar. El Otro odia al Uno por su diferencia legítima, pero debe guardar silencio. Lo políticamente correcto, la inclusión forzada, la igualdad, se han convertido en la loza culpígena de una sociedad llena de rencor, resentimiento y animadversión por los demás. Los discursos de la fraternidad moderna han producido una tirria muy profunda entre individuos y entre sociedades.

Basta identificar los constantes mensajes de aversión que se vuelven más populares por el mundo. Donald Trump llama “perdedores” a los que el odio ya había designado “terroristas”, buscando, siempre, que sean musulmanes. Los islámicos lanzan la yihad contra los infieles occidentales, cristianos y judíos. Los judíos asesinan palestinos por control territorial, por afán de conquista, por xenofobia. Mientras, los cristianos lanzan ofensivas antisemitas por la crucifixión de su Dios de amor y paz, y por la implantación de la culpa capitalista moderna nacida en Auschwitz y reproducida por Spielberg en Hollywood,  a la par que apoya a los pobres islámicos, pero les impone sus derechos humanos.

Los hombres, con poder político o económico o sin él, con estudios mínimos o máximos, muestran con mayor frecuencia el hartazgo del ideal de género de una masculinidad suave, débil. Mientras los hombres ven más bax, domestican bestias y se barban, las mujeres odian el patriarcado que tanto han padecido. Mujeres resentidas con una historia de dominación falogocéntrica. Hombres hartos de los múltiples feminismos y la nueva normatividad y normalización de género.

Por otra parte, la moral de los resentidos, la de aquellos pobres materiales y de espíritu, la de los explotados, se convierte en el odio a la clase dominante, misma que goza orquestando la destrucción de quienes odia por competir, como miserables, ante el derrame de migajas de los dueños del capital y conformándose con lo que lleguen a salpicar los sacrosantosburgueses, pieza fundamental sin la cual no se puede el orden de la historia… por-venir. Proletarios cada vez más ajenos a su Ser, a su existencia. Proletarios cada vez más cercanos a su Ser, a su odio. Empresarios que odian la esencia de los pobres, pero aman sus cuerpos educados, domesticados, competentes, evaluados, certificados para generarles ganancias día a día.

En medio de ellos, la casta de universitarios clasemedieros, pequeñoburgueses, conscientes que odian tanto su clase social de origen que aspiran a obtener el conocimiento generado por los propios explotadores, bajo el sofisma de la universalidad del conocer, la pureza de la razón, el ser cultos para ser libres. Sin embargo, también odian a lo que aspiran ser (además de obtener un doctorado, ser investigadores y defensores de las causas de sus odiados pobres), pero consumen lo que sus abominados burgueses les venden, producto del trabajo de sus odiados proletarios de origen. Pero esto no importa, a final de cuentas, en las aulas universitarias (donde no están los obreros) se derriban los sistemas autoritarios (al menos en la imaginación) a los que hay que erradicar y así imponer una nueva dictadura, al puro estilo stalinista; o, quizá, con despertar los domingos por las mañanas o distraer, en las plazas públicas, a esos trabajadores y amas de casa, deseosos de dormir, cansados y hartos de la vida cotidiana, con los panfletos del Paraíso terrenal, ganándole la audiencia-clientes a los Testigos de Jehová.

Tal parece que con la caída de los bloques geopolíticos, la mano invisible se llevó a cuestas los sufijos –ista, mientas que la globalización lo resemantizó con el –nazi. Obviamente, las mentes “puras”, libres de animadversión, terminan por odiar a los odiantes, dando juego a la globalización del odio. Hay un fantasma que ronda el mundo: el fantasma del odio ocultó, evitado, de buena voluntad, bondadoso, hipócrita. Hay un espectro que deambula por el mundo: el odio, el reconocido, expresado, castigado.   

Tantos y tantos ejemplos. Combinaciones e irritaciones se pueden presentar en la gran lógica del odio humano. Es ahí cuando el que odia, lo hace directamente con su prójimo, ente que encarna la loza de un humanismo intolerante, del mandatum racional de lo políticamente correcto, de una sociedad alienada en los imperativos categóricos carreñocristianos castrantes. Mística de la paz perpetua kantiana, tan nazi como Aleksei Makeev, el Nazi de Cancún, a quien, el kantiano Adolf Eichmann (odiante nazi asesinado por los odiantes judíos) también hubiera linchado, pero por imbécil.

Hoy nos venden la inmolación de un mártir (odiante de los infieles) -terrorista (odiado por los infieles) como la píldora de odio generalizado, transnacional, hacia lo Otro rentable. El mercado, los millenial, ciberactivistas o no, que postean o twittean consignas pacifistas (casi hippies) contra Corea del Norte, pero que han favorecido la proliferación de los detestados gobiernos conservadores con su participación ciudadana desde su iPhone, o legitiman a los gobiernos neoliberales y postneoliberales, mismos que tiran bombas en una Siria moribunda para lograr los derechos y las libertades que llevarán a la paz. Dar muerte a lo vivo, para lograr una paz muerta.

Parece que, hasta no entenderse fuera de clasificación, jerarquización, unidad humana, universalismo racional-cultural, totalidad ética-epistémica, y aceptar-se en la intolerancia y la crueldad inocente; en la hospitalidad ante lo múltiple; en las arquitecturas individuales complejas; en una en-diferencia con los otros (que ante los otros yo soy otro) que podremos con-vivir. No es con la loza de lo políticamente correcto, con el deber ser, ni con los -ismos normativos, que podremos cohabitar en el mundo. No es con un amor obligatorio hacia el prójimo lejano que podremos salir del infierno de la mirada inquisidora y enquistante del deseo ajeno sobre el propio, que podremos vivir juntos. Lo políticamente correcto, lobo con piel de oveja.

 

Picaporte

Se acercan los cierre de campañas en el Estado de México, días de guardar para los candidatos, pero carnaval para los mapaches electorales. A ver quiénes son los más efectivos. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) espera que haya, alrededor de 40% de participación electoral, para llevar el fraude a los tribunales, ante una ventaja de 3% de Morena. Pero si más de 50% del electorado mexiquense sale a las urnas daría cerca de 8% de ventaja a Delfina Gómez, sobre Alfredo del Mazo. ¿Qué ofrecerá el PRI para retener el Estado de México? 

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.