El tango silencio

  • Atilio Peralta Merino

“El Hombre sin Atributos” de Robert Mussil; “El Doctor Shivago” de Boris Pasternak, y  “Sin Novedad en el frente” de Erick María Remarque; son algunas de las obras fundamentales y cumbres  de la literatura de sitúan todas en el ámbito histórico  de la Primera Guerra Mundial.

“La Montaña Mágica” de Thomas Mann, novela de amor, convalecencia y muerte; finaliza, no obstante, precisamente, cuando el protagonista Hans Castorp  abandona el tratamiento de Davos para incorporarse a las filas del ejército alemán; en tanto que, “El gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald  gira en su trama hacía una constante remembranza de la “Gran Guerra”

En medio de la obscuridad narrativa, propia de un abigarrado impresionismo psicológico, James Joyce alude en “El Ulises” al “Sinn Fein” y a la Rebelión de Pascua en Dublín , suceso que, a fin de cuentas, es meramente un episodio regional de  “La  Guerra del 14”.

La “Revolución Mexicana” misma, como lo habría descifrada a cabalidad John Doss Pasos, otro gran cantor épico de los trágicos sucesos de la Primera Guerra Mundial, no habría sido en realidad sino un episodio en nuestras latitudes de los intríngulis tejidos en el orbe entero a partir de las contiendas entre servios y croatas en los Balcanes.

El filósofo catalán-norteamericano, Georg Santallana, describe en su única novela “El Último Puritano”, el ambiente de las élites universitarias anglosajonas en la etapa previa a la guerra; destacándose Francis Scott Fitzgerald , por haber retratado a la misma élite financiera en la etapa posterior a aquel suceso marcial.

"Los Fusiles  de Agosto" de Bárbara Tuchman, lectura dilecta del Presidente Kennedy, se erige en la más importante aportación historiográfica sobre el tema, y acaso resulte de lectura obligada en los días que corren , en los que la tensión en Siria amenaza con una conflagración de dimensiones inimaginables; recuérdese que Issac Asimov nos dice, al glosar el Nuevo Testamento,  que fue  precisamente durante los años de la Primera Guerra Mundial y su respectivo panorama de muerte, hambre y epidemias , cuando las sociedades humanas vivieron como nunca la sensación de vivir en los tiempos de la “Parusía del Señor ” revelada al Apóstol Juan en la Isla de Samos

Los más prominentes literatos, destacándose entre ellos, incluso, algunos galardonados con el Premio Nobel de literatura, no alcanzan sin embargo, la grandiosidad al describir el drama de la conflagración más impactante en las mentes y los corazones de los hombres hasta las presentes generaciones que habitan el planeta , a la que llega la letra escrita por Alfredo Le Pera para la letra de un tango inmortal que se llama: “Silencio”.


Silencio en la noche. 
Ya todo está en calma. 
El músculo duerme. 
La ambición descansa. 

Meciendo una cuna, 
una madre canta 
un canto querido 
que llega hasta el alma, 
porque en esa cuna, 
está su esperanza. 

Eran cinco hermanos. 
Ella era una santa. 
Eran cinco besos 
que cada mañana 
rozaban muy tiernos 
las hebras de plata 
de esa viejecita 
de canas muy blancas. 
Eran cinco hijos 
que al taller marchaban. 

Silencio en la noche. 
Ya todo está en calma. 
El músculo duerme, 
la ambición trabaja. 

Un clarín se oye. 
Peligra la Patria. 
Y al grito de guerra 
los hombres se matan 
cubriendo de sangre 
los campos de Francia. 

Hoy todo ha pasado. 
Renacen las plantas. 
Un himno a la vida 
los arados cantan. 
Y la viejecita 
de canas muy blancas 
se quedó muy sola, 
con cinco medallas 
que por cinco héroes 
la premió la Patria. 

Silencio en la noche. 
Ya todo está en calma. 
El músculo duerme, 
la ambición descansa... 

Un coro lejano 
de madres que cantan 
mecen en sus cunas, 
nuevas esperanzas. 
Silencio en la noche. 
Silencio en las almas... 


La única explicación posible para que un letrista de canciones populares haya podido superar en percepción a los más grandes sabios de todos los tiempos, estriba,  exclusivamente, en que Le Pera percibe a cabalidad el dolor de la gente común, gran enseñanza en nuestros días en que los tambores de guerra resuenan de nuevo.

sandrini2006@hotmail.com

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Atilio Peralta Merino

De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.

Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava