Ni santos ni demonios

  • Patricia Estrada
México puede avanzar pacíficamente al reconocimiento de derechos civiles. La SCJN ha dado pauta

"No creo que Dios quiera que la gente no tenga una familia", es una frase que escuché al actor Forest Whitaker, protagonista de la película El Mayordomo de la Casa Blanca y que bien podría encajar en la polarización que ha causado el debate del matrimonio igualitario en México.

Los grupos católicos alentados por la cúpula eclesiástica se movilizaron en contra de la iniciativa presidencial de reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. En Guanajuato hay espectaculares que advierten "No te metas con nuestros hijos"; se lo dicen al gobierno, se lo dicen a Enrique Peña Nieto.

No hay un punto de coincidencia entre la Iglesia y la comunidad LGBT, cada uno defiende sus preceptos desde la forma en que conciben la vida pero los derechos civiles de unos y otros están por encima de ideologías.

La familia es el soporte social que da identidad al ser humano. En parte, la delincuencia y las adicciones están relacionadas con la ausencia de amor, atención y acompañamiento de una familia y no me refiero exclusivamente al modelo "tradicional".

La familia debe salvaguardarse de quienes intentan destruirla con conservadurismos radicales pero también de quienes menosprecian su importancia en momentos en que la pérdida de valores ha influido en el comportamiento negativo de muchos jóvenes.

No creo que en este debate sea necesario catalogar "buenos o malos" "santos o demonios" "católicos o ateos". No puede censurarse a la persona por su raza, creencia o preferencia sexual. Antes que religiosos somos mexicanos. Las leyes humanas cobijan a todos pero las divinas a quienes elijan adoptarlas.

Las familias generan equilibrio social pero sus frutos dependen de sus integrantes, no es de facto. ¿En qué basamos que las parejas homosexuales son peligrosas e incapaces de construir familias? ¿En qué basamos que las parejas heterosexuales están menos expuestas a equivocarse en la crianza de los niños? Los prejuicios nublan realidades.

Aunque las uniones civiles entre dos personas del mismo sexo podrían prosperar en el Congreso del Estado habrá candados legales para el derecho de adopción. Una buena mayoría de diputados y diputadas no están dispuestos a cargar con una decisión que pueda ofender a una sociedad que abraza su fe como eje de formación humana.

Cuando el Tribunal Supremo de EU legalizó el matrimonio homosexual en junio de 2015 - eliminando las leyes en 14 estados que prohibían este derecho- el Presidente Barack Obama escribió en su cuenta de Twitter "Cuando todos los americanos sean tratados como iguales, todos somos más libres"; lo dijo el mismo hombre que en 2004 buscaba un escaño en el Senado y confesó: "Mis creencias religiosas me dicen que el matrimonio es algo santificado entre un hombre y una mujer". Un ejemplo claro de que la democracia se construye al margen de las motivaciones personales.

México puede avanzar pacíficamente hacia un reconocimiento de los derechos de todos los mexicanos, así lo dictaminó la Suprema Corte de Justicia de la Nación en junio 2015: "Cualquier ley que prohíba el matrimonio entre personas del mismo sexo es inconstitucional... Bajo ninguna circunstancia se puede negar o restringir a nadie un derecho con base en su orientación sexual".

La inclusión es igualdad y la discriminación una piedra en el zapato. Debemos aprender a respetar creencias y preferencias porque en este país de libertades caben las manifestaciones de todo tipo; así quedó demostrado este fin de semana.

Mi cuenta en Twitter @estradapaty

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Patricia Estrada

Directora de noticias y conductora del noticiero de La Tropical Caliente 102.1 FM

Ex reportera de Ultranoticias, Radio Oro, Radio Tribuna y Momento Diario. Aprendizaje permanente del año 2001 a la fecha; egresada en Ciencias de la Comunicación UPAEP.