Democracia clientelar, reino de eufemismos

  • Xavier Gutiérrez

Acabamos de pasar en Puebla unas elecciones, con un resultado desastroso para el PRI.

Acabamos de pasar en el país unas elecciones, con un resultado desastroso para el PAN.

Ambas organizaciones han quedado en el terreno desarticuladas.

El PAN, en el país, el  PRI, en Puebla.

En ambos casos los derrotados se lamen las heridas, señalan culpables, hay una carnicería interna,  denuncian malas artes del adversario, fustigan los vicios y abusos del que ganó, y empiezan otra vez, desde un escenario más o menos caótico, a preparar la siguiente elección.

Pero esta historia se repite. Con más o menos parches, la vemos reeditada más adelante.  En la siguiente elección. Cambian los actores, aunque no mucho, eh. Muchos se reciclan (deberían ser como los pañales de niño, y por las mismas razones, desechables) en el mismo o en otro partido. Y así van por la vida, con descaro y desfachatez pero en la cúpula del poder.

¿Qué hay en común en esas  victorias  y derrotas?

Exactamente lo mismo que  denuncian del rival es lo que caracteriza al denunciante.

¿En ambas elecciones cuál es el balance?: una “democracia” clientelar. Dinero, enormes sumas para comprar votos.  “Democracia” cara, representantes ínfimos.

 El fenómeno se vio en el país y se repitió en Puebla. El poder  se vuelca con todo un gigantesco aparato de recursos  para perpetuarse. En el país no le cuajó al PAN, pero sí al PRI.

La misma fórmula del PRI nacional se aplicó ahora  exitosamente en Puebla.

Con esta moneda (literalmente hablando) de uso, ninguno puede reclamar para sí poseer autoridad moral.

¿Qué queda en medio? Una población necesitada que vende su voto a quien más le pague.(Para este sector la democracia es un día  en que se ganan 10, 20, 50, 100 salarios mínimos en unos minutos)  ¿Se ofende al electorado con un juicio así? No. Ofende quien compra los votos, no quien lo exhibe. No me salgan con que hay que matar el mensajero.

 El dinero pervierte y subvierte a votantes y estructuras del aparato elector. Quien tiene el dinero tiene el poder, quien contrata a la música pide la melodía. Por eso, al final, el abstencionismo crece, la desconfianza aumenta. El votante más informado o los reducidos segmentos de votantes con una posición ideológica, se abstienen de ir a las urnas. Por eso la escasísima legitimidad del que resulta electo.

Las elecciones se han vuelto un negocio para alcanzar el poder o mantenerse en él.  Los partidos son el instrumento, una pieza más de la compleja maquinaria comercial.  La que legaliza, junto con los órganos electorales.  Ojo: no la que legitima. Los que ganan son legales, más no legítimos.

Una concurrencia de negocios múltiples medra   en cada elección estatal o federal. Han surgido auténticos emporios vinculados al poder o los partidos.

 Los grandes comerciantes de todo son hoy, lo que los fariseos a Jesús en aquella expulsión a latigazos  del templo. Y ante la ausencia de un Jesús, los mercaderes tienen su imperio, y serían capaces de vender  en la electoral jornada a la propia autora de sus días, pero no tienen.

La realidad es esa. Carne de narrativa inagotable. De la que todos hablan, pero nadie toca. Y ahí está, prácticamente intacta. Con actores profesionales de todos los colores en toda la vasta geografía nacional. Experimenta derrotas, saborea victorias, hay tropiezos, unos suben otros bajan, pero, como el dicho de la carreta y las calabazas: en el camino se acomodan solas.

Es la lucha por el poder con eufemismos por todos aceptados. El diccionario nos define el eufemismo: “manifestación suave o decorosa de ideas, cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.  Por eso a la mujer pública le llaman sexoservidora. Perdón, por la asociación de ideas. NO es involuntaria.

Y así, los actores, voceros, cronistas o beneficiarios le llaman “democracia”, “partidos”, “militantes”, “leales”, “senadores, diputados, gobernadores, alcaldes”, todos bajo el eufemismo de “representantes populares”, “líderes obreros”, “funcionarios electorales”, “consejeros”, “dirigentes partidarios”, cámaras,  etcétera.

De esta situación  una cosa es cierta, (y utilizando una paráfrasis que  corresponde al General  Pedro María Anaya): si  realmente hubiera democracia, esta cáfila no estaría ahí.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.