EL PACTO POR MÉXICO: ¿NEOCORPORATIVISMO?

  • Vitaliano Torrico

Pregunta Ilan Semo. No lo postula como tesis pero se halla implícita en ella. Y es que para que el mentado PACTO sea tal neocorporativismo no lo fundamenta con hechos o argumentos; lo expone en términos fellinescos: trama de ficción que no logrará conclusión alguna. Y aparece, entonces, como algo risible, una caricatura: el tal PACTO es así una comedia que, puesta en escena, los actores no son tales. Dice: “en todo ese mediático simulacro –el pacto por México- hay algo de los guiños de Fellini o mejor dicho, de una de sus frases preferidas: ‘la vía más corta al absurdo es querer aparecer como reales’- y no poco de las advertencias desoídas de un pasado que por inconcebible, resulta simplemente irrepetible.”(La jornada 22-06-13) Tal es su “breve historia del Pacto por México.”

Pero tesis entraña, de suyo, definir su objeto: el PACTO es neocorporativismo por esto; el cual es, a su vez, simple comedia. Así el Pacto por México aparece como el nuevo corporativismo. No dice que sea renovado. Pero claramente se ve que ha sido tomado del pasado para hacerlo funcionar con sus adláteres como tal en los menesteres políticos del gobierno actual; con los llamados a conformarlo. Ahora bien, lo definido comprende también que el neocorporatovista pacto por México resulta irrepetible; es decir, no es simple reproducción del corporativismo, de aquello que en el pasado practicó el PRI-gobierno. De ahí que el corporativismo del pasado le resulta inconcebible. ¿Por qué? Simplemente –hay que decir- en los tiempos que corren. Y si hay que razonar con estas premisas, la conclusión cae por madura: el PACTO es irreal.

No es de extrañarse, entonces, que su descripción de tal corporativismo sea también risible, esto es, otra comedia donde los actores aunque reales eran comediantes. Por ser inconcebible tiene que inventarlo como comedia, situarlo “en los años 40 y 50, el Partido de la Revolución Mexicana –después Partido Revolucionario Institucional iniciaban –escenificaban- sus gestiones sexenales guiados por plataformas en las que la signatura de la ‘Unidad Nacional’ hacía de gran máquina retórica -comedia- para apuntalar la distancia de la presidencia con respecto a los disímbolos actores políticos… La evocación de la “unidad” servía para emplazar amigos y acotar enemigos de la presidencia, para construir el aura del presidente de todos los mexicanos…”(Idem) ¡Las advertencias han cobrado sentido!

Y por eso –éstas del CORPORATIVISMO irrepetible e inconcebible- adquieren la facultad de suprimir nuestro pasado. De ahí que su reconstrucción evocativa sea con vistas a cancelar la historia nacional; la que prácticamente fuera eliminada por los gobiernos del PAN precisamente por su incapacidad política para “destilar esa metasoberanía aparente y real de la presidencia respecto, sobre todo, de la sociedad política.”(Idem) Ahora bien, en ésta realidad inaugurada con el nuevo siglo irrumpe el nuevo(sic) PRI, donde se zambulle desde que regresó al gobierno para darle continuidad, ya que el PAN no podía por carecer del toque indicado. De ahí que I. Semo revista al nuevo PRI de un aura añejo, con el que “retornó a los códigos y los esquemas que ya conocía  -casi se podría decir, como un acto melancólico-.”(Idem) Y este acto –como si fuera realidad en la escena nacional- contiene, de suyo, la magia del (…) que hace que “entre la antigua ‘Unidad Nacional’ y el ‘Pacto por México’ no hay(a) ningún trecho en la imaginación ni en la expectativa de una presidencia suprainstitucional.”(Idem)

Configurado así este escenario no elude el pasado; más bien lo actualiza en el poder político de la nación al condensarlo en el Presidente, es sus poderes meta-constitucionales que, vistas retrospectivamente con su catálogo de acuerdos constitutivos del PACTO, produce en la Opinión Pública expectativas distópicas. Y en “cada uno de los partidos o las franjas de los partidos que lo firmaron está(n) desgranándolo con su propia interpretación para posicionarse frente a las elecciones que vienen.”(Idem) Con tal ficción I. Semo no podía prever, naturalmente, el resultado de esto. Más bien al emerger cuasi-inconsciente del pasado que menta lo rescata para sí. Y, entonces, de pronto se torna en actor de la escena nacional presente realizando los menesteres de la política diaria del gobierno actual. Para esto recurre a un sustantivo: en rigor, dice, el PACTO es una versión actualizada de las viejas prácticas corporativas, solo que en lugar de los sectores sociales se encuentran ahora los cuerpos de los partidos políticos. “Digamos que una suerte de neocorporatismo político. La pregunta es si esto puede funcionar en el México de 2013… La respuesta hasta ahora es que algo en el PACTO podría funcionar para el PRI, pero sin duda no para el país –y menos para la sociedad política.”(Idem)

La pregunta-respuesta inadvertidamente anticipa el resultado electoral, o sea, la debacle electoral del PACTO el 7 de julio, trayendo consigo la I-LEGITIMIDAD del catálogo de acuerdos, incluida la reforma energética.- y si no véase la reciente(22-07-13) encuesta de la Cámara de Diputados: el público rechaza justamente ésta. I. Semo no apuntaba ciertamente a develar esto. Su propósito lo rezume en acusar la ruina de los firmantes, del PAN y PRD. Pues ha trabajado consistentemente en mostrarlos desarticulados. La crisis interna que padecen, dice ufano, no se debe al PACTO, sino al calderonismo en el PAN y “la división en el PRD tiene una historia distinta y está ligada a la inoperancia del discurso del nacionalismo revolucionario”(Idem); o sea, el PAN tiene salvación enjuiciando a Calderón. La suerte del PRD está  consumada.

Su exaltación del Secretario de Gobernación lo evidencia: éste señala la severa crisis del PACTO por las confrontaciones internas de los partidos; “con esto, reitera I. Semo, no hacía más que refrendar… esa… mentalidad neocorporativa”(Idem); así pone a resguardo lo que el PACTO logra.

Y así confluye en esa poderosa corriente privatizadora de PEMEX, la que desarrolla tal propósito declarando que está ligada a la historia nacional. De lo que se trata, entonces, es de romper tal liga. Ya es histórica -30 años- el que esta corriente neoliberal lo desarrolla, el cual es, a su vez, contra sí misma: su labor de zapa contra la revolución nacional terminaría privatizando PEMEX; entonces le habría asestado su última estocada a la nación. Su triunfo sería, por esto, histórico: la plena y completa cancelación del pasado, el cual haría del presente la única realidad de México. En tal postura esta corriente es, ciertamente, a-histórica aun desarrollando una tarea histórica. ¡Eh aquí el hecho en el que se traiciona a sí misma! Pues por la fuerza de su propia acción tiene que caer, por doble vertiente, en las redes de la historia cuando cree escapar victoriosamente de ella. Y es que su victoria privatizadora –la otra vertiente- es tarea todavía por realizar.

Apostado en esta labor la divisa de I: Semo es deshacer nuestro pasado como si fuera un entuerto; armado de un eufemismo cual un relámpago, lo constriñe en la inoperancia del discurso del nacionalismo revolucionario. Lo cual deja la historia nacional prácticamente en el lugar de los deshechos, puesto que el discurso que le dio contenido real ya es un trasto inservible, precisamente, por ser inoperante. Así aparece el objetivo real de lo que acomete acusando al corporativismo de inconcebible. Pues tiene que ser inoperante aquello que es inconcebible. Así confluye con el resto de los detractores que simbolizan en el corporativismo aquello que la revolución nacional ha forjado en el siglo XX mexicano. Y el nacionalismo revolucionario el discurso que da cuenta de esta epopeya protagonizada por el pueblo.

Esta conclusión lapidaria no sería más que una exclamación si no fueran los hechos que a diario se suscitan, revelando un fantasma que hay que sacar del camino a la privatización de PEMEX. Porque para qué referirse al “mito del nacionalismo” ligado a un monopolio petrolero como el obstáculo a superar: esta proclama de la iniciativa privada cobra tal relevancia hasta convertirse en anatema lanzada por el operador legislativo del partido en el gobierno. Éste dice: discurso para las galerías los que se oponen a la reforma de PEMEX.

En esta liza no faltan los opinantes de oficio calificando, por ejemplo, de “Guadalupanismo Constitucional”(Reforma 12-08-13) a los que se oponen a la reforma energética que implica cambios en la Constitución. Es decir: los reformadores serían los modernizadores de México, los que se oponen a ella retrógrados.

Así se ventila un asunto histórico ante la Opinión Pública: llegado a este punto el público tiene que asumir la tarea de dirimirlo. Es decir, está por llegar el momento en el que la opinión publica entre en acción. Pues la controversia que se ha llevado a su consideración tiene que debatirse en su seno hasta resolverse. Tal es el proceso de formación de la Opinión Pública.

vtorricop@yahoo.com.mx

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