Candidatos y estructuras partidarias, el PRI poblano

  • Guillermo Nares

                En procesos electorales de alta competitividad, el óptimo, lo deseable, es la combinación buen candidato y buena estructura electoral. En el sistema político mexicano, los buenos candidatos, por lo general, son aquellos miembros de la clase política con experiencia en la gestión pública, con conocimiento de las diversas redes e interacciones del contexto social, económico y político, en un sentido vertical, horizontal y transversal con resultados eficaces y eficientes en el desempeño de lo público. Un ejemplo de ello serían, los gobernadores de los estados. Por lo general el cargo de gobernador es antecedido por un largo proceso de reclutamiento de las élites políticas, derivado en muchos casos, de su paso por diversas instancias de representación política y gestión pública.

                No quiere decir, que cualquier miembro de la sociedad no pueda desempeñar funciones administrativas o de representación, desde luego que sí, la peculiaridad es que los personajes que inciden en los procesos de toma de decisiones, son los políticos de experiencia. Ahí se encuentra la beta de buen o mal candidato. Desde luego, la democracia representativa, requiere de partidos políticos, aparatos especializados en la búsqueda y la conservación del poder. La humanidad no ha podido inventar instancias que sustituyan a los partidos políticos, estos, siguiendo a Sartori, son los pies de la democracia; el prestigio gremial, social o intelectual es relevante, por sí solos no definen las elecciones. Tampoco están al margen de la política contemporánea los liderazgos carismáticos; son componente de la democracia misma, juegan un papel significativo en la política, asociados a las organizaciones partidarias. Los triunfos electorales de los líderes carismáticos por lo general van acompañados de una estructura electoral.

                En la contienda por el gobierno del estado de Puebla se observan, como no había ocurrido en disputas similares, la confrontación entre estructuras y candidatos cercanos al óptimo.

                La candidata del PRI, es un personaje con experiencia en elecciones, gestión pública y en el poder legislativo. Si bien débil respecto a los contenidos simbólicos y discursivos –excesiva mesura en el debate político- gracias a su experiencia en competencias electorales adversas, intenta ya reorganizar la maquinaria electoral priista, prioritario en su agenda de campaña, por la debilidad partidaria en territorio poblano; explicado dicho fenómeno por la emergencia pública digamos excesivamente influyente de liderazgos locales fuertes.

                El PRI reapareció en la escena pública desde las elecciones federales del año pasado. Si bien sus victorias electorales reanimaron al leviatán partidario, que fue, la pelea por la candidatura, volvió a sumirlo en el caos interno, en una suerte de escaramuza por la única posición en disputa: la mini gubernatura. Dominó la percepción en las facciones del priismo de que el juego por la gubernatura era de suma cero, ganar o perder todo. Y así lo convirtieron.

                La candidata se ha hecho ya del control de los órganos partidarios, sin que necesariamente sea dato significativo el controlar las estructuras electorales partidarias. Necesita reconstruir un sistema de incentivos para todas las facciones y fracciones con la finalidad de contrarrestar el juego adverso de ganar o perder todo. El breve tiempo de campaña, representa un obstáculo significativo para establecer una agenda electoral que permita negociar posiciones para el 2018, además no es muy claro todavía si dicha agenda pueda ser delineada desde una candidatura local o desde el poder federal.

                El realineamiento de los priistas poblanos, en relación a la posible agenda nacional, es incierto. ¿Sobre qué expectativas puede establecer intercambios políticos la candidata priista? Es un enigma. Es decir, lo que abundan son promesas para reagrupar al PRI.

                El PRI poblano es una joya de paradojas, fue el gran derrotado en el 2010, perdió la gubernatura en Puebla, pero en la elección federal del 2012, mientras Blanca Alcalá ganó la senaduría de mayoría, su candidato presidencial, actual Presidente de la República es derrotado en el estado de Puebla, a éste fenómeno se le denomina voto diferenciado, a ocurrido en otros procesos electorales en el país.

                Así pues, ¿La dupla Blanca Alcalá-PRI, es el óptimo? ¿Buena candidata y buena estructura partidaria? La combinación que podría ser exitosa para esta campaña presenta serias dudas respecto a su funcionalidad. El acortar el periodo de gobierno estatal, para empatarlo con las elecciones presidenciales, ha restado capacidad operativa al PRI en la oposición.

                El reto de Blanca Alcalá figura conocida y destacada en la política poblana requiere de la emergencia de una buena estructura. El juego de suma cero al interior del PRI puede volverse totalmente adverso en las elecciones para gobernador. No es una desmesura afirmar que Puebla puede significar el relanzamiento partidario nacional, una especie de renovación de aire fresco, dadas las peculiaridades del gobierno de Moreno Valle, o bien la apertura de las puertas de la historia.

gnares301@hotmail.com

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior